Estrella fugaz

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“En otras noticias, nos informan que el mundialmente famoso: Naruto Namikaze se ha recluido en su mansión, aquí en Inglaterra para pasar sus últimos momentos en compañía…”


—¡Apaga esa cosa! —Kakashi giró el rostro, topándose con el semblante molesto del pelirrojo, quien le fulminaba con la mirada.

—Gaara, yo le pedí que encendiera el televisor ttebayo —la cansada y débil voz de Naruto se escuchó en la habitación, era casi un murmullo lastimero—. Sabes que los buitres tienen que comer de algo.

Una débil sonrisa adornó el rostro del último Namikaze, quien a sus noventa y seis años, solo esperaba que su momento llegara. Desgraciadamente no podía decir que había tenido una estupenda vida porque sería mentirse a sí mismo. Ciertamente era un hombre exitosos en el campo laboral, dueño de la empresa petrolera “Rasengan”, una de las más grandes y reconocidas a nivel mundial; poseía mansiones en varias partes del mundo, autos, y un sinfín de cosas ostentosas —que nunca llego a ocupar—, mismas que no le servían en este momento de nada, porque no tenía con quien compartir toda esa fortuna.  

Era en ese momento que se arrepentía profundamente de haberle dado más prioridad al trabajo, ya que nunca pudo formar una verdadera familia… probablemente, solo era miedo a tener otro compromiso, por lo que compartió tantos lechos como días del año. En su época de juventud fue catalogado como un Casanova y mujeriego —incluso pervertido— varias mujeres y donceles quisieron hacerle creer que habían quedado embarazadas, argumentando que le darían un heredero digno del apellido Namikaze.

Afortunada o desafortunadamente, cada una de esas ocasiones todo fue una mentira descubierta justo a tiempo y es que llegó a preocuparse más de cinco veces, gracias a estas mujeres oportunistas que solo buscaban hacerse con algo de su fortuna. Al final quedo completamente solo en cuestión amorosa, aunque de cierta manera se lo había buscado. Tan solo contaba en ese momento con tres personas a las cuales podía llamar familia y eran de su entera confianza.

El primero era Hatake Kakashi, un varón de casi treinta años y su abogado desde hace cinco. Para Naruto era un muchacho demasiado inteligente, aunque muy vago en ciertas cuestiones y hay que destacar que es impuntual a más no poder. También es un pervertido de primera, amante de los libros eróticos y de las tardes lluviosas, y pese a la diferencia de gustos se habían llevado de maravilla.

Después tenía a Umino Iruka, un encantador doncel de veintiocho años, quien era su enfermero particular desde que cumplió los noventa, ya que fue en esas fechas en que se vio obligado que quedar reposando por tiempo indefinido en una cama, debido a sus constantes dolores. Para el Namikaze, Iruka era como el hijo que nunca tuvo, alguien dulce y alegre que llego a su hogar para encargarse de un anciano inútil como él —forma en que se denominaba así mismo.

Iruka no tenía familia, así que termino encariñándose con Naruto de tal manera que al final se fue a vivir a su casa para estar al pendiente de él las veinticuatro horas. Claro que constantemente viajaba al lado del rubio; cada que era estrictamente necesaria su presencia, ya sea para firmar contratos o checar asuntos de negocios. Era tal la confianza que incluso Naruto le llegaba a decir hijo o Iru-chan.

Finalmente estaba Gaara No Sabaku, un doncel con un fuerte carácter, de veintiséis años, quien era su asistente personal. Prácticamente era él que había estado manejando la empresa hasta ese momento con ayuda de Kakashi, el menor era considerado un genio en el campo de las finanzas y la administración, ya que se había graduado a los diecisiete años y curiosamente fue a pedirle trabajo como un simple secretario.

Deseo... amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora