Chapter 1

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"¿Cómo lidiar con un revoltoso hijo de tres años y una pareja suicida mientras estás embarazado de ocho meses y muy irritable?"

Eso era lo que se preguntaba Chūya todos los días, pero jamás era capaz de obtener una respuesta concreta. Suponía y quería creer que simplemente lidiaba con ello a su manera, aunque había ciertas ocasiones en las que necesitaba dejar salir todo el estrés que acumulaba en su interior, y ciertamente esa era una de esas ocasiones.

— ¡Dazai! ¡Infeliz! —fue la cariñosa forma en la que recibió al hombre de cabellos castaño y ondulados que acababa de ingresar por la puerta principal de la residencia— ¡¿Dónde demonios te habías metido?!

Chūya sostenía en sus brazos a Saku, el pequeño hijo de tres años de ambos, mientras miraba de forma asesina al castaño, exigiendo una explicación. No estaba para nada de buen humor; su espalda y pies le estaban matando, sentía náuseas desde la mañana, y Saku no se quedaba quieto ni un segundo, ni siquiera lo estaba ahora que estaba en sus brazos. Más le valía a Dazai tener una excusa muy buena para desaparecer todo un día, o sino...

— ¡Chūya! —exclamó el antes mencionado, sonriendo de mejilla a mejilla e ignorando por completo sus quejas— ¡Pero si es mi hermoso compañero de vida, mi alma gemela, mi bella flor del atardecer, mi resplandeciente petirrojo!

Dazai comenzó a tontear a su alrededor mientras divagaba más y más versos, tal como si el pelirrojo no estuviera molesto con él, cosa que si lo estaba y mucho. ¿A quien se le ocurría dejar a un embarazado de ocho meses al cuidado de un niño de tres durante todo un día? Solo a alguien tan idiota como Dazai, pensó. Estaba harto de tener que ocuparse de todo el solo.

Soltó un refuño para demostrar lo enojado que estaba y le entregó al niño a su otro padre. Ahora era su turno de cuidarlo. El estaba agotado y con lo enorme que se había puesto su vientre no podía moverse mucho como antes, cosa que era básicamente imposible con Saku.

— Eres un irresponsable, ¿lo sabías? —acusó, cruzado de brazos— Desapareces y resulta que yo soy quien debe ocuparse de todo aquí. ¡Ya estoy harto! ¡¿Dónde diablos estabas?!

— Parece que papi está algo molesto conmigo, ¿no crees, Saku? —preguntó divertido Dazai al niño ahora en sus brazos, mientras le hacía cosquillas. Saku asintió mientras reía.

— ¡Papi Chuta ha estado enojado todo el día porque no aparetias!

Sakunosuke acababa de cumplir los tres años. Era un niño muy extrovertido y vivaz, quien había heredero el mismo color de cabello de Chūya y los ojos oscuros de Dazai, además de la personalidad descarada de éste último, algo que a pesar de ser tan pequeño, no tenía perjuicios en mostrar. Padre e hijo eran básicamente dos gotas de agua; el parecido entre ambos era sorprenderte con excepción del cabello. Y jamás se estaba quieto, para gran pesar de Chūya.

— Bueno, papi Dazai enserio lo lamenta —se digirió primero hacia Saku y luego hacia Chūya, dedicándole una sus sonrisa típicas sonrisas que algunas veces lo desesperaban— Es solo que de camino a casa a me topé con un pantano y pensé que sería una buena forma de suicidio, pero al último momento cambie de idea y termine por perderme en los alrededores...

— ¡¿De nuevo con las tontas ideas de suicidio?! ¡Claro que no, señor! ¡Te prohibo suicidarte hasta que nuestros hijos se hayan graduado! —suspiró, llevándose una mano al vientre sintiendo malestar de nuevo— Cielos, eres desesperante. Incluso haces que hasta el bebé se sienta mal. ¿Qué se supone que haré si me quedo solo? Yo no podría continuar por mi cuenta.

Chūya se lamentó, sin hacer ninguna broma, y Dazai se dio cuenta de ello.

— Saku, ve a la sala a jugar con tus juguetes, ¿oki? —pidió el castaño, mientras depositaba al niño en el suelo. Apretó su nariz y acarició sus brillante rizos rojos— Anda, ve. Te prometo que más tarde ambos leeremos un cuento.

— ¿Lo prometes?

— El que más te guste —sonrió Dazai— Pero ahora papi Chūya y yo ahora tenemos que hablar de ciertas cosas, ¿si?

Chūya contempló como Dazai se ocupaba de Saku y lo enviaba a la sala sin que este chistase. El siempre sabía cómo manejarlo, incluso lo hacía mejor que él. Quizás la forma en que obedecía al castaño y lo desobedecía a él le provocaban algunos celos.

— Ya se fue el pequeño demonio —bromeó Dazai, mientras se acercaba al pelirrojo y llevando una mano a su cintura y lo atraía hacia si. Luego, cuando estuvo lo suficientemente cerca, atrapó sus labios en un profundo beso. Chūya intentó resistirse, pero Dazai no lo dejó ir y terminó por ceder, una vez más, a sus encantos. Y gracias a la poca voluntad de Chūya, ya tenían un hijo y otro en camino.

Al separarse, sus mejillas se tiñeron de rojo e intentó ocultar su pudor, pero Dazai lo vio de todas formas y sonrió mientras besaba con cariño su frente. Una de sus manos seguía firmemente en su espalda mientras que la otra la colocó en su voluptuoso y fértil vientre.

— Lo siento, de verdad —susurró cerca de su oído— No quise preocuparte, pero ya debes saber que soy un idiota y la mayoría de las veces no pienso claramente. Jamás podría dejarte, Chūya. Ni a ti, ni a Saku ni al bebé. Estamos juntos en esto desde el comienzo y te amo, por eso no lo olvides.

Tal como si quisiera demostrar su punto, besó primero su vientre y luego volvió a besarlo a él, esta vez con más demanda. Su lengua se internó en su boca, abriéndose su camino en ella. Sin embargo, Chūya lo detuvo al darse cuenta de lo que se proponía hacer. Aún más ruborizado que antes, logró hablar.

— D-Dazai, no... Alto. Saku está en la sala y aún es de día —murmuró, pero su pedido no pareció importarle a su pareja, quien avaramente rozó su rodilla contra su entrepierna, haciéndole soltar un jadeo.

— Subiremos al cuarto solo un rato, él estará bien. Ni siquiera se dará cuenta de lo que hacemos —prometió Dazai, tomando su mano y comenzando a arrastrarlo por las escaleras.

— Tu libido es la principal causa de que en este momento me encuentre así de gordo —se quejó, cosa que era bastante cierta.

— No te ves gordo, te ves sexy para mí —le aseguró el otro, sonriente.

— ¿Te seguiré pareciendo sexy aún después de esto?

— Aunque te conviertas en un viejo feo y obeso que se queja de todo... jamás dejarás de serlo. Así como tampoco dejaré de amarte.

No había nada más que sinceridad en sus palabras, y Chūya no pudo evitar dejar escapar una pequeña sonrisa cuando el otro no estaba viendo. Era demasiado orgulloso como para permitir que lo viera sonriendo ante uno de sus cumplidos.

Dazai lo desesperaba bastante y la mayoría del tiempo se tomaba las cosas muy a la ligera, y Chūya siempre se quejaba de ese comportamiento infantil característico de su persona. Pero quizás, en el fondo, también estaba enamorado de esa parte suya.

Soul & Stars [Soukoku; Mpreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora