Sueño

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Abrí los ojos alterado y salí por lo que ahora sabía que se llamaba puerta. La luminosidad afuera era demasiado intensa , pero hice mi mejor esfuerzo para avanzar con los ojos cerrados. Este no valió de nada.

Tirado en el piso, sentía cada vez más cómo me dolían los rayos, sin mencionar los raspones por la caída. 

Cuando alguien me ayudó a levantarme, mi mente estaba ocupada por un único pensamiento, aunque incluía una secuencia de imágenes y sonidos. Sólo quería encontrarla.

En mi vida había tenido una certeza, pero ahora me hallaba ante otra y, tal como me había pasado antes, seguía sin fundamentos. Era una corazonada que cobraba sentido con evidencia física. Sin embargo, esta vez estaba bastante perdido. Pero tenía que hablarle.

— ¿Estás bien?

— ¡Dum! —gritó Kara — Sólo ha pasado una semana. ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Vas a hacerte daño!

Sonaba asustada más que enfadada, pero nada de eso me importaba.

—Kara, quiero hablar con... con emm... la mujer que habló conmigo el primer día.

— ¿Con Tanya?

—Sí. Ahora.

—Está bien. Te acompañaré antes de que te lastimes más, ¿pero por qué quieres hablar con ella?

De ninguna manera iba a confiar en ella. Eso de expresar los sentimientos en voz alta no pegaba conmigo, y no iba a empezar con una desconocida. Además, consideraba que era un asunto que ni siquiera le incumbía a Yerg. 

Me mantuve en silencio hasta llegar a la casa, aunque deseaba gritar, gritar sin que nadie me escuchara.

— ¿Qué sucede, Dum? 

— ¡Tanya!

Me liberé del brazo de Kara y di un paso al frente, pero volví a caer porque mis piernas no paraban de temblar.

—Está ardiendo. ¿Por qué lo has traído aquí?

—Quería hablarte. No sé sobre qué.

—Tú... tú estabas allí —balbuceé —. Estabas allí y...

La boca se me seco. Los labios se despegaron de repente y expulsé un líquido horrible mientras todo se tornaba negro. ¿Es que la oscuridad no me dejaría nunca?

Siete CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora