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Joe se levantó del suelo, donde Cas ronroneaba a sus pies, éste, al escuchar los golpes corrió a ocultarse bajo la cama. Con un ademán le ordenó a su amigo y a Evelyn que se ocultaran (los golpes le parecieron sospechosos), se acercó a la puerta, que seguía siendo tocada con la misma intensidad y habló con firmeza.

—¿Quién es?

Los golpes cesaron.

—Soy yo, Joe. Por favor, abre la puerta.

Nadie había reconocido la voz, lo único que se notaba era que provenía de un hombre, uno asustado, era una voz grave, y sonaba como si estuviese huyendo de una amenaza.

—¿Quién es "yo"?

—¡Soy Ed, por Dios, sólo déjame entrar!

Chocó su cabeza contra la pared.

—Tranquilo, ahora abro. —dijo Joe mientras le hacía otro ademán a sus amigos para que continuaran en lo suyo. Abrió la puerta y, en efecto, Ed, el hermano de Ámbar, se encontraba ahí, pero se encontraba en mal estado, su ropa estaba rasgada, tenía algunos moretones en su pálido rostro (el que más se notaba era el del ojo izquierdo) y sus puños estaban enrojecidos y manchados con algunas gotas de sangre.

Joe estaba por preguntarle qué había sucedido cuando, de un momento a otro, Ed perdió el equilibrio, se dirigió al suelo, pero Joe logró sostenerlo con sus brazos.

—Erick, cierra la puerta y apaga las luces de la sala y el pasillo. Lo llevaré a la cama.

—Vale.

—Yo te ayudo. —dijo Evelyn tomando las piernas del inconsciente Ed.

Su peso se podía comparar con el de un pequeño mueble vacío, pues estaba delgado y no era difícil de cargar.

Al colocarlo en la cama, Evelyn le revisó el pulso, estaba bien, sólo había tenido un desmayo, tal vez a causa de lo que sea que le había pasado antes de tocar la puerta.

—Tranquilos, se de esto, estudié enfermería hace unos años. —aclaró a Erick y Joe, quienes la veían confundidos.

—Woah. —dijo Erik desde la puerta de la habitación.

Se acercó con ellos.

—No hagan ruido, afuera hay unos tipos, parecen buscarlo a él. —dijo señalando a Ed con la cabeza mientras cruzaba sus brazos. —No sé qué hizo, pero se metió en líos.

—¿Qué habrá pasado? —preguntó Evelyn.

—No lo sé. —le respondió Joe apagando la luz. —No hablen, sabrán que estamos aquí.

Tocaron la puerta, Erick corrió (con sigilo) hacia la puerta y se asomó por la cerradura, del otro lado alcanzó a ver a uno de esos chicos, era grande y musculoso, tenía un gorro negro desgastado y usaba ropa negra, llevaba una chamarra de cuero con picos en los hombros.

—¡Si están ocultando a un chico aquí, más les vale entregárnoslo! —gritó el tipo.

Nadie le contestó.

—No creo que esté aquí, jefe. —le dijo otra persona.

—Dan lo vio correr hacia acá. —le respondió con voz irritada.

—Sí, lo vi. —repuso el tal Dan.

—Bien, ¿entonces dónde está?

—No lo sé. —dijo la otra persona.

El jefe lanzó un gruñido y golpeó a Dan en las costillas, quien se tiró al suelo gritando de dolor, una de sus costillas estaba rota.

Erick se apartó de la cerradura, regresó con sus amigos y les explicó susurrando lo que estaba ocurriendo. Joe, sorprendido, fue a asomarse por la cerradura, ahora sólo se encontraba Dan tirado en el piso, inconsciente. No había rastro de los demás.

El DueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora