5. Recuerdos Que Duelen

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Bárbara estaba aliviada, por fin le habían quitado las vendas finalmente Juan Andrés el médico del pueblo le dio el alta, sin embargo, se quedaba en esas tierras porque aún no estaba recuperada del todo

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Bárbara estaba aliviada, por fin le habían quitado las vendas finalmente Juan Andrés el médico del pueblo le dio el alta, sin embargo, se quedaba en esas tierras porque aún no estaba recuperada del todo. Si el doctor le había dado el alta, había sido porque ella se lo pidió. Esa tarde ayudaría a los patrones de la Tormenta con el trabajo pesado que cada día tenían, se tomó un momento para buscar otras vestimentas, pero, las que le dio María Teresa eran muy diferentes a las que estaba acostumbrada a usar. Aun así, se los colocó, miró su reflejo en el espejo notó que tenía un moretón en su rostro, no recordaba que lo tenía.

Se lo cubrió con el maquillaje que también se lo había regalado la patrona, se dispuso a arreglarse el cabello, soltó un quejido de dolor, claro... el maldito ese le había golpeado la cabeza, debía de esperar a que el golpe se desinflamara. Se dejó el cabello ondulado, tomó en manos su sombrero negro, hubiera deseado utilizar otro de sus sombreros, pero de seguro se quemaron junto a sus demás prendas.

Una vez lista salió del cuarto, saludo a las muchachas, iba hacia la salida, pero una voz la detuvo en seco.

No irás a ningún lado sin haber desayunado, así que ven. – la invitó a seguir María Teresa hacia al comedor.

Bárbara ahogó un grito de frustración, se mordió un ovario y siguió a la rubia.
Se encontró con la mesa repleta de comida, era mucho para simplemente desayunar.

Siéntate. - le volvió a ordenar Marité. La doña resopla antes de tomar asiento frente a ella. – Tienes que comer Bárbara, no vives del aire.

¡Ay, ya te pareces a mi vieja! – se quejó.

–Ella tenía mucha razón, ahora come. – Bárbara la fulminó con la mirada, sin embargo, procedió a comer.

Al sentir el sabor de aquellas frutas en su boca, dibujó una pequeña sonrisa, Marité alzó la mirada, ésta al notar que la veía fingió seriedad y siguió con su desayuno. La rubia negó en la cabeza. Esa mujer sí que era difícil al parecer sería muy entretenido este tiempo que pase junto a ellos, además de que los ayudará con lo pueda en la hacienda. Pero había algo que no sabía, de dónde provenía porque por más que preguntara Bárbara cambiaba de tema, quién sabe por qué lo haría. No la presionaría, dejaría que ella misma dijera todo, debía de aguardar, todo a su tiempo.

Siguieron su comida en silencio, solo se oía el sonido de los cubiertos y platos.

En cuanto Bárbara intentó levantarse, María Teresa la vuelve a detener:

Aguarda un segundo... – dijo, mientras bebía un poco de jugo, luego prosiguió. –No has acabado Bárbara.

Gritar, tenía ganas de gritar, iría así a la faina además de que ya había comido, según ella, lo suficiente para estar bajo el sol caluroso trabajando. Sin embargo, no podía contradecirla, se mordió la lengua ante toda queja, suspiró cansada, se sentó nuevamente en la silla y no se levantó hasta que el plato quedó totalmente limpio.

Atrapada En La TORMENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora