►Cap. 24 || Mi Simon... ¿Qué te han hecho?

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Si bien ya se habían colocado sus abrigos respectivamente, seguían sintiendo el frío. No había calefacción, por lo que optaron seguir así.

—¿Ya está? —pregunto Raphael algo impaciente.

—Espera... casi —respondió Lydia mirando la pantalla de su computador y a la vez un celular.

Aquel era un lugar secreto que Lydia tenía en su sótano. Podría haber sido escalofriante si no fuera porque su amiga lo había decorado como si fuera la sala principal y estaba iluminada totalmente.

—¡Bingo! —dijo por fin ella

—¿Bingo del juego o bingo de "Ya sé dónde está Simon"? —preguntó Raphael con cierto humor.

—Bingo de "Eres un idiota pero si, ya sé dónde está" —dijo Lydia con una sonrisa y de repente, estaba seria, con la mirada perdida— Algo no va bien.

—¿Qué cosa?

—Ha sido muy fácil —Lydia tecleo su ordenador— Demasiado fácil para ser sincera. ¿Crees que sea algún tipo de trampa?

—¿A qué te refieres? No ha sido tan fácil, bueno, en cierto sentido sí, pero...

—No es eso. —dijo Lydia— El lugar de donde provino la llamada fue del Coney Island. Algo no me cuadra. ¿Qué tal si ellos llamaron a propósito? ¿Qué tal si esperaban que encontrásemos el celular del tipo ese y lo rastreáramos? Recuerda que no tenía ninguna otra llamada o mensaje, este era el único número.

Raphael quería refutar, pero sabía que no tenía argumentos. La suposición o bien podría ser correcta, o se estarían preocupando por las puras.

—No adelantemos hechos, Lydia —dijo Raphael ya no tan seguro como antes— ¿Qué más podemos hacer? ¿Esperar? No. Tenemos que ir, arriesgarnos.

—Lo sé, y tienes que saber que no lo hago por Simon, lo hago por ti.

*                   *                    *

Había perdido la cuenta de la noción del tiempo. La sangre seguía saliendo de su abdomen. Las cuerdas que sostenían sus manos y piernas atándolo a la silla, le estaban ocasionando marcas que le dolían al punto de querer desmayarse. Y ya se había desmayado, varias veces. Apenas podía visualizar el entorno, un pequeño foco colgaba arriba de él. Era la única luz. Llevaba mucho tiempo sin comer o beber. Se sentía impotente cuando no lograba si quiera desatarse por sí mismo. Aun así no se rendía, recordó una película: "Inquebrantable" La historia de Louie Zamperini. Si él había podido sobrevivir. ¿Por qué él no?

Notó pasos que se acercaban. Todos los días llegaba el mismo sujeto. Un señor alto con barba que hacía siempre la misma pregunta y le daba golpes, no sabía si por gusto o por euforia.

—¿Dónde están los documentos?

Simon lo miró. Sus ojos eran negros, realmente muy negros como el carbón. Y ahí estaba otra vez.

—Ya le dije, no... no sé de qué me habla —contestó Simon y cerró los ojos inmediatamente. Sabía lo que venía a continuación. No se equivocó.

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