*Capítulo Diez: "Phichit"

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—Tienes un sonrisa muy cándida y hermosa, siento que estoy viendo un ángel —sus intenciones fueron claras cuando decidió decirle un alago tan natural; él, sin detener los lentos pasos que los dirigían a un lugar desconocido del enorme parque de diversiones, suspiró por la súbita alegría que lo embargaba. El sujeto que lo acompañaba, iniciaba la charla con la intención de romper la tensión que se cernía sobre los dos—. Eres mucho más bello de lo que la aparentas en tu foto de perfil —hizo una pausa—, las cámaras no hacen justicia a tu hermosura —Phichit dejó de beber su refresco de fresas y se sonrojó al recibir semejante halago, incluso, en el frío del anochecer, él percibía un extraño y cálido cosquilleo elevándose desde una oscuridad impenetrable, para subir al encuentro de su rostro—. ¿Dije algo malo? —cuestionó él, al denotar el ligero nerviosismo reafirmarse en su acompañante, temor e inseguridad que confundió con incomodidad.

—No —meneó la cabeza, levantando la mirada para encontrarse con aquellos ojos tentados que consumían su cordura y lo hacían tan débil frente a una pasión desmesurada—, no has dicho nada malo —"Aunque sí muy vergonzoso", pensó con las mejillas ardiendo en vergüenza volcánica—, solo que me siento algo raro —y es que la inocencia de aquel joven no se comparaba con la expectante sensación de peligro que recorría cada una de sus terminaciones nerviosas—. Nadie me ha sido tan sincero jamás.

—Si te incomodan mis palabras, no temas en decirme, yo dejaré de hablar si me lo pides —insistió para no caer en un juego de voluntades que solo terminaría distanciándolos y consumiendo la confianza que habían logrado sedimentar con mucho sacrificio y horas de conversación, a veces, tontas—, nos conocemos desde hace unos meses y...

—De verdad, no me incómoda —Phichit lo cortó para dejarle de dar tantas vueltas a ese asunto sin la mayor relevancia para ninguno de los dos. El joven de cabellos negros soltó un suspiro—. Honestamente, estoy muy angustiado por este encuentro —todavía le costaba mucho llamar a esa salida de modo apropiado—, me da miedo no ser, ni asemejarme un poco a lo que imaginabas.

—No —él agacho la cabeza y sonrió con la naturalidad de un seductor. Cuando volvió a la postura normal, su expresión carismática se había esfumado—, claro que no eres lo que imaginaba —Phichit palideció al oír las palabras que lo llenaron de pavor desde que aquel encuentro se programó—, eres mucho mejor —agregó deshaciendo esa faceta de seriedad que no se combinaba con su carácter afable.

—Eres muy cruel —expresó con el corazón latiendo a una velocidad impresionante—, ¡Estaba muy asustado y encima te burlas de mí! —le reclamó con cada uno de los sentimientos desbordando tristeza y desesperación. Su acompañante, al notar que su broma de mal gusto sobrepasó los límites, ideó una acción que lo tranquilizaría.

Phichit aguantó la respiración en el tiempo detenido que duró la percepción de aquel acto, un par de brazos lo atrajeron para aprisionarlo contra un pecho que le dio el sosiego que las noches en vela le quitaron, con el fin de martirizarlo y hacerle creer que estaba fallando a la sociedad por ser "extraño".

—Sé que decir esto es prácticamente una locura, pero quiero que sepas que eres muy importante para mí —el tailandés denotó su corazón perdido en la locura del descubrimiento de una pasión mutua—, llegaste a mi vida cuando más necesitaba apoyo y jamás olvidaré que tus mensajes alegraron mi vida —musitó sin dejar que la conexión limitada de sus cuerpos se rompiera de modo improvisado.

Phichit había sufrido tanto cargando, en absoluta soledad, con aquel secreto que desgarraba su alma, ¿Qué pensarían sus amigos al descubrir su orientación sexual? Tal vez, la indudable hombría de Jean lo humillaría, y aunque Yuuri no actuaba desde la maldad, probablemente lo censuraría por las tradiciones con las que había sido criado.

Stay Close to MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora