Parte 6

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Lina se esmeró al arreglarse para su cita con Dani. La idea era verse lo más atractiva posible, pero de tal manera que no pareciera a propósito. Se puso sus mejores pantalones vaqueros, por lo tanto, más una blusa blanca de manga corta y unos pendientes de plata con forma de mariposa. Hacía demasiado calor para llevar el pelo suelto, de modo que se lo recogió en un moño, dejando que unos pocos mechones le cayeran sobre la cara y los hombros. Igual que en la fiesta de disfraces, casi no usó maquillaje, acentuando nada más que sus ojos con un poquito de delineador.

Dani pasó a buscarla al parque, puesto que era una cita secreta. Bajó de su auto, le sonrió... y se quedó a medio camino, observándola.

—¿Qué? —dijo ella.

—Te ves... hermosa.

—Oh. Gracias. Tú también te ves bien.

Era cierto. A Lina nunca le había importado que Dani fuera atractivo, dado que no le agradaba como persona, pero realmente llamaba la atención con ese cuerpo espectacular, el pelo rubio y la mirada intensa. Llevaba unos pantalones rasgados, zapatillas de deporte y una camisa remangada hasta los codos, pero la simpleza de su vestuario, lejos de darle un aspecto descuidado, destacaba sus atributos masculinos. Lina tuvo que obligarse a pensar en Sebastián, porque de pronto él había quedado totalmente eclipsado por su compañero de trabajo.

—¿Nos vamos? —preguntó la muchacha, rompiendo aquella especie de hechizo que había caído sobre ella y Daniel.

—Sí. Sí, vamos. —El joven abrió la puerta de su auto para Lina—. Bonitos pendientes —le dijo cuando ella pasó a su lado, sonriendo como si de repente hubiera pensado en algo muy divertido.

—Gracias. Me los regaló mi hermana. ¿Por qué sonríes?

—Ya lo verás. —Dani hizo arrancar el vehículo.

El auto no era la gran cosa, pero dentro estaba limpio y tenía pegatinas chistosas... por todo el techo. Lina se las quedó mirando hasta que el bailarín le preguntó:

—¿Te gusta la decoración?

—¿Por qué las pegaste ahí, entre todos los lugares posibles?

—Porque al principio de mi carrera no ganaba suficiente como para vivir de eso. Lo compensaba con un empleo de medio tiempo, pero un día me quedé sin trabajo, no pude pagar el alquiler... y tuve que dormir en mi auto un par de noches. Estaba muy deprimido. Espero que no vuelva a pasarme, pero si ocurriera de nuevo, al menos no tendré que contemplar un techo tristemente vacío.

—¿Y si no hubieras podido bailar después de fracturarte el pie?

—Estuve considerando otros trabajos. Incluso como modelo de ropa interior. Pero bailar es mi vida, no quiero hacer otra cosa. Es decir, al menos hasta los treinta y cinco o cuarenta años, cuando me llegue la edad de retirarme. Incluso entonces me gustaría ser el director de alguna compañía. ¿Y tú? ¿Empezarás a cocinar en el restaurante de tu padre?

—Ahí o en cualquier otro lado. Lo bueno de cocinar es que todo el mundo tiene que comer.

—Pues ojalá todo el mundo necesitara mirar el ballet. Si pudiéramos enganchar a los fanáticos del fútbol...

—Bueno, yo pensaba ir al teatro cuando arranquen con el próximo ballet. ¿Estarás en él?

—Más vale. Lo que no sé es si tendré un papel principal. A ver qué tal responde mi pie en las audiciones.

—¿No se supone que eres el bailarín principal de la compañía?

—Sí, pero eso no me garantiza nada. Es el director quien decide el reparto, según las audiciones.

Beso robadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora