Aradella tenía siete años la primera vez que le advirtieron.-Nunca te acerques a esa plaza, Ara.
Tanto a ella, como a otros niños le prohibían la entrada al misterioso lugar.-Los juegos te devoran si te acercas demasiado.-El mismo pasto que pisas tratara de hundirte. El cuenterio de los adultos le pareció absurdo a medida que crecía ¿cómo unos caños oxidados podrían comerte?, ¿Cómo el insignificante pasto atraparía tus pies?
Por eso, cuando Arabella tenía trece años desobedeció a los adultos. Escabulléndose por una puerta del costado; corrió por todo el jardín; cruzó la calle y piso la endemoniada tierra.
Pero la pequeña fugitiva no se encontró con lo que todos temían .Porque allí, allí solo había gente.
La mayoría vestida de negro o similar, mujeres de tacones y mini falda, hombres de compleción dura y reputación engañosa y algunos cuerpos "descansando" a mitad del camino, todos algo pálidos y cansados, con negras bolsas adornando sus ojos, pero aun así riendo.
Se preguntó si a los juegos de aquel lugar no les gustaba madrugar un domingo, o tal vez estarían en la iglesia como sus padres. Por eso se acercó en busca de respuestas, pero pocos les prestaban atención y los que lo hacían solo balbuceaban palabras incomprensibles. Pero ella quería ver los monstruos, ella no se iría de esa plaza sin antes ver con sus propios ojos lo que tanto alteraba a los adultos.
Así que intentó una vez más, con un hombre de blanca barba y vestimenta precaria a pesar del frio.
-Disculpe, ¿Dónde están los monstruos, señor?
-¿Monstruos?
-sí, esos de los que hablan mis papás y sus amigos, los adultos les tienen mucho miedo. Viven en esta plaza.
Y el hombre carcajeo. Tan fuerte e intensa fue su risa que se doblaba sosteniendo su estómago.
-Monstruos...los estás viendo querida.-dijo levantando con pesar su mano y señalando a la gente que se encontraba allí.
Arabella no entendió en ese momento mas, no hiso preguntas, pues las campanas habían sonado y sus padres no tardarían en salir.
Jamás volvió a pisar de nuevo esa plaza, a pesar de ella también convertirse en monstruo con el pasar del tiempo.