Tus ojos al despertar.

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Todo marchaba casi a la perfección en Hogwarts, habían pasado ya tres días desde que Snape había sido exonerado de toda culpa y el Castillo no podía estar más bello que nunca.

McGonagall había puesto a cargo a Hermione de Snape las 24 horas del día. La directora sabía que era mucho pedir, pero no encontró a alguien mejor que ella para cuidar la salud de su compañero y amigo.

Hermione tenía que tomar pociones para ausentar su sueño y velar el del profesor. Pasaba las noches sentada en una silla a un lado de él. Había comenzado a leer varios libros de medicina para poder estar mejor preparada ante cualquier situación. Su ritmo cardíaco se mantuvo estable desde la última vez, pero aún no despertaba, ni se movía en lo absoluto.

Hermione sabía cómo se llamaba eso. "En estado de coma". < El profesor Snape se encuentra en estado de coma, un término científico utilizado por doctores muggles; consiste en estar vivo pero no consciente, solo él decide si despierta o no > tenía que explicar, cada que alguien preguntaba sobre su salud.

Cada día que pasaba, a Hermione le dolía la cabeza de tanto pensar en como ayudarlo, en pensar si tenía que elaborar alguna poción o leer algún libro sobre encantamientos desconocidos para ella aún. Pero se convenció de que eso no sería suficiente. Hasta que una noche, la misma agonía y desesperación volvieron a su corazón. Hermione estaba cansada de ver a su profesor, quieto, inmóvil, prácticamente muerto en vida. No se podía despegar de él y tampoco quería. McGonagall había dado instrucciones precisas de que elfos le llevaran los alimentos a la enfermería y todas las noches McGonagall se permitía un par de horas cubrir a Hermione en lo que ésta se aseaba y se cambiaba de ropa. Había optado por llevar ropa casual, ya que no tenía ningún caso llevar puesto el uniforme.

En esas escasas horas libres, Hermione se pasaba rápidamente a la Biblioteca a buscar nuevos libros que le pudieran brindar información acerca de heridas, pociones curativas y demás. Hasta que se dio cuenta que ya había leído la mayoría de ellos, y frustrada, se dispuso a volver a la enfermería. Con frecuencia, después de la cena sus amigos iban a visitarla a ella y a Snape, y eso la hacía tomar un poco más de fuerzas, la hacía sentir menos incompleta.

Bajó el libro cerrándolo para cesar su lectura ya que a pesar de las pociones, le pesaban los párpados. Para entonces, Snape llevaba casi dos semanas inconsciente desde la guerra.

Se llevó las dos manos a la cara, conteniendo el llanto. Ya no sabía que más podía hacer por él. Había leído que en algunos casos de "coma", las personas podían quedar así por siempre y jamás despertar, pero seguían respirando. Temía demasiado que eso le sucediera.

- Abra los ojos, por favor... - le susurró, a la vez que se ponía de rodillas a un lado de Snape y tomaba con sus dos manos una de las de él. - Tiene que levantarse de ésta cama y seguir con su vida. Hágalo por el cariño que le tomo a Harry, hágalo porque así hubiera querido Lily Potter, ¡por favor!, reaccione.- No pudo contener más el llanto y por instinto, besó ligeramente la mano del profesor.- No tiene idea de cuánto deseo que se levante y me regañe ... Y me diga que soy una insoportable sabelotodo.- dijo algo resignada.

Se oyeron unos pasos con tacones a lo lejos y rápidamente se incorporó, porque aunque no estuviera haciendo nada malo, cualquiera podría malinterpretar lo ocurrido.

 Era McGonagall, a lo que Hermione deseó que no notara sus ojos rojizos.

- Buenas noches, querida.- la saludó con una sonrisa de lado.- Sólo vengo a notificarte que éste será el último fin de semana para ustedes. Tendrán un mes de vacaciones antes de regresar a clases. Y no te preocupes por el profesor, yo me quedaré a cargo de él.

Una Segunda Oportunidad Para AmbosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora