Noche.

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Vuelvo a mi apartamento y los rastros de tu presencia siguen tan claros como ayer, pero hace mucho que no me visitas. No sé si es por mí o si es por ti. Quizás no me has olvidado. No del todo.

Está bien para mí albergar esperanzas?

Quizás mañana te canses de ella y quieres volver a mis brazos. Tengo miedo de que esas ilusiones sean en vano y tú jamás vuelvas, y yo me quedé esperando con los brazos abiertos, mirando hacia el vacío que tú no llenas.

Intento dormir, doy vueltas en una cama que añora tu presencia, cierro los ojos y te visualizo, estas grabado en mi memoria. Veo tu sonrisa cuando me miras, el brillo en tus ojos, puedo ver perfectamente como se mueve tu rizado pelo en contacto con la almohada. Casi puedo sentir tu calor, tu mano acariciando mi pelo, bajando por mi mejilla, acercando mi rostro al tuyo delicadamente pero con fuerza. Casi puedo sentir tus labios presionándose con los mios despacio, fusionándose, un beso suave, y recuerdo cuando esos besos se quedaban cortos, ambos necesitábamos más, más puntos de unión entre nosotros, y el beso se volvía agresivo, dulce y salado, nuestras lenguas bailaban como tu y yo en el hielo, se deshacían en nuestro deseo. Nuestras manos buscaban desesperadamente el cuerpo del otro. Como amantes ciegos buscando su otra mitad. Piel con piel.

Respire hondo y abrí los ojos. La mirada de mi recuerdo ya no existía, no para mi. Y entonces pensé en ellos, juntos. Una oleada de tristeza invadió mi pecho, una presión que me obligaba a buscar aire a bocanadas. Verlos juntos ya era una tortura... Por qué tenia que pensar en ellos también?

Maldito masoquismo sentimental...

Mire el reloj, las agujas parecían no querer desplazarse, como si ellas también sintieran la presión que me asfixiaba.

"La noche está llena de agujeros
como balas que rasgan el cielo de tinta con oro.
Centellean mientras los chicos
tocan Rock & Roll.
Saben que no pueden bailar,
por lo menos lo saben."

Reconocí al instante la quemazón que atenazaba mi garganta, preludio de las lágrimas que luchaban por brotar de mis ojos. Pestañee. Las silenciosas lágrimas recorrieron mis mejillas hasta fundirse con la almohada, que era testigo de todo el dolor que me producía aquello que antes me hacia sonreír.

Quería gritar.

Llorar hasta quedarme ronco.

Quería patalear. Como un niño.

Golpear lo primero que encontrase en mi camino.

Quería deshaogarme.

Pero me quede quieto. En silencio. Sintiendo esa quemazón extenderse por todo mi cuerpo.

Necesitaba despejarme, olvidarme de todo, de ti, aunque solo fuese un segundo. Me levante, limpiando de mi rostro el rastro de las lágrimas y fui al único sitio donde sabia que lograría encontrar el anestésico a mis sentimientos.

La pista de hielo.

Cerré los ojos y comencé a practicar mi rutina, una y otra vez. Me deje llevar por la canción, hasta que mi mente estuvo demasiado cansada como para recordarte, tan cansada que ni siquiera podría reconocer mi propio reflejo. Tropecé. Caí en el frío hielo resollando, sintiendo como el corazón me palpitaba en la sien, acelerado, intentando bombear toda la sangre que mis músculos exigían.

Las fuerzas me abandonaron, mis extremidades no querían seguir las ordenes que les enviaba.
Me quede tirado sobre el hielo, las lágrimas volvieron a mi ojos, trague saliva, me obligue a levantarme y a salir de allí, antes de que alguien me viera y me preguntara por la razón de mi llanto.

Me encerré en el baño, me acurruque intentando silenciar mis hipidos, las lágrimas brotaban erráticamente, imparables. Las deje salir, dejé de intentar contenerme.

Llore hasta quedarme vacío. Hueco.

No se cuanto tiempo pase así, acurrucado en un baño oscuro.

Minuto a minuto me fui recuperando, lo suficiente como para llegar a mi apartamento, mi mente estaba ausente, embotada. Tan pérdida en si misma que ni siquiera podía pensar en él.

Y por primera vez desde que me dejo pude dormir tranquilo.

Corazones confundidos [Yuzuvier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora