~77. Madres~

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Ya era lunes y luego de una ajetreada mañana de trabajos de estudio, Guillermo comenzaría a mudarse a la casa de Samuel. El almuerzo que había sucedido el domingo anterior, había salido de lo mejor.

La madre de Samuel era simplemente hermosa. Tanto personalmente como física. Tenía rasgos parecidos a los de el mayor, pero la personalidad no era nada parecido. Según Amparo, Samuel había salido con el carácter fuerte de Pedro, su esposo, aunque tenía demasiadas cosas que ella esperaba, no haya heredado. Eso no lo había comentado en el almuerzo, pero el simple hecho de pronunciar a su marido en otras conversaciones le daba un poco de miedo.

¿Por qué no se había separado de ese hombre todavía? Básicamente porque él es uno de los dueños de la empresa en donde trabajan. No podía perder ese trabajo ya que estaba siendo muy complicado conseguir un buen empleo en estos momentos. Además, no sabría como se lo tomaría Samuel, todo el problema, los golpes insultos... Amparo sabia que él sería capaz de matarlo si se llega a enterar y lo que menos quería era provocar problemas en la vida de su hijo que, junto a Guillermo y sus nuevos amigos, iba más que bien.

Ahora mismo, estaban Guillermo, Samuel y Julián en el auto de este último. Guillermo le había pedido por favor, si podía ayudarlo con todo el tema de la mudanza, ya que el hogar se encontraba a pocas calles de la casa de Samuel, pero a la hora de llevar cajas, las calles se hacían infinitas. Su hermano de vida le había dicho que sí, pero con la condición de que no debía contarle a Esperanza que había conocido a su novio–aunque Guillermo le había dicho que no era su novio, él decía que lo era– el menor aceptó y ahora iban directo al hogar para llevar las primeras cajas de la mudanza. 

Guillermo estaba sumamente nervioso, no sabía como presentar a Samuel ante... ¿Todo el que se le cruzara? Y es que de seguro, todos y cada uno de sus compañeros lo burlarian por ello, sólo esperaba que lo hagan estando ellos solos y no con Samuel presente. Aunque alguna broma se esperaba, era seguro que algo así iba a pasar. Conocía demasiado a sus compañeros/hermanos y sabía perfecto que algún chiste iba a caer. La última vez que alguien presentó alguna pareja, le habían hecho miles de bromas en el almuerzo y a la hora de cenar, las charlas serias daban su comienzo. Fue demasiado extraño, porque a más de 100 personas les interesaba la historia que Luana, una de las chicas que se llevaba mejor con Guillermo, estaba contando aquel día. Y era una mesa larga gigante, lleno de personas escuchando lo que ella tenía que contar sobre su novio. Ya habían pasado tres años de eso y ella seguía con el mismo chico que siempre le sacaba los suspiros. Era una de las mas grandes de las chicas, tenía 16, su novio su misma edad, y se habían conocido en la secundaria.

Llegaron al lugar, luego de un corto recorrido conversatorio por parte de Samuel y Julián. A Guillermo le había alegrado que se lleven bien, pues lo primero que quería era que su novio le caiga bien a los que forman parte se su día a día. Él no había formado casi parte de la conversación, porque los nervios le impedían hablar sin trabarse.

Julián detuvo el auto y los tres bajaron de él.

Julián, el mayor de todos por un mes de diferencia con Samuel, comenzó a entrar al hogar, seguido de ambos chicos.

Guillermo se abrazó a Samuel por la cintura, apoyando su cabeza en su hombro, deteniendo el paso de ambos.

-¿Te ha caído bien Julián? Es medio insoportable, pero lo queremos-

-¡TE HE OÍDO!- Guillermo nunca entendió como Julián tenía tan buen sentido auditivo. Ambos chicos fuera del hogar rieron.

-Me cae bien, sí...- Dejó un beso en la cabeza del menor y continuaron caminando con un poco de distancias entre sus cuerpos. Un poco solamente.

»El Salón de Detención»Youtubers»Wigetta«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora