Capitulo 3: El bóxer rosa

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La alarma suena como todos los días a las seis en punto. Por un momento me siento descolocada, no recuerdo para qué me he despertado tan temprano, hasta que lo sé. 

Hoy arranca la temporada. 

Remuevo del armario el equipo deportivo que me dieron en la última practica, compuesto de pantalones, chaqueta y camiseta con los colores rojo, blanco, negro y verde del equipo, y me lo pongo. Debajo uso un par de calzas negras: hoy debo cambiarme en el vestuario. Me observo en el espejo y el reflejo que me devuelve éste es el de una persona feliz, alguien que está por alcanzar sus sueños.

Llego al estadio con tiempo de sobra. Aún así ya está a rebosar de gente, y las entradas están rodeadas de periodistas. Varios me piden fotos o comentarios y yo agacho mi cabeza intentando pasar desapercibida.

Entro al vestuario a tiempo de ver que ya están todos aquí, en diferentes niveles de desnudez, preparándose para el juego. Camino hacia el final de la sala, ubicándome en el único banco vacío.

Dudo unos segundos antes de comenzar a remover capas de ropa. Cuando estoy usando sólo la camiseta y las calzas deportivas, me inclino hacia mi bolso buscando el resto de mi equipo.

-Bonito trasero Hamilton- se mofa uno de mis compañeros.

-Redondo y pequeño como una manzana- agrega otro.

-Ja ja, qué gracioso- murmuro intentando ignorarlos.

-Oye, ¿esos bóxers son rosas?- pregunta Jake; sólo que no hay burla en su voz. Realmente está preguntando. Alzo la mirada, para ver que está parado a mi lado, escrutándome.

Me siento rápidamente en el banco colocándome los shorts inmediatamente.

-Estás imaginando cosas colega; se llama beige o algo- contesto intentando sonar calmada, pero divertida al mismo tiempo.

Cuando intento sacar mis patines de la bolsa, un solitario tampón cae y rueda hasta detenerse junto a su pie. Jake lo observa por unos cuentos segundos, lo toma por un extremo del hilo, haciéndolo balancear, me lo devuelve y susurra junto a mi oído con sus dientes apretados:

-¿También estoy imaginando esto?

-No es lo que parece- murmuro viéndolo con ojos asustados. 

Su mirada es fría y calculadora, y está fija en mi rostro. De pronto, sé que hoy es el día en que todo termina; Jake va a hacer que me saquen del equipo.

Por fortuna, el entrenador Keen entra para nuestra charla técnica y todos desvían su atención hacia él. Incluido Jake.

No logro escuchar nada de lo que dicen; mi mente paralizada en ese pequeño error en mi elección de ropa interior que está a punto de acabar con mi sueño.

**********

Con los nervios a flor de piel, salimos a la pista haciendo entrechocar nuestros palos.

Nuestro primer partido es contra los Minnesota Wilds. Son buenos, pero no me asustan.

Comienzo el encuentro en la banca, pero tras unos minutos el entrenador me hace entrar a la pista.

Para el final, sé que lo estoy haciendo bien: he marcado varios tantos y nadie parece notar que soy una chica. 

Soy de los más rápidos en cancha. Mi único problema es una mole verde que está en la defensa contraria. Parece anticipar todos mis movimientos, aunque he podido rebasarlo en algunas jugadas.

Alex me lanza el disco desde la zona de defensa y yo salgo disparada hacia adelante, intentado marcar nuevamente.

De pronto, un dolor agudo sobre el lado derecho me frena en seco, y sé que "la montaña" me ha dado con el palo sobre las costillas. Me acerco tropezando hacia las gradas, y olvidándome de mi fachada, de mi segunda personalidad, de todo, le pido al entrenador que me saque del partido.

El entrenador lo hace y le pide a Jake, quien había salido unos minutos antes que yo para descansar, que me acompañe al vestuario a ponerme hielo. 

Les digo que puedo ir sola, que no es grave, pero no me creen. Lo cierto es que duele como un demonio pero no quiero estar a solar con Jake por si vuelve a traer el tema de la ropa interior rosa y el tampón rodador.

-Bueno,-digo al llegar- ya me has acompañado. Ya puedo quedarme solo.

-Sabes, cuando llegaste pensé que eras guay; que podíamos ser amigos- me dice de brazos cruzados, con un filo letal en su voz.

-Y podemos serlo- digo suavemente.

-No lo creo. No si ocultas algo, Hamilton.

-Yo... no lo hago, ¿vale? Yo no oculto nada.

-Actúas muy extraño, no quieres salir con nosotros, no te duchas en el vestuario.- enumera- Incluso te he pillado viéndonos como si fuéramos de otra especie, como si fuéramos alguna clase de animal para estudiar. ¿Y ahora usas ropa interior femenina?

-Lo siento, ahora no puedo explicártelo Jake, pero no es lo que piensas...

-No sé qué pensar. No entiendo nada...

Tomo una larga respiración y miento una vez más:- Mi hermana usa mi bolso a veces- le gusta porque es más grande que los suyos- y a veces deja sus porquerías en él. Hoy salí apurado y no me di cuenta de que sus cosas quedaron dentro. 

-¿Y la ropa interior rosa?

-Eso ya es cosa tuya hermano. 

-A ver, déjame ver tu ropa interior.

-¿Qué? No voy a dejarte ver mis calzones. En serio Jake, ¿qué pasa contigo? De verdad. Por si no lo habías notado, acaban de darme un golpe, así que me gustaría descansar. A solas.

Me mira fijamente por unos cuantos segundos, pero finalmente se va. En cuanto lo hace, me quito el equipo; me meto a la ducha, aprovechando que no hay moros en la costa y me dedico a ponerme hielo sobre el golpe. Tengo el costado cubierto de moretones; probablemente sea una fisura.

Aprovecho la amplitud del equipo deportivo para dejar mis pechos libres; lo cierto es que con el dolor al costado, no hubiera podido vendarme aún si quisiera.

Cuando ya estoy vestida, una mujer de unos veinticinco años, con el cabello teñido de azul, entra por la puerta del vestuario.

-Hola James. Soy la Dra. Pierce- se presenta con voz profesional-. Me envió el entrenador a ver cómo estás. Quítate la camiseta así te reviso.

-¡No!- grito, cubriéndome- Quiero decir, no es necesario, no es más que un golpe.

-¿Le temes a los médicos campeón?

-No, qué va; es que tengo un poco de frío.

-Oh- ella hace un puchero fingido-, eres tímido... Ven, déjame revisar esto por ti.

Posa su mano en mi costado y comienza a levantar la camiseta. Me paraliza el dolor...

-Mmm, esto no es lo que esperaba cuando dijeron que venga a revisar a James- dice, poniendo énfasis en el nombre.

-Yo- yo- tartamudeo-. Por favor no se lo digas a nadie- suplico.

-Espera, déjame revisarte; luego enloqueceré porque una mujer se coló en los Hawks- se mofa, dejando atrás su profesionalismo.

La Dra. Pierce me revisa el costado, haciendo más o menos presión en algunos lugares. Determina que tengo una fisura en tres de mis costillas, y que ha sido una suerte que no terminara con algo más grave. Me receta analgésicos y reposo por tres semanas.

Me perderé dos juegos, pero no reclamo.

-Ahora, vayamos al chisme- dice frotando sus manos con una sonrisa-. Por cierto, me llamo Maddison, y voy a ser tu amiga aquí adentro.

Le cuento todo, desde quién era mi padre hasta lo que sucedió con Jake hace minutos atrás. Es sorprendentemente fácil hablar con Maddison; ella me entiende, y sé que guardará mi secreto. 

Al final no salió tan mal. Ganamos el primer partido y yo conseguí una nueva amiga.

Ahora resta convencer a Jake de que se meta en sus propios asuntos.

Tras una máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora