Capítulo diez: La prueba

190 31 3
                                    

Narra Samuel.

Existen ciertos sentimientos que no puedo llegar a comprender en el ser humano.

No entiendo cómo pueden querer entregarle su vida a alguien más. Suelen desear compartir todas sus emociones, sus pensamientos y llegan a creer, que sólo se sienten completos en compañía de esa otra persona.

Sienten una necesidad de protección que los lleva a querer apartar al otro del dolor y a preferir sufrir ellos, que hacerle daño a alguien más.

¿No es eso realmente estúpido?

Jamás comprenderé qué pasó con aquel egoísmo y esa necesidad de supervivencia propia de nuestra especie.

Hace poco fui capaz de experimentar por primera vez otro deseo a parte de aquel que corre por mis venas, cada vez que tomo un cuchillo entre mis manos.Deseé con todas mis fuerzas culminar la distancia entre nuestros cuerpos y poseerlo por completo. Jamás me había pasado algo parecido. Usualmente le huía al contacto humano y me parecía incomprensible aquel placer que veían en el acto sexual.

Disfrutaba jugar con los sentimientos de Guillermo, ver su cara de confusión y me reía al ver lo ingenuo que era.

Pero ahora no entendía qué sentía.

Si la puerta no hubiera sonado en ese instante, ahora mismo lo tendría gimiendo bajo mi cuerpo.

Me gusta tener el control y toda esta situación me está haciendo perderlo por completo.

Ver las fotografías que se habían colado por el hueco bajo la entrada, me hacía sonreír con diversión. Habían varias tomas de mi último asesinato y la última de ellas, tenía escrita una pregunta en la parte de atrás que me hizo fruncir el ceño por varios segundos.

"¿Qué te parece? El chico pudo derribar tu coraza. ¿Qué pasaría si tiene un accidente?".

Extrañamente me molestó imaginar aquel escenario.

No podía soportar que alguien a parte de mi, le hiciera ninguna especie de daño.

Aquel pensamiento me asustó.

Tenía que recordar quién tenía el control.

No podía perder el rumbo y necesitaba comprobar que lo que le pasara, no me importaba en lo más mínimo.

Con esa idea en mente, regresé a la cocina guardando el contenido del sobre dentro de mi chaqueta. Lo encontré con la mirada gacha y aquella pose tan indefensa, me hizo sonreír divertido.

Que patético podía llegar a ser el pobre.

-Oye Willy ¿Te apetece salir un rato?- pregunté indiferente acercándome hasta su posición. Sus ojos me miraron con sorpresa y una sonrisa emocionada se reflejo en su rostro.

-¿En serio?- cuestionó incrédulo- ¡Claro! ¿A dónde vamos a ir?

Sonreí ante su actitud y al imaginar lo que pasaría en unas cuántas horas. 

-Es una sorpresa- dejé salir una sonrisa enigmática y le ofrecí mi mano, para levantarlo del frío suelo.

Entrelacé sus dedos con los míos para guiarlo a la salida y evitar que se demorara un segundo más en abandonar el apartamento. 

Detestaba la lentitud.

Pareció molestarle la luz del sol sobre su rostro, pero a pesar de todo comenzó a saltar por el camino, como si nos dirigiéramos a un parque de diversiones. Negué fastidiado y comencé a caminar con rapidez, con el objetivo de llegar a nuestro destino. 

Era hora de ponerme a prueba. 

------------------------------------------------------**------**-------------------------------------------------------

La primera vez que esto ocurrió, recuerdo disfrutarlo desde el otro lado del callejón.

Me tocó contener el placer al verlo aterrado y sonreí con malicia, mientras miraba caer cada una de sus lágrimas. Mi miembro se apretaba entre mis pantalones y mi deseo de acercarme, tomar el cuchillo entre mis manos y atravesar su nívea piel, hacía arder mis venas. 

Nuevamente veía el sudor deslizarse por su cuello. Sus achinados ojos se encontraban tapados con una fina venda y  gemidos de dolor salían por sus labios. El otro sujeto se encargaba de arrancar con fuerza cada una de sus prendas y no tenía la más mínima delicadeza, para pasar sus manos por su cuerpo. Él gritaba asustado solicitando que lo soltaran, dejaba salir mi nombre por sus labios suplicando ayuda y se movía forcejeando sobre la cama. 

Nuevamente la sangre corría por mis venas.

Pero esta vez era por algo completamente distinto...

Miraba con odio al hombre que besaba con insistencia aquella piel que había reclamado como mía. Mi corazón se oprimía con dolor cada vez que otra lágrima se lograba deslizar por aquel pañuelo. Mis manos se encontraban en forma de puño y por primera vez, un deseo de pertenencia se apoderaba de mi cuerpo. 

Él era mío.

Nadie más tenía derecho a tocarlo y odiaba ver ese terror, si no era provocado por mis propias acciones. Cerré los ojos con fastidio al ver como aquel imbécil bajaba sus pantalones dejando salir su asqueroso miembro completamente erecto. Tomé con rapidez el cuchillo que siempre se encontraba dentro de mis pantalones. Me acerqué como un ninja hasta su posición y se lo clavé en la carótida sin dejarlo siquiera darse cuenta de lo que ocurrió. Lo tiré con asco al piso con ayuda de mi fuerza y con rapidez me coloqué sobre el cuerpo de mi chico.

Gritó con terror al sentir mi peso sobre el suyo y antes de que ocurriera algo más, atrapé mi boca con la suya. Mordí con deseo sus labios y recorrí toda su cavidad, con ayuda de mi lengua. Un gemido quedó atrapado entre nuestro beso y con delicadeza baje aquella venda que me no me permitía ver mi reflejo en sus pupilas. Sus ojos se abrieron con sorpresa antes de corresponder mis caricias. Sus manos se colaron por mi camisa y suspire con fuerza, al sentirlas sobre mi pecho. 

-¿Qué diablos me hiciste Guillermo?- pregunté al separar mi rostro del suyo. 

Él sólo me respondió con otro beso. 






Psicópata (Wigetta AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora