Locura de amor

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Sentía la garganta seca y los parpados pesados. Incapaz de abrir los ojos, se concentró en el aroma que lo rodeaba, arrugando la nariz al percibir una extraña mezcla de antibióticos, limpiador y una tenue fragancia que se le hacía demasiado familiar, haciéndole esbozar una imperceptible sonrisa, mientras se forzaba a despertar, comenzando a ser consciente de todo lo que había pasado, preguntándose cuánto tiempo es que llevaba en esa situación.

Al abrir los ojos, observó la carita de Gaara, llena de preocupación y alivio entremezclado, parpadeando varias veces, como si lo que estuviera viendo fuera producto de sus sueños, aun así le regaló una dulce mirada, relajando las facciones cansadas del doncel. Y sin poder evitarlo, contempló cada rasgo en la delicada carita, sus ojos seguían hinchados y la punta de su nariz roja, así que no le sorprendió sentir finas gotas caer sobre su rostro, a la par que unos brazos le rodeaban con sutileza.

—Lo lamento tanto, tanto —balbuceó—. Por favor perdóname, yo…

—Shh —silenció, acariciando suavemente el brazo de Gaara—. No llores.

—Todo fue mi culpa…

—Claro que no ttebayo.

En ese momento, Tsunade entró a la habitación, sorprendiéndose un poco de que Naruto haya despertado tan rápido, aun así, mantuvo su expresión seria, acercándose para revisar los signos vitales del varón. Al parecer estaba mejor y su vida ya no corría peligro, si seguía así, lo más seguro es que estuviera de regreso a casa antes de tiempo.

—Hay que hacerte varias pruebas aún —dijo, observando los vivaces ojos azules—, simplemente rutina.

—¿Cómo se encuentra? —Cuestionó Gaara.

—Mejor, pero hay que mantenerlo vigilado y evitar exponerlo a cualquier tipo de estrés o alteración.

Un poco más tranquilo, Gaara soltó el aíre que había estado reteniendo, regresando al lado de Naruto, sentándose en una pequeña silla, mientras tomaba la acanelada mano entre las suyas, bajando la cabeza, sin saber cómo disculparse, e incapaz de mirarlo a los ojos.

—Espero que hayan limpiado muy bien la isleta de mi cocina ttebayo. Recuerda que me gusta preparar galletas y postres —bromeó, complacido por la reacción avergonzada del doncel, colocando una expresión seria segundos después—. Gaara… no es tu culpa. Fui descuidado, creí que no era nada.

—Naruto…

—Esto hubiese pasado de todas formas, así que no te sientas mal ttebayo, que todavía no estoy muerto… —su mirada se cruzó con la de Gaara, transmitiéndole paz—. ¿Sabes? Mamá solía decir que los tontos nunca mueren… debe ser verdad.

Nuevamente, sintió los brazos de su niño rodeándole en un cálido abrazo, escuchando atentamente las disculpas que no necesitaba, pero que tampoco iba a detener, haciéndose una nota mental sobre mantener vigilado a Shukaku por si le llegaba a hacer algo a su amado Gaara.

●●●

Checó la hora una vez más. Las manos le temblaban levemente al pensar en todo lo que tenía que decirle, y en lo que él le respondería. Ya no estaba tan seguro de querer una explicación; se había dado cuenta que debía confiar y las cosas se darían a su debido tiempo, que si Naruto no hablaba de su pasado era porque se le dificultaba, porque había recuerdos que aun le dolían, y el no iba a ser el causante de traer a su memoria cosas que anhelaba olvidar.

Confianza, era todo lo que necesitaba y lo que más le faltaba. Naruto era alguien misterioso, pero jamás le haría daño, lo sabía con solo verlo a los ojos aquellas gemas azules que tanto le encantaban, las mismas que siempre tenían impreso un matiz de tristeza y soledad. Finalmente, se preguntó qué anécdotas guardaba un hombre que había vivido casi cien años, uno que seguía solo, y cuya compañía se limitaba a Deidara, Gaara, Iruka y Kakashi. No había esposa, no había hijos y no había amigos… ¿por qué? No lo entendía, Naruto es alegre, atento y un hombre maravilloso que debería tener más personas a su alrededor.

Deseo... amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora