CAPITULO 8

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MATEO

Las luces se encendieron por toda la planta, por lo que fue muy fácil seguirlas, además el siseo continuo de las máquinas silenciaba nuestros pasos.

De hecho parecía como si estuviéramos entrenando en el campamento, igual que ese primer juego de capturar la bandera donde Danna y yo...

No quería que me absorbieran los recuerdos, pero me ví de nuevo en ese fatídico día, cuando toda mi vida cambió...

*****

Mi madre era una de las mujeres más amables que jamás había visto, con su pelo negro como el carbón y sus ojos oscuros, daba el aire de una madre de casa amable, pero en realidad era una recepcionista de hotel. Ganaba un poco más de lo usual y de eso vivíamos, a pesar de ser abandonada por mi padre cuando yo tenía tres años, nunca la ví quejarse o estar furiosa con él. Habían sido felices juntos y de esa unión nací yo, su mayor orgullo, pero constantemente mencionaba lo mucho que me parecía a mi padre.

<<Tienes sus ojos azules>> solía decir <<También su atractivo, crecerás y serás el chico más guapo de toda la secundaria. >>

Un día, como cualquier otro, ella fue a trabajar y yo me quedé en casa, como siempre hacía cada vez que ella trabajaba un turno doble.

-Te veo en la cena -me dijo -te tengo una sorpresa preparada.

Si hubiera sabido lo que iba a pasar, le habría rogado que me dijera lo que iba a darme.

Entonces mientras salía un momento al jardín, un hombre apareció, estaba envuelto por una inmensa capa y una especie de sombra que lo rodeaba.

-Así que -su voz sonaba hueca y distante, como si gritara desde lo profundo de un abismo -tú eres uno de ellos.

-Quién es usted? -pregunté. Él solo se limitó a reír.

-Eres muy valiente. Desgraciadamente no puedo matarte, las moiras han dicho que tu vida no puede tocarse, pero jamás dijeron nada sobre tu espíritu.

Chasqueo los dedos y yo fuí lanzado hacía atrás.

Caí en medio de la sala, mientras el hombre avanzaba, rompió la estufa y causó un incendio que se propagó muy rápidamente.

-Esperaremos a tu madre -dijo -Si es que logras vivir lo suficiente.

-¡No te metas con ella!

Lo siguiente que pasó nunca pude explicarlo.

Grité, tan alto que las ventanas vibraron antes de estallar. Hubo un resplandor dorado tan fuerte que me obligó a cerrar los ojos y me hizo caer.

Al abrirlos el hombre estaba levantándose de donde había caído, un resplandor lo envolvía cual luciérnaga. Entonces se desvaneció en un remolino de sombras y luces.

Me miré las manos, que brillaban como si me hubiera untado neón liquido color dorado, pero no me importó nada. Estaba asfixiandome, en medio de una casa a punto de caerse a pedazos, no tenía salvación.

Entonces oí a mi madre.

-¡Mateo!

Me tocó el hombro, sus ojos encontraron los míos y me abrazó. Juntos nos cargamos hacía la salida, pero entonces sonó un crujido, levanté la vista y fuí lanzado por los aires.

Los Salvadores Predichos: El Cristal de UranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora