Capítulo tres: Encuentros

317 53 3
                                    

Siento que me dirijo hacia mi propia guillotina.
Es casi media noche y de manera extraña la ciudad se encuentra completamente desierta. Sólo se pueden identificar algunos vagabundos caminando por las aceras buscando algún refugio ante el horario nocturno , mientras otros ya se encuentran completamente cubiertos por varias capas de cartón y algunas feas cobijas, que han sido desechadas por su antiguo dueño.
Intento no perderme en mis pensamientos mientras conduzco, pero sé no tendré tanta suerte como para que un horrible camión se me atraviese y termine con mi vida en cuestión de segundos.
No, nadie se atreverá a salvarme de mi horroroso destino.
Aquel que incluye hacerle frente a un horrible sujeto que se divierte con el dolor ajeno y el cual es culpable de que mi dulce hermanita se encuentre luchando entre la vida y la muerte, mientras está tumbada en una unidad de cuidados intensivos.
No puedo ser tan egoísta.
Sé que sí algo llega a pasarme, ella será la que pagará las consecuencias de mis actos y yo no podré hacer nada para evitarlo.
Con eso en mente decido prestar mayor atención a la avenida y reducir la velocidad del automóvil. Los árboles desaparecen de mi vista con el paso de los minutos y parece que la lluvia que inició al salir de casa, aumenta en cantidad y termina empañando el vidrio por completo.
Luego de unos treinta minutos, llego a mi famoso destino y termino dejando el carro parqueado a la derecha de la avenida, antes de que comience la carretera y cerca de los últimos locales que son visibles; los cuales por obvias razones, se encuentran completamente cerrados.
No sé cuánto tiempo pasa antes de que sea capaz de bajarme del auto.
Solamente recuerdo respirar con rapidez mientras siento que mi cabello está repleto de sudor. Sé que sostengo el manubrio con tanta fuerza, que el día de mañana estaré quejándome del dolor en las manos. Mis ojos se encuentran mirando el espejo retrovisor y una mueca extraña se refleja en mi rostro; aquella muestra lástima hacia el sujeto que está a punto de cometer una auténtica locura. Aquel imbécil que se atreve a verse solo con un maldito psicópata pasadas las doce de la madrugada y el que tiene más miedo, del que ha sentido en toda su vida.
Niego frustrado con la cabeza y me apoyo sobre la puerta, esperando cualquier tipo de movimiento.
No pasa mucho tiempo antes de escuchar un fuerte ruido que proviene del otro extremo de la acera y que parece estar ubicado entre dos locales.
Me paralizo cuando miro aquel sitio con detenimiento y me doy cuenta que se trata de un callejón.
Es todo, estoy muerto.
Es aquí donde el asustado chico se acerca a la calle, se encuentra con el asesino y termina con el cuello abierto de par en par.
Intento borrar esos pensamientos negativos mientras camino lentamente hacia mi destino con la mayor valentía que logro emanar de mi interior. Cada paso está lleno de angustia y debo evitar empezar a darlos hacia atrás, porque sé que saldré corriendo lo más pronto posible.
Cuando llego al callejón, mi camisa ya se encuentra completamente empapada de sudor. Miro hacia los lados rápidamente para encontrar el dueño de aquel sonido y termino soltando un grito, cuando una mano es colocada rápidamente sobre mi boca.
-Pero ¿Qué tenemos aquí?- susurra divertida una voz hacia mi oído, consiguiendo paralizarme de miedo- Te gusta salir en las noches de paseo, eh chico- continúa cambiando su tono a uno sensual y pasando su asquerosa lengua por mi cuello haciendo que me retuerza y quiera salir de su agarre.
-Suélteme- expreso aterrado luchando con sus brazos y queriendo salir corriendo.
-Mejor es que te quedes quieto hermoso o de lo contrario, no seré tan amable- dice agarrándome por los hombros y haciendo que lo mire fijamente.
Se trata de un hombre viejo de unos cincuenta años, con un asqueroso bigote rodeando su cara y una mueca pervertida sobre su rostro.
-¡MATT, LUIS VENGAN!- grita hacia la nada. En cuestión de segundos, otros dos sujetos aparecen por cada uno de los extremos- ¿Qué os parece? Os dije que por aquí se encontraban chicos interesantes- expresa acercando su rostro hacia mi cuello y aspirando con deleite.
Sentí unas inmensas ganas de vomitar.
-Es bastante guapo ¿No?- dice divertido otro de ellos acercándose hasta nuestra ubicación- Yo quiero ir primero.
-Lo siento, pero yo fui el primero en verlo, así que me toca probarlo antes que vosotros- aclara seriamente.
No recuerdo mucho más lo que siguió de la conversación.
Lo único que pude notar fueron unas fuertes manos que me lanzaron hacia la pared con fuerza, un fuerte dolor en mi espalda y unos fuertes deseos de querer morirme. Sentí su lengua recorrer mi cuello, su asqueroso aliento sobre mis labios y sus manos tirar de toda mi ropa con desesperación.
Me sentía en otro planeta.
Uno en el que mi dignidad iba desapareciendo con el viento. En el que las lágrimas caían por fuerza por mis ojos mientras intentaba mantenerlos completamente cerrados para evitar mirar su horrible cara.
Estaba aterrado, angustiado y quería que todo terminara.
Que sus labios se separaran de los míos, que su toque desapareciera sobre mi pecho y que sus ojos dejaran de recorrerme con deseo, mientras se burlaba de mi vacía expresión.
Sólo quería que desapareciera.
Mi menté empezó a jugar conmigo cuando escuché el fuerte sonido de una patrulla, aparecer sobre la calle. El sujeto comenzó a verse completamente aterrado, mientras agarraba sus cosas y no contento con llevarse mi dignidad, decidió tomar su navaja y dejarme una herida que distaba de curar rápidamente.
Recuerdo ver a un apuesto chico vestido de oficial acercarse a mi posición, mirarme con pena y tratar de detener la hemorragia; recuerdo que sostuvo mi cuerpo contra el suyo y me llevó hacia el asiento trasero del coche.
Me había salvado.
En serio le debía mi vida por completo.
-No debiste salir tan tarde Willy- expresó seriamente luego de avanzar algunos metros de distancia y mirándome por el espejo retrovisor.
Lo sé, no debí hacerlo.
Espera ¿Qué?
Abrí mis ojos aterrado al darme cuenta de su reconocimiento y al notar que su mueca se iba transformando a una completamente divertida.
-Sí, luego habrá tiempo de presentaciones- aclaró despreocupado al darse cuenta de mi cambio de expresión- Por ahora daremos un largo paseo, así que ponte cómodo.
La vida no siempre es un cuento de hadas y al parecer la mía, estaba muy lejos de llegar a serlo.
Ahora sí, estoy muerto.

Psicópata (Wigetta AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora