Entrada IV.

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Entrada IV

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¡Querido diario!

Mi principal error fue haberme vuelto una adicta. Y ahora lo entiendo y lo acepto. Y sí, sé que una adicción es una enfermedad que jamás se cura, solo se aprende a vivir con ella y que tendré que controlarla por lo que me resta de vida.

¿Pero qué iba yo a saber que ese simple hábito se me había vuelto una tremenda adicción?

Así que como en los grupos de alcohólicos anónimos, lo primero que se tiene que hacer es... aceptar tu enfermedad.

Y ahora puedo decirte que soy adicta a la esperanza, es algo que me avergüenza de sobremanera, pero ahora que lo sé, estoy aprendiendo a vivir sin ella.

Puede que en esté momento te parezca que soy una loca que no deja de quejarse, pero en mi defensa me atrevo a decir que es mi maldito relato y sí quiero descargar una gran cantidad de ira con una actitud pasivo-agresiva lo haré hasta que se me coman los ojos los gusanos.

Aclarado el punto, quiero culpar a todas las malditas princesas de Disney, que me hicieron creer en que encontraría a mi alma gemela.

También culpo a todas esas personas que te cuentan su historia de éxito que ronda por todo Internet y te dicen que siempre hay que ser perseverante y nunca dejar de lado los sueños.

Claro que no me puedo olvidar de todos esos artistas plásticos prefabricados por una cadena televisiva, que me hicieron pensar que ser famosa y millonaria era pan comido.

No, no es justo, pero supongo que lo peor que me enseñaron fue a tener esperanza. Esperanza que no me ha ayudado en gran cosa.

En casa de Saeko y Jónsi la esperanza fue un hábito. Hábito que me ha costado verdaderos horrores quitármela de encima, porqué el problema es que en la vida real no hay esperanza, por lo menos ya no.

¿Quién creo que soy para contar esto? En mil palabras… No tengo ni idea, pero puedo empezar a explicar como llegué a mi descubrimiento.

Sí me permito ser sincera, no es que yo sea una amargada carente de alguna empatía, pero que yo sepa mi padre me dejó sin nada.

Él me abandonó porque los cigarrillos eran lo que más quería, yo lo amaba, pero él quería más al alquitrán y a la nicotina.

Y ahora que estoy dejando mi adicción atrás, estoy decidida a no cometer la equivocación de volver a querer a alguien. De la misma forma en que su adicción a los cigarrillos mató a Jónsi por su amor enfermizo, Tomoe le encontró una fascinación y un amor a las conductas autodestructivas.

Ellos dos habían perdido por culpa de su adicción y yo no estoy dispuesta a perder nada más.

Porqué sí, con Tomoe y Jónsi aprendí que nunca es tarde para salvar a alguien, y sin embargo, siempre será tarde.

Me llamo Natsuki Kuga, tengo 25 años y soy adicta a la esperanza.

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Noir Désir (ShizNat) EDITADO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora