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El corazón se le salía. Se suponía que tenía que permanecer en su pecho, ¿no? Junto a sus pulmones, protegido por las costillas. Pero no.
Si la sorpresa pudiese vomitarse, ella lo habría hecho.
Uno se despierta cada mañana sin saber qué esperar de ese día, pues es totalmente inesperado. A veces, la vida nos da malas noticias, pero otras, no.
No es que fuera una novedad que le trajera felicidad; ni podía alegrarse por eso, mas su rostro estaba prendido fuego y le costaba respirar como si por delante de ella hubiese pasado el chico de sus sueños. No, para nada.
Había escuchado las palabras que había querido oír desde hacía años y, sin pedirlas en ese lugar ni en ese momento, las tuvo.
Lo que le había parecido tan imposible dejaba de serlo.
Había encontrado a alguien con quien hablar, a alguien que había pasado por su misma situación.
¿Raros? Charlando ya no lo parecían.  

Érase una vez... una enfermedad poco frecuenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora