Capítulo cinco: Delito

263 50 2
                                    

Todavía sigo esperando despertar de esta pesadilla. 

Mis ojos intentan no romper en lágrimas al ver el patético viejo que tengo en frente y se dirigen rápidamente hacia mi captor, como esperando que en algún momento este suelte la risa y me confiese de que se trata de una simple broma.

Pero eso no ocurre.

Sus ojos sólo me miran con insistencia y su pie derecho comienza a moverse, demostrando la poca paciencia que le queda ante la larga espera. Una mueca de fastidio empieza a formarse en su rostro y me hace una señal, para indicarme que actúe antes de que él mismo decida usar el cuchillo para otra cosa más interesante.

Como por ejemplo, cortarme el cuello en una simple rebanada.

El otro sujeto empieza a llorar con más fuerza y sus súplicas se hacen cada vez más insistentes. Miro el cuchillo fijamente y me da más miedo notar que en lugar de lástima, lo único que atraviesa por mi cuerpo es el completo odio. Recuerdo que hace unos minutos yo estaba en las mismas condiciones y él no detuvo sus manos en ningún momento.

-Vamos Willy, él se lo merece- me susurra mi propia voz en mi cabeza- Es su culpa que sientas tanto asco ahora mismo.

Niego con la cabeza asustado ante mis propios pensamientos y no puedo evitar que los recuerdos se apoderen de mi por completo. Sus manos recorriendo con deseo mi cuerpo, mis súplicas para que se detuviera, sus asquerosos labios posándose sobre mi propia piel, mis lágrimas cayendo por mis ojos y sus constantes burlas. Levanto la cabeza con determinación del suelo y como puedo, me acerco a su lado.

Él tiembla con fuerza y puedo notar, que se encuentra completamente amarrado. Me siento en frente suyo y sus ojos me miran llenos de súplica.

-Por favor, no me hagas daño- susurra asustado al notar el cuchillo en mi mano y tratando de alejarse de mi lado- Tengo familia chico, una hija y una mujer que me esperan en casa.

-¿Pensabas en ellas mientras me tocabas en ese maldito callejón?- pregunto fríamente dejando que algo ajeno a mi se apodere de mi razón por completo- Supongo que eso no te impidió querer hacer lo que quisieras conmigo.

La navaja atraviesa su mejilla, lo que lo obliga a soltar un gemido de dolor ante el profundo corte. Detrás de mi escucho una risa divertida y un sentimiento de poder, me hace llenarme de una emoción, hasta ahora desconocida.

-Por favor, perdóname hombre, te juro que no sabía lo que hacía- suplicó con desesperación tratando de evitar mis profundos cortes y usando sus horribles manos para evitar mi toque con el cuchillo.

-¡MENTIRA!- grité lleno de rabia- Seguramente hiciste eso mil veces antes, con chicos que ni siquiera tenían la madurez suficiente para entender lo que estaban viviendo- escupí en su cara con fuerza, tratando de contener las ganas de vomitar- Hiciste que se sintieran, vulnerables, asquerosos, sucios y que desearan estar muertos- aclaré con rabia- Tú eres el único que debería estar bajo tierra.

-No, por favor, te prometo que ya no lo haré más, te lo juro- solicitó mirándome con sus oscuros ojos- Iré a entregarme a la justicia sí quieres, te lo prometo.

-No seas ridículo- reí con ironía mientras cortaba su camiseta con ayuda del arma y veía con asco, el horrible cuerpo que tenía el viejo- La justicia no existe- admití pensando en el trabajo que tenía el responsable de todas aquellas cartas que llegaban a mi mochila cada mañana- Simplemente sirve para tener una sensación aparente de seguridad y evitar que todos actúen bajo su propia mano.

Mis oídos no quisieron escuchar una palabra más, así que sólo me dediqué a marcar su cuerpo con una frase que quedaría para siempre. Sus alaridos de terror no me detuvieron y me tocó apartar la sangre varias veces, para evitar arruinar mi obra maestra. Le dí varios golpes para que se callara y sólo le di algo de espacio, cuando vi que estaba a punto de desmayarse, lo que me obligó a tirarle un balde de agua encima traído directamente por mi anfitrión.

Cuando llegué a su miembro, tome la navaja y con determinación, decidí quitarle aquello que me había causado tanto sufrimiento. Fue ese último grito el que me llevó a reaccionar y abrí los ojos asustado, al ver lo que mis propias manos habían hecho. Di un paso hacia atrás para ver a mi víctima llena de sangre, con un insulto escrito sobre su estómago como sí lo hubiera marcado como animal y completamente castrado. Mis ojos se llenaron de lágrimas y comencé a negar con la cabeza, sin poder creer la atrocidad que había cometido.

Levanté mi mirada para encontrarme con la de un policía completamente divertido, con una cámara de vídeo entre sus manos y con los ojos brillando con deleite.

-Buah chaval, parece que alguien acaba de cometer un horrible asesinato- comento fingiendo lástima- Tengo las pruebas para que no vuelvas a ver la luz del día en toda tu vida Willy, pero no te preocupes que eso no pasará sí haces todo lo que te diga- terminó con una dulce sonrisa bajando el lente de la cámara y acercándose hasta mi posición.

Todo había sido una trampa.

Cómo pude ser tan ciego. 

Psicópata (Wigetta AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora