Hambre

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El arriba continuaba siendo perfecto para mí. También seguía llamándolo así en lugar de Maan —la aldea— y Afrika —el continente —; simplemente no me acostumbraba.

Yerg no parecía tener intenciones de irse, puesto que allí no se sentía tan sola. Yo, por supuesto, me encontraba como en casa.

Ninguno de los dos había podido superar los desafíos que la naturaleza nos ofrecía. Sin embargo, yo practicaba lo más que podía, no sólo para conseguirlo, sino para olvidarme de la escritura.

Poco a poco, me fui convirtiendo en un nativo. Sin embargo, todo cambió cuando descubrí que las cartas me habían mentido y que, en realidad, ese mundo ocultaba tantas verdades como mi lugar de origen. Lo que captaron mis ojos fue demasiado para mí y retomé mi vieja adicción cuando nadie me veía.


Hasta el día de ayer, la posibilidad de tener una buena vida era posible, o se veía posible, mas nunca lo había sido. Entiendo que no todo funcione como es debido, a pesar de que a mí me gusta remarcar la perfección del arriba, pero era obvio que debía de existir alguna falencia. Esta no formaba parte de mi conocimiento a propósito porque, de haberlo sabido, quizás, me habría marchado. Yo sé que no lo habría ni intentado, mas ellos no me conocen y desconfiaron de mí.

¿Seguirían desconfiando? ¿Cuántas mentiras más tendrían guardadas? ¿Se trataría de más gente muriéndose, aunque no por hambre, sino por otro motivo?

***

Lo único que sabía era que los niños que lucían débiles eran dejados de lado. La comida no alcanzaba para todos muchas veces, y elegían apostar por los más fuertes, los que sabrían mantener a la aldea en el futuro, el cual era incierto para muchos, ¿pero por qué? La calidad de vida no era tan maravillosa como le habían descrito. Me pregunté si siempre había sido así y lo habían engañado desde un primer momento o si la situación había cambiado con el pasar de los años.

De todos modos, eran buenos ocultándolo, especialmente a nosotros. Yerg ni siquiera lo había notado y, si me era posible, yo también la mantendría ignorante sobre el asunto. Si descubriera aquello, tal vez se marcharía, y no podía hacerlo, no después de todo ese tiempo, no después de encontrar un sitio en el que de verdad la aceptaran.

Les hice creer que me olvidé de lo que mis ojos habían captado para poder averiguar por mi cuenta lo que ocurría. Ellos tendrían una excelente relación con la naturaleza, pero de seguro no eran tan observadores como yo.

Siete CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora