Un paso tras otro, uno tras otro. Primero derecha, después izquierda. Un paso tras otro, uno tras otro. Primero derecha, después izquierda.
Carmen corría por el pueblo, más bien, escapaba de él. Lejos de todos los problemas, lejos de todo el dolor, lejos de toda esa porquería que era su familia. Una casa tras otra pasaban a su lado, todas idénticas, todas enfermas. Era como estar en el centro de un foco infeccioso, tratando de escapar de las garras de la enfermedad. Todo estaba contaminado, las casas, los céspedes, los faroles, los semáforos, los autos, las personas, los animales, los niños, el aire. Todo.
Corría lo más rápido que podía, apenas sintiendo los pies tocar el suelo. Los pulmones llenos de fuego y los ojos anegados en lágrimas. La gente volteaba a ver a la joven que pasaba junto a ellos, parecía desesperada, abandonada, anonadada, dolida, sorprendida, enojada. Todos le miraban, sin embargo, a nadie le importaba lo suficiente para acercarse.
Con una pequeña bolsa negra en la mano derecha y el cabello ondeando como una capa (la coleta había muerto), Carmen dejó atrás el centro y las casas, y se adentró en territorio de nadie. Tres kilómetros de pastizales con uno que otro árbol cada cien metros, una pequeña carretera llena de lodo y piedritas, un cielo gris como la piedra con nubes negras como el carbón, desangrándose en una torrencial lluvia. Conforme los metros pasaban bajo sus pies, Carmen comenzó a sentir el aire fresco entrar en sus pulmones y calmar el fuego que le quemaba por dentro, el aire le arrancaba el dolor y las penas, las gotas de lluvia limpiaban todo un pasado de secretos, rencores y tristeza.
¡Valla mañana que era esa! No, es más, ¡valla veinticuatro horas que habían sido esas!, desde que puso un pie en el pueblo de Holloway, Texas, hasta ese momento, en que Carmen sentía que todo a su alrededor se derrumbaba. Igual que en las películas de acción que uno ve en el cine, donde toda una ciudad es destruida por extraterrestres o villanos. Solo que en esta película ella era la ciudad, y los villanos eran su familia, y los extraterrestres un amor imposible.
-¡¡¡¡¡¡Aaaaahhhhhh!!!!!! –Se sentía bien gritar, gritarle a nadie y a todo el mundo. A todo pulmón pero en completo silencio, donde nadie le podía juzgar. -¡¡¡¡¡¡Aaaaahhhhhh!!!!!! ¡¡¡¡Los odio a todos!!!! ¡¡¡¡¡Váyanse a la mierda!!!!! ¡¡¡¡¡Estoy harta!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡Harta!!!!!!!! ¡¡¡¡Todos están dementes!!!! ¡¡¡¡¡No hay cura para su locura!!!!! ¡¡¡¡Pero yo no voy a ser parte de ella!!!! ¡¡¡¡¡¡Me largo de aquí!!!!!!
Y así continuo la joven hasta que llegó un punto en el que no tenía más que decir, solo llanto que salía por sus ojos cual marea en luna llena.
Dolor. Ese era el gran problema, tenía mucho dolor. Por la pérdida de su padre. Por la pérdida de su madre. Por la pérdida de su hermano. Por la agresividad de su madre. Por la agresividad de su hermano. Por la soledad a la que le habían condenado. Por la añoranza de una familia normal. Por la necesidad de ser importante para alguien. Por todo ello y muchas cosas más. Estaba rebosante de dolor. No importaba que por fin hubiera aceptado que su familia estaba demente, que ella no tenía la culpa. Eso no le quitaba todo el dolor que le embargaba.
Y frustración. Frustración que se mesclaba con el dolor creando una fea acuarela de sentimientos. Por el hecho de que Josh era ciego. Por el hecho de que ella se hubiera enamorado a primera vista de él. Por el hecho de que la única relación amorosa que intentara tener fuera un desastre de novela. Por el hecho de que no pudiera ver un futuro en jóvenes simples y sencillos como Dave. Y sí, era verdad que iba a hacer lo posible por tener una relación con Josh (si este resultaba ser el hombre que Carmen pensaba que era, su hombre). Pero nuevamente, eso no le quitaba el manto de frustración que se cernía sobre ella.
Y entre las lágrimas, la lluvia y la tristeza, Carmen no se dio cuenta que había llegado a la posada hasta que prácticamente se estampo contra la puerta. Por un momento se quedó inmóvil, sin saber si entrar o no. Sabía que estaba hecha un desastre y no quería llamar la atención, claro que pasar el resto de la lluvia afuera no era muy tentador. Y es que para ese momento la fuerte lluvia había transmutado a una horrenda tormenta, con miles de gotas cayendo en picada desde los nubarrones negros del cielo, con fuertes truenos que se habrían paso desgarrando el suelo cada diez segundos, y con un potente viento que alzaba todo cuanto pesara menos de cinco quilos creando pequeños remolinos. De hecho, por un momento Carmen imagino que se encontraba frente a los comienzos de un huracán, pero inmediatamente desechó la idea. Si algún huracán se estaba formando la alarma ya habría sonado hace horas.
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Dime lo que sientes y me quedaré a tu lado
RomanceCarmen se ha pasado la vida mirando a otro lado de la ventana, buscando esa otra mirada que la cautive y la haga sentir completa; no la ha encontrado. Y no es hasta que su testaruda amiga Hannah le insiste en aceptar una invitación a la boda de su h...