Jueves 22 de agosto de 1957
Querida maestra, creí verdaderamente que teníamos confianza. Que nos diríamos todo. Que tendríamos una relación tan estrecha en la que no hubiera secretos entre nosotros.
Sé que todavía no se ha dignado a responderle una sola carta a este simple admirador, lo sé bien, pero todavía no conozco la razón, y creí conocerla bien.
Quizá soy tan poco importante en su vida que trata de no darme mucha atención porque sabe que me daría mucho gusto. Casi siempre le tiembla la mano cuando lee una que otra carta mía en el salón. Siempre hace lo mismo, de hecho: Abrirla con mucho cuidado, ir deslizando su mirada de izquierda a derecha e ir bajando lentamente como si se trataran de escalones, analizar cada palabra, fruncir un poco el ceño hasta que termina de leer; después, levanta la cabeza de una forma muy femenina, contempla a todo mundo con esos ojos indescifrables y, finalmente, suelta un suspiro al tiempo que guarda la carta nuevamente en su maletín. Lo ha hecho unas tres veces con exactitud, porque las demás, como esta, las lee en su casa.
¿Está temblando, bella maestra? ¿Qué es lo que cruza por su mente en este instante?
¿Acaso está pensando en el maestro Edward, de historia? Desde el viernes veo que la acompaña a su bonito pero modesto hogar, e incluyo esa situación el día de hoy. Puedo ver cómo le sonríe coquetamente, y él esboza una sonrisa torcida de conquistador. Me duele muchísimo cada que él se esfuerza en hacerla reír para que no esté tan preocupada... Se me encoge el corazón cada que le dice que pase y toman café en su cocina hasta que llegan a ser las seis de la tarde y él se va, no sin antes darle un beso de despedida en su mejilla, aprovechando en oler su delicioso aroma.
Yo podría ser ese hombre fuerte que la acompañe y proteja de cualquier maldito asesino, y no ser el hombre por el que tanto teme.
Me duele mucho, ¿sabe usted eso? Sin embargo, lo que más me duele es saber que quien provocó justamente lo que tanto temía, fui yo mismo.
Dígale a su gran amigo y posible amante Edward que se aleje de usted lo antes posible, nada más, a menos que quiera que le pase lo mismo que a Daniel. No dejé pistas, y aquella no sería una excepción.
Con amor,
Su enigmático amante embelesado
Posdata: Su sala es preciosa, ¿fue idea suya el pintar las paredes de un oscuro color verde?
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Cartas a la maestra más bella
Misterio / SuspensoShaftesbury, Inglaterra, año 1957. El enamorarte perdidamente de alguien "prohibido" puede doler, pero depende de ti saber cómo afrontar ese dolor... Aunque debes saber que quizá no todo es tan hermoso como una historia de amor. Juli...