Capítulo 1

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         El impacto sobre la tierra un poco húmeda de una lluvia reciente hizo estremecer todo el cuerpo de Deborah, que aún no acostumbraba a su cuerpo al dolor físico. Sacudió su cabeza y abrió los ojos sintiéndose completamente débil. Aun así, sabía que tenía que cumplir con otra tarea en la Tierra. Se puso de pie algo temblorosa y con una extraña brisa que azotaba contra sus extremidades desnudas. El sentir frío la pone llena de energía y alegre. Miró a su alrededor: Un lugar repleto de lápidas. Antes de moverse tomó las tres plumas que quedaron de sus alas y procedió a caminar. Necesita encontrar lo que necesita para conseguir lo que desea, pero para eso procura la ayuda de alguien especial que sabe de este mundo y el mundo paranormal.

Ese es nadie más y nadie menos que Jev Cipriano. Su hermano mayor.

Miró el letrero que se veía un poco más allá: “Cementerio de Coldwater”. Se pregunta por dónde empezar a buscar. Camina fuera de ése lugar lleno de lápidas por todas partes. Su cuerpo pequeño se estremece de nuevo.

Salió corriendo aún con sus piernas no muy bien recuperadas del impacto que sufrió.

         Poco después se encontraba en el centro de la ciudad, muchos la miraban con confusión en sus ojos, pero Deborah hizo caso omiso de cada mirada que no eran los ojos oscuros de Jev. Caminó y caminó por horas, ya que se había hecho de noche. Se preguntó en donde se había metido. Ahora lo que lograba visualizar era solo una carretera de cemento con penumbra algo tenebrosa. Sin carros pasando o señales de vida solo le quedaba seguir adelante. Empezaba a aborrecer la Tierra, y poder sentir que está cansada. Sus piernas apenas podían soportar su peso. Un poco después éstas le fallan y cae raspándose las rodillas. Cierra los ojos frustrada y desesperada por encontrar lo que quiere. Deborah no es una mujer de mucha tolerancia y paciencia. Es todo lo contrario, su actitud agresiva y ese instinto de hacer las cosas sin dudarlo se debían a una de las pocas cosas por las cuales estaba en alerta roja de ser despojada.

         De pronto escucha las ruedas de un automóvil crujir en el cemento. Intenta levantarse pero le es imposible. Fuerza a su débil cuerpo a pararse, y cuando se encuentra en cuclillas las ruedas chirrían para frenar pero la logra golpear fuertemente en la espalda. Se desploma de nuevo en el suelo. Escucha unos gritos de mujer y las puertas del auto abrirse para luego cerrarse. Un par de tacones y las suelas de un par de tenis inundan sus oídos.  Quiere mirar, pero el dolor le hace permanecer con los parpados cerrados.

     —Oh dios, ¡es sólo una niña!—exclama una voz femenina.

     —Mira eso Vee, en su espalda…—responde otra voz femenina—¿cicatrices?

     —No me digas que es un caído—hace una pausa y susurra—. En ese caso no entiendo porque no se levanta.

     —Se ve en mal estado. Deberíamos llevarla.

Ellas ahora se ponen a discutir en una voz muy baja que Deborah no logra escuchar. Hace un gran esfuerzo para sacar algunas palabras de su garganta.

      —Ayúdenme… esto duele.

Logra decir, ellas se quedan en silencio. No veía nada, pero sabía que tenían sus ojos clavados en ella. Susurran un par de cosas y después estaba siendo cargada en unos largos y delgados brazos. La suben en la parte trasera del auto, y las dos chicas se suben en los asientos del conductor y del copiloto. Se puso en movimiento. Deborah se retorció de dolor y se quejó entre dientes. El trayecto hacía el destino del cual desconocía fue corto. Escucha que las chicas se bajan del auto y luego se abre  la de atrás donde ella se encuentra. Esos brazos cálidos la cargan de nuevo.

—Vamos Nora, abre la puerta.

Dijo la chica mientras soltaba un gemido. Una puerta chirrió y entraron a una casa. Hizo otro intento por abrir los ojos. Se había recuperado un poco, así que logra abrirlos. Suben unas escaleras y abren otra puerta que chirria.

—¿Tu madre no se encuentra en casa?

—Se encuentra en un viaje de trabajo, será por un par de días así que está bien.

La recuestan en una cama. Cómodo.

Tose y en el acto escupe algo de sangre. Las dos chicas que ahora podía ver, una de rizos rojizos y otra de un cabello rubio platino, se alertaron y se miraron entre sí un momento para luego verla a ella. Hace una mueca de incomodidad y se intenta acomodar de manera que no le duelan demasiado sus costillas.

         —Deberíamos limpiarla primero. Iré por agua y un trapo.

Dijo la chica rubia mientras trotaba lejos de la habitación. Deborah traga el sabor de su propia sangre. Toca sus costillas y mira a los ojos grisáceos de ella que la observan de manera extraña.

         —¿Qué pasa?—pregunta Deborah esperando no escucharse ruda.

         —Es curioso—respondió en susurro.

         —¿Qué cosa?

         —Te pareces a él.

Parpadeó y sacudió la cabeza. Se acerca a la cama y se sienta en la orilla junto a Deborah.

         —Olvida lo que dije, ¿Cómo te encuentras?

         —Bien, supongo que podría estar peor.

Se quedan en silencio por un tiempo y tose de nuevo tratando de no expulsar más sangre sobre las sabanas.

         —Escuché que tú y tu amiga saben lo que significan mis cicatrices… ¿Qué son exactamente ustedes dos?

La chica pelirroja titubeó por un instante e inhaló fuertemente para hablar.

—Somos Nephilim.

—Nephilims, ¿eh?—sonrió mientras una punzada de dolor la hacía retorcerse para encontrar otra posición más cómoda.

—¿Tú eres…?

—Sí—contestó la pregunta que ya sabía cuál era—. Soy una ángel caída, o como nos digan.

—Pero no entiendo, parece que sientes el dolor.

—Soy un caso especial.

Suelta una risita entre la tos que la ahogaba en sangre. Ya no lo soportaba más.

—Puedo sentir.

Antes de que ella pudiera abrir la boca para hablar, Deborah interrumpió.

         —Te explicaría como, pero es algo muy largo—tras una pausa tomó la palabra otra vez—. Estoy buscando a alguien en Coldwater… un caído al igual que yo. Tú, ¿conoces a alguno?

         Ella respondió con un asentimiento de cabeza.

         —Conozco algunos pero… no estoy muy relacionada con ellos a excepción de uno.

         —Muy bien, necesito a alguien en específico. Tal vez lo conozcas—hace otra mueca de dolor—. Su nombre es Jev Cipriano, ¿te suena?

         Sus ojos se abrieron como platos. Parecía haberse puesto nerviosa. Se mordió el labio inferior y puso una cara seria.

         —¿Por qué lo buscas a él?

Parpadeó sorprendida. Nunca pensó que ella conociera a su hermano. Bufó divertida y le sonrió ampliamente, o lo que el dolor le permitiera sonreír.

         —¡Increíble! ¡Lo conoces!

Soltó una risita y en eso la chica rubia de ojos verdes entró con una cazuela llena de agua y un trapo azul pálido. Su expresión pasó a confundida cuando la otra chica la miró seriamente.

         —Dice que conoce a Patch.

         —¿Qué?—Preguntó perpleja.

         —Dime, ¿Cómo es que lo conoces?

Pregunta ella mirándola de nuevo. Deborah parecía estar indiferente.

         —Jev es mi hermano mayor.

Sus caras empalidecieron y se quedaron boquiabiertas con la revelación que acaba de hacer ella.

    —Me llamo Deborah Cipriano, soy la hermana menor de Jev Cipriano.

Lazos perdidos (Hush Hush FANFIC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora