XXIV

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- ¿Martina? -la voz de John se escuchaba al fondo del pasillo cada vez más cerca.

Miré fijamente a los ojos de Kurt, quien ya se había separado de mí, aunque sus manos sostenían las mías. Intenté limpiarme las lágrimas en un tiempo récord antes de que John llegase a la puerta de la habitación.

John abrió la puerta y, automáticamente, Kurt desapareció.

- Martina, ¿estás bien? -dijo adentrándose en la habitación.

- Sí, no te preocupes. -dije aún mirando al frente.

- Estás muy pálida...

- Estoy bien John, es mi color de piel. No te preocupes, ¿puedes dejarme sola? Quiero dormir.

John asintió y salió de la habitación cerrando la puerta con delicadeza.

- No quiero que llores más por mí. -la voz rasgada de Kurt volvió a inundar la habitación.

- Calla -susurré- John puede oírte.

- Sólo tú puedes oírme Martina, y sólo tú puedes verme.

- ¿De verdad?

- De verdad.

- Entonces... ¿puedes hacerme un favor? A cambio haré lo que me pidas.

- Claro, dime.

- No desaparezcas nunca... -mis ojos se inundaron de lágrimas una vez más- Oh Kurt, ¿puedo abrazarte? Sé que detestabas a la gente como yo, pero te ruego que me entiendas. He estado llorándote toda mi vida porque sabía que jamás iba a poder conocerte y mírate... Estás enfrente de mí. Necesito abrazarte, por favor.

El no dijo nada. Simplemente hizo una mueca de lado a modo de sonrisa y me abrazó. Hundí la cara en su hombro y aspiré su aroma con todas mis fuerzas, quería recordar este momento de por vida, quería convencerme a mí misma de que estaba pasando de verdad y de que no estaba loca.

Las gotas empezaron a golpear el cristal de la prácticamente diminuta ventana que había en la habitación y la luz que entraba se hizo más oscura.

- Me encanta ese sonido.

Al escucharle decir eso me separé y quise mirarle a los ojos, que aún brillaban a pesar de la oscuridad que invadió la habitación.

- A mí también...

Él mantuvo la mirada fría en todo momento y su expresión era completamente seria. Me intimidaba.

- Duerme Martina, lo necesitas. -dijo empujándome con delicadeza de los hombros para recostarme de nuevo en la cama.

- No tengo sueño.

- Pero lo necesitas, hazme caso.

- Bueno... Pero no te vayas. -dije en un susurro.

- No me iré, te lo prometo.

En la cara de Kurt se dibujó una sonrisa verdaderamente adorable. Casi tanto o más que la que tiene en algunas fotos. Una vez recostada le dirigí una última mirada y le dediqué una de mis mejores sonrisas. Estaba segura de que me iba a ser imposible dormir, ya que tenía un montón de cosas y dudas danzando por mi cabeza, pero él tenía razón. Necesitaba descansar.

AneurysmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora