–Quizá este no sea el final de nuestra vida –Yuuri suspiró fingiendo una sonrisa en extremo amplia, colmada de una felicidad que para lamento de su querida amiga, no lo acompañaba. El muchacho de veinticuatro años, miró hacía las calles mientras acariciaba el suave pelaje del pequeño perrito que Yuuko le había obsequiado semanas antes de iniciar una nueva manera de observar su sendero. Sentando al lado de la ventana, él aguardaba la terminación de lo que cariñosamente llamaba: transición–. Tal vez las cosas sean mejores ahora que fuimos liberados... Ahora que somos casi libres –tuvo la esperanza de que sería así. El animalito le lamió la cara de improvisto, saltó de su regazo y dio un sonoro ladrido al mismo tiempo que el timbre de su nuevo departamento era tocado.
Ocultando su cansancio y levantándose los lentes para frotar sus ojos, que no habían reposado absolutamente nada durante la noche, el joven dejo su cómodo sillón de cuero y caminó en dirección a la puerta, no sin antes observar una vez más la calle, aún era muy temprano para que la gente empezara con sus actividades cotidianas. Todavía era muy rápido para que él olvidara totalmente.
Yuuri cargó al perrito que se resistía a su toque y juntos fueron a recibir al imprudente visitante.
–Señor Katsuki –al abrir la puerta, lo saludaron con una perfecta sonrisa, digna de ser una portada de revista–. Buenos días –añadió dejando descansar sus músculos de un gesto tan exagerado, pero sincero y cordial.
–Señor Leroy –correspondió su buena educación dejando el espacio suficiente para que el recién aparecido pudiera ingresar a su hogar–. Me sorprende que haya venido tan temprano –en realidad, a esas alturas de su vida, no había un solo acontecimiento que moviera sus sentimientos de contrariedad. Era un tempano de hielo, incapaz de percibir el calor.
–Lo siento por venir de improviso, pero no podía esperar para decirle lo siguiente –involuntariamente, el joven de mirar apagado y respiración agitada, comenzó a morderse las uñas, que prácticamente ya era inexistentes en sus diminutas manos de niño–, y creo que ya sabe a qué me refiero –Yuuri asintió a medida que dejaba a su cachorrito en el suelo, la tarea de despedazarse las cutículas se hacía muy complicada teniendo al animal en sus brazos–. Su aun esposo, el señor Viktor Nikiforov –habló con tanto sarcasmo, que Yuuri tuvo ganas de carcajearse; no obstante, la pena no le permitía tener ni un minuto de sosiego–, se niega a firmar los papeles de divorcio, además demanda verlo lo más pronto posible –el cliente de Leroy negó con tanta violencia, que sus cabellos se desordenaron–. Yuuri –emitió el preocupado abogado–, guarda la calma, yo no le diré dónde estás –un nudo se formó en su garganta al contemplarlo tan abandonado–. Así me torturen, sabes que no te traicionaré –Leroy, a pesar de ser conocido por su egocentrismo y coquetería natural, era una persona muy seria cuando se trataba de sus mejores amigos, y no había nada más terrible que ver a su gran compañero Yuuri, sufrir por culpa de un tercero.
– ¿Qué sucederá si logra dar conmigo? –preguntó a medida que sus mejillas infladas por el sobrepeso, se bañaban con las lágrimas amargas que una vez más derramaba por el modo de accionar del hombre que quería que fuese su ex esposo–. Yo no quiero verlo nunca más, Jean, no quiero...
El abogado resopló enfurecido por la melancolía de su amigo y en un arrebato de sus sentimientos, lo abrazó contra su pecho, para que sollozara en paz.
Quería que Yuuri oyera los latidos descoordinados de su corazón para que de una maldita vez supiera que nunca lo desampararía, porque los sentimientos que amparaba recelosamente para él, eran mucho más fuertes que el temor y el dolor. Más fuertes incluso, que las ganas de nunca más volverse a enamorar.

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Stay Close to Me
FanfictionEl amor después del silencio combatirá nuestros demonios. El odio nacido antes de comprender tu partida, perseguirá a la razón con ahínco, y eso me obligará a despreciarte. Podré pedirte que permanezcas junto a mí, pero mis lamentos ya no interesará...