CAPITULO 1

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SANTIAGO

Incluso antes de que los hombres reptil me atacaran, no estaba teniendo un buen día.

En primera había dejado mi mochila en mi dormitorio, por lo que me vi obligado a volver y recogerla, cuando llegué el autobús de mi grupo se había ido y yo tuve que entrar en el de los chicos repetitivos.

Verás, se supone que en la escuela Yancy cada grupo debe tener máximo 30 estudiantes pero los chicos aquí son tan malos que nosotros tenemos 20 repitentes de curso, y como el autobús es apenas para 30 los demás debemos ir en otro aparte.

Siguiendo con mi mala suerte, me tocó sentarme con el bravucón, llamado Max.

Él era el más grande del curso, tenía unos 17, además de una altura de casi dos metros y los brazos tan musculosos que era común que si los flexionaba las mangas se rasgaran.

Aun así podría decir que su familia era pobre, usaba camisetas deslucidas y pantalones con tantos huecos que deberían ser clasificados como pantalones cheedar, tenia el pelo color mantequilla tan largo que le caía sobre los hombros además de estar tan revuelto como el nido de una rata. Sus ojos azules tenían una mirada enloquecida y sombría que siempre se dirigía a mi almuerzo o el dinero que tuviera en la mano.

El punto es que yo estaba ahí, mirando a través de la ventana a Manhattan cuando una voz gruñó:

-Ese es mi lugar, pringado.

Max se cernía a mi lado, acompañado de su séquito, un chico con el pelo pintado de púrpura y el otro pintado de verde. Eran básicamente iguales, salvo por el color de pelo y la ropa, el púrpura usaba un traje de gala negro, hubiera parecido un chico acomodado si no tuviera los botones mal puestos y la chaqueta rota. El de pelo verde usaba una camiseta con palmeras rojas, shorts naranjas y sandalias verdes, bueno sandalia porque por alguna razón tenia un pie descalzo

-Yo me senté aquí primero- dije. El de pelo púrpura entrecerró los ojos.

-Y? -Max encogió los hombros. Me tomó de la camisa y me arrojó a los asientos de al lado.-Te romperé la nariz la próxima vez.

-Revisate la tuya primero -dije. Él se la tocó instintivamente, seguramente recordando hace unas semanas cuando me tiro la bandeja de mi almuerzo y de un puñetazo mio le rompí la nariz. Sonreí ante el recuerdo.

-Callate, muy pronto pringado. Muy pronto me vengaré de ti.

No parecía que estuviera hablando de la nariz rota, pero no repliqué, porque nuestro sub-maestro habló:

-Muy bien, chicos. Es hora de bajar.

Eso es lo bueno de mi TDAH, o trastorno hiperactivo por déficit de atención, a veces todo pasa muy rápido si me distraigo o pasa muy lento si me aburro.

-Señor Paolo -dijo un chico sentado atrás de mi -por que venimos aquí?

-Tenemos que cuidar la naturaleza y por ello venimos a este retiro, señor "como sea que se llame".

Nuestro maestro Paolo estaba parado en la puerta, su cabello rubio dorado estaba recogido en un moño, los ojos le brillaban cuando pasé a su lado y me susurró:

-Un poco mas chico, el rescate viene en camino.

No sabía a que se refería, estaba a punto de preguntarle cuando Max me empujó por la espalda y caí de bruces contra el piso. Algunos soltaron risitas y otros me ayudaron a pararme, los aparté de un empujón y fui al otro autobús. Allí se cernía mi mejor amigo Sebastian.

Él a simple vista parecía el chico latino y fuerte del curso, tenia la piel muy bronceada, cabello negro corto a los lados y largo arriba, levantado hacia un lado, sus ojos eran color marrón chocolate. Pero en conste a lo mental era un buen chico, es más algunas chicas se morían por él, por qué lo sé? Porque siempre me piden su número o su tipo de chica, yo a veces les daba números falsos o les decía tu eres su tipo. Por supuesto solo me ganaba mala reputación, pero hey hay que divertirse de vez en cuando.

Los Salvadores Predichos: El Cristal de UranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora