~96. Necesito compartirte mi mundo~

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Un mes después.

Fin de año. Fin de materias. Fin de todo lo que tenga que ver con el colegio. Al fin los chicos podían sentirse libres por no preocuparse por tareas o trabajos. Por exámenes profesores y actividades que no entienden. Y aunque Clara les cae muy bien, había días en los que nadie la detenía.

Y aunque esta era la última semana de clases, era la más ajetreada de todas para todos los chicos... todos, excepto uno. Quién todavía permanecía dormido bajo los efectos del coma que aquel intento de suicidio había provocado. Quién todavía recibía visitas todos los días, y se llenaba de regalos por cada familiar que venía a verlo; Mangel. Aquel chico que alguna vez había alegrado el día de Rubén, ahora mismo estaba postrado en una cama con un respirador. No sabían si podía despertar. Los médicos creen que sea muy poco probable, pero nunca había que perder las esperanzas, y si de eso se trataba, Rubén sería el primero en negarse a desconectar a Mangel. Sería el primero en encerrarse en aquella habitación junto con él, si así se evita el que su mejor amigo, se vaya de su mundo. Y aunque estaba ahí, ahí, no quería despedirse de él totalmente. No aún. Pero por suerte, la madre no tenía ni pensado abandonar a su hijo de aquella manera. Lucharía lo más que su corazón y Mangel puedan resistir. Porque a pesar de que Rubén y los amigos no quieran que lo desconecten, la decisión final la tiene la madre y si ella quisiera hacerlo ahora mismo, lo haría.

Para suerte de todos, nadie quiere aquello.

Lunes. Primer día de la última semana de clases. Para Guillermo y Samuel aquello era algo que estaban ansiando hace varios días. Junto con Amparo, Guillermo había comenzando a trabajar en la empresa y ambos pudieron conseguir dinero rápidamente. Por mas que Samuel y Amparo se habían negado a la idea del menor, él quería ayudar un poco a que ambos encuentran un hogar para ellos solos, aunque tenía que admitir que la presencia de Samuel en lo que ahora mismo es su casa, no era ninguna molestia.

Dios... podía sentir que cada día lo amaba más. Cada día sentía que su corazón latía más veloz por cada mirada que se dirigían. Por cada risa que compartían y momentos que vivían. Sus vidas se habían cruzado para bien, y ambos estaban realmente agradecidos y felices de poder compartirla con el otro. Cada momento que pasan juntos, cada día y  minuto que comparten lo disfrutaban al máximo y de verdad, por primera vez en muchos años, ambos podían decir que eran plenamente felices. Ambos podían salir a la calle con sonrisas totalmente reales y sentirse plenamente vivos. Podían ser ellos sin temor a ser juzgado y si estaban juntos, sentían que podían combatir al mundo con sólo su amor, su cariño y amistad. Con sólo la existencia del otro, cada uno podía hacer de su mundo, un lugar mejor.

Para ellos enterarse de todo lo que estaba pasando hace un mes había sido realmente duro. Y extraño, muy extraño. No eran tan amigos de Mangel como Rubén o Frank, pero eran amigos al fin y al cabo, sentían tanto dolor como cualquiera de los otros y la culpa los había carcomido por varios días también. Los primeros días, sus mentes estaban completamente perdidas. Iban a todos lados juntos por el miedo que les daba perderse y no poder verse nunca mas. Por el miedo que les daba no poder tocarse y sentirse nunca más. No solo físicamente, emocionalmente también. Sus corazones se sentían, y no sabrían que hacer si de repente ellos ya no sienten.

Por cada visita que le hacían a Mangel sentían miedo por lo que podía pasar y ellos no podrían hacer nada. Impotentes, torpes, inútiles... Así se sentían. Como un punto inservible en una oración que le saca todo el sentido al párrafo.

Después de tres semanas, podían decir que lo habían asumido. Ya podían salir solos, ya no tenían tanto miedo. Sabían que ninguno de los dos podría cometer aquella locura, sin juzgar lo que Mangel había hecho, y ambos estaban seguros aún estando separados físicamente. Las visitas a Mangel las hacían los fines de semana y cada vez parecía que todo estaba yendo mejor. En la última visita, se encontraron con la madre allí cosa que les extrañó muchísimo, ya que ella va con Rubén los lunes y martes. Pero ahí estaba ella, con una sonrisa muy grande ya que Mangel había dado signos de recuperación. No sabían muy bien qué significaba, pero estaba avanzando, y eso había puesto muy feliz a los 6 chicos y la mujer.

»El Salón de Detención»Youtubers»Wigetta«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora