Epílogo opcional

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Si les soy sincera, a veces todavía me escabullo para ver a mi familia, no
puedo evitarlo. Y a veces ellos todavía piensan en mí, no pueden evitarlo.

Me gustaría decirles que esto es bonito, que aquí estoy a salvo para siempre, como algún día lo estarán ustedes. Pero en este cielo no existe el concepto de seguridad, del mismo modo que no existe la cruda realidad.

Despues de la boda, Dinah y Siope se encontraban bebiendo Champán en el patio de su nueva casa. Fue una sorpresa para todos cuando Dinah descubrió que estaba embarazada.

—Me pareció que estabas más gorda —dijo Sofia sonriendo.

—Mira quién fue a hablar —dijo ella.

«Fue una niña, a la cual pusieron de nombre Camila, en mi honor, ahora dejándome solamente en recuerdos.»

Mi padre soñaba con el día que podría enseñar a otra niña a construir botellas con barcos en miniatura. Sabía que en ello habría tanta tristeza como alegría, que siempre le recordaría a mí.

Mis padres donaron el resto de mis pertenencias a la organización benéfica Good Will.
Siguieron compartiendo los momentos que sentían mi presencia. Ahora que estaban juntos, pensar y hablar de los muertos se convirtió en una parte totalmente normal de su vida. Y escuché a mi hermana Sofia tocar el piano.

Lauren se convirtió en la doctora Jauregui, «la verdadera doctora de la familia», como le gustaba decir a Clara. Y vivió cada vez más momentos que optó por no cuestionar. Aunque a su alrededor tenía a cirujanos y científicos serios que regían un mundo en el que no había términos medios, no descartó la posibilidad de que los extraños acompañantes que a veces se aparecían a los moribundos no fueran producto de las apoplejías, que ella había llamado a Ruth por mi nombre y había hecho realmente el amor conmigo.

Y allí volvía a estar ella, saliendo sola del campo de trigo, mientras que todas las personas que me importaban estaban reunidas en una habitación. Ella siempre me sentiría y pensaría en mí, me daba cuenta de ello, pero yo no podía hacer nada más. Ruth había estado obsesionada conmigo y seguiría estándolo. Primero por accidente y luego de manera voluntaria. Toda la historia de mi vida y de mi muerte era suya si decidía contársela a los demás, aunque fuera de uno en uno.

«Jamás encontraron mis restos»

Ahora estoy en el lugar que yo llamo este Cielo amplísimo, porque abarca
desde mis deseos más simples a los más humildes y grandiosos. La palabra que utilizo es «bienestar».
De modo que hay bizcochos y almohadones, y un sinfín de colores, pero debajo de este mosaico más evidente hay lugares como una habitación tranquila adonde puedes ir y cogerle la mano a alguien sin tener que decir nada, sin explicar
nada, sin reclamar nada. Donde puedes vivir al límite todo el tiempo que quieras.

Este Cielo amplísimo consiste en clavos de cabeza plana y en la suave pelusa de las hojas nuevas, en vertiginosos viajes en la montaña rusa y en una lluvia de canicas que cae, rebota y te lleva a un lugar que jamás habrías imaginado en tus sueños de un cielo pequeño.

Y en una pequeña casa a unos ocho kilómetros vivía un hombre que sostuvo en el aire mi pulsera de colgantes llena de barro para enseñársela a su mujer.

—Mira lo que he encontrado en el viejo polígono industrial —dijo—. Uno de los tipos de la obra me ha dicho que están nivelando todo el solar. Tienen miedo de que haya más grietas como la que se engullía los coches.

Su mujer le sirvió un vaso de agua del grifo mientras él toqueteaba la
pequeña bicicleta y el zapato de ballet, la cesta de flores y el dedal. Cuando ella dejó el vaso en la mesa, le tendió la pulsera cubierta de barro.

—Su dueña ya debe de ser mayor—dijo.

No exactamente.

Secuestro | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora