Sebastián se fue a pasar las fiestas de fin de año con sus padres. Lina habría preferido que se quedara, pero bueno, la familia era la familia, y ella tenía la suya para todas esas cenas y festejos. Él había prometido llamarla, no obstante, y también le preguntó qué clase de regalos le gustaba recibir en Navidad. Todo eso pintaba muy bien.
Lina salió a caminar en uno de sus días libres. Se sentía un poco sola esa tarde, echando de menos a Sebastián y preguntándose si debía llamarlo o esperar a que él lo hiciera. Una cosa era demostrar interés, otra cosa era perseguir a un hombre. Lo segundo no quedaba nada bien. ¿Y si le mandara un mensaje de texto, como para decir "estoy pensando en ti pero no te preocupes, que no voy a acosarte"?
Ver a Daniel yendo a su encuentro hizo que todo lo anterior se borrara de su cabeza, dejando paso a una incómoda sensación de fastidio. ¿Qué rayos quería él ahora? No habían vuelto a hablarse desde aquella torpe disculpa, ni siquiera en el restaurante, salvo al momento de ordenar la comida. Lina comenzó a desviarse para cruzar la calle, pero Daniel la interceptó.
—Hola —dijo él.
—Hola —replicó ella por simple cortesía.
—¿Vas a algún lado?
—Ahora mismo sólo pensaba en alejarme de ti.
—No seas mala, me he portado bien estos días, ¿o no?
—Para lo que me importa... —Lina trató una vez más de esquivar a Daniel, pero él parecía determinado a seguirla. La muchacha deseó tener un bolso para amenazar con pegarle en la cabeza. ¿Cuánto costaría un aerosol de pimienta, por cierto? ¿O uno de esos aturdidores eléctricos?
—Quiero redimirme, ¿es eso tan terrible? ¿No te halaga que quiera que tengas una buena opinión de mí?
—¿Y por qué habría de interesarte mi opinión sobre ti? Estoy saliendo con Sebastián, ya lo sabes.
—Sí, lo sé. Pero no te ha pedido que sean novios, ¿verdad?
Lina estuvo a punto de detenerse. Era cierto: ella y Sebastián se besaban a menudo, habían ido al cine un par de veces, se llamaban uno al otro en sus ratos libres... y eso era todo. Cero compromiso.
—Llevamos poco tiempo juntos —respondió la muchacha.
—Sí, bueno, eso suena lógico, pero el motivo real es otro. ¿Quieres saber su secreto?
—¿Secreto? ¿A qué estás jugando ahora?
—A nada. Es una simple advertencia: tú y Sebastián no llegarán a ninguna parte porque él está enamorado de otra.
Lina se quedó boquiabierta. Después le ganó la incredulidad.
—Mientes.
—No —replicó Daniel—. Nunca mentiría sobre algo así. Es una bailarina que estuvo en nuestra compañía el año pasado y luego se fue. Se llama Graciela. Te lo juro, Sebastián se enamoró de ella hasta los huesos. Y fueron novios en serio, pero ella quería ser solista y Raúl le dijo que aún no iba a ascenderla, así que Graciela se mudó al ballet argentino. Técnicamente ella y Sebastián ya no están de novios... pero hablan por teléfono a menudo. Estoy seguro de que él tiene la esperanza de que vuelva, porque la familia de ella sigue aquí.
Lina mantuvo su expresión escéptica.
—Si no me crees —insistió Daniel—, pregúntale a Tatiana o a cualquier otro de mis compañeros. Y no es por ser cruel, pero Sebastián nunca te ha mirado a ti como miraba a Graciela. Sobre todo cuando bailaban juntos en alguna función.
—O sea, ¿estás insinuando que nunca voy a superar a esa otra chica porque no soy una bailarina?
—Bueno, no sé si eso tendrá algo que ver. Tal vez a Sebastián le gusten las bailarinas en particular. Yo sé que a mí no me gustan para las cuestiones románticas. Me canso de verlas todos los días en el trabajo.
—¿Por qué me estás diciendo todo esto? ¿Es un intento de sabotaje, o...?
—Porque quiero pedirte que salgas conmigo.
Esta vez Lina sí se detuvo. Tenía que haber oído mal, pensó.
—¿Qué?
—Una cita —respondió él—. Sólo para ver qué pasa.
—Estás completamente loco. No me caes bien y encima estoy saliendo con alguien más. ¿Por qué querrías ir a cualquier parte conmigo?
Daniel sonrió a medias.
—Porque estabas encantadora en aquella fiesta. Y el beso fue fantástico. Además, me agradas. De verdad.
—No he dejado de regañarte desde que nos conocimos, por una razón u otra.
—Lo sé. No me importa, es divertido. Tienes espíritu. Como una bailarina, pero sin las neurosis de una bailarina. Me gusta cómo tratas a las personas en el restaurante: siempre eres amable, y te sabes los nombres de los clientes regulares. También me gusta esa relación de mejores amigas que tienes con tu hermana. Te esmeras en el trabajo, pero sin obsesionarte. Hasta me hacen gracia esos peinados raros que te haces de vez en cuando. ¿Es por eso que te dejas el pelo tan largo?
La muchacha no supo qué contestar a todo eso. Desde el primer día le había parecido que Daniel no hacía más que flirtear, sin tomar a nada ni a nadie en serio aparte del ballet, pero ahora resultaba evidente que la había estado observando con atención.
—Una cita —repitió él—. Una salida inocente, sin contacto físico de ninguna clase. Si no te agrada, entonces lo dejaremos así y no volveré a molestarte. Palabra de honor.
—Ya me engañaste una vez.
—En realidad tú asumiste que yo era Sebastián, así que técnicamente no dije ninguna mentira. —Lina enarcó las cejas—. De acuerdo, de acuerdo, robé el disfraz y todo eso, pero no pretendía herirte. Mi problema era con Sebastián. La competencia en el trabajo es feroz, aunque no lo parezca. Y Sebastián no te ha contado sobre Graciela, lo cual es peor, si me lo preguntas.
Lina abrió la boca para rechazar la propuesta... pero entonces recordó cuán enfadada se había sentido al descubrir el engaño en la fiesta de disfraces. Si era verdad que ella le gustaba a Dani... eso le daba cierto poder sobre él.
—Acepto —contestó al fin—. Una cita. Y si no sale bien, se acabó, y no se lo dirás a Sebastián, ¿está claro?
—Clarísimo. —En esta ocasión la sonrisa de Daniel fue radiante, como la de un niño al que le hubieran dado el mejor regalo de Navidad en todo el universo. Lina sintió un chispazo de culpa, pero no iba a dejar que eso la detuviera—. ¿Cuándo podemos salir?
—¿El viernes por la tarde te queda bien? —respondió ella—. ¿A eso de las cuatro?
—Sí, puedo arreglarlo. Nos vemos entonces.
—Bien. Pero tendrás que esforzarte mucho para impresionarme.
—Oh, te prometo que daré lo mejor de mí —dijo él, manteniendo su sonrisa embobada. Aún parecía un niño, a pesar de su edad—. Hasta el viernes, preciosa Odette sin zapatillas de punta.
Lina no pudo evitar una risita. Era el cumplido más raro, pero a la vez más simpático, que le habían hecho en la vida.
—Sí, sí, hasta el viernes. Ahora sigue tu camino, payaso.
Daniel se marchó... dando saltos de ballet por el camino. Algunos transeúntes se lo quedaron mirando como si pensaran que el joven estaba loco.
La muchacha sonrió de nuevo, pero esta vez con cara de "me las vas a pagar". Era eso lo que planeaba: vengarse de Dani por lo del beso robado.
(Continúa en la Parte 6.)
Gissel Escudero
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Beso robado
Teen FictionLina trabaja en un restaurante. Allí conoce a dos apuestos bailarines de ballet: uno que le gusta... y otro que hará todo lo posible para conquistarla. Ilustración de la portada: Pierre-Joseph Redouté (licencia Creative Commons NC ND; https://www.fl...