CAPITULO 42

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Un rayo de sol se coló por la cortina dándonos la bienvenida a nuevo día. James se estiró sobre la cama y acomodó uno de sus brazos sobre mi cara. Bufando, lo quité y me di la vuelta para no tener que soportar el sol sobre mi rostro. James, se removió entre las sábanas y tomó mi cintura para pegarme a él.

-Buenos días. -susurró en mi oído y segundos después depositó un beso en mi cuello.

-Buenos días. -contesté, aún con los ojos cerrados.

-No quiero levantarme. -se quejó mientras sus dedos brindaban caricias sobre la piel de mi pierna. - Quiero estar aquí todo el día, así, sin movernos un centímetro. -murmuró y bostezó. Sonreí.

- ¿No piensas desayunar, almorzar, tomar la media tarde o cenar?

-Tengo mis maneras de saciar el hambre. -dijo y largó una tierna carcajada.

-Cállate. -dije y reí.

- ¿Has visto alguna vez una erección matutina? -preguntó. Eran recién las diez de la mañana y yo ya estaba sonrojada.

-Duérmete, James. -dije y reí. Se pegó más a mí. - Vas a obligarme a enterrarte mi codo en tu panza. -dije. Rió.

-Malévola. -dijo y besó mi cuello nuevamente. - No has dado respuesta a mi pregunta. -dijo y siguió con sus besos.

-No, James. -dije y mordí mi labio inferior.

- ¿Tienes los ojos abiertos? -preguntó.

-No, ¿eso viene al caso? -pregunté riendo.

-No. -río. - Solo quería saber. -añadió luego. - ¿Sabes? -bajó su tono de voz y habló a mi oído. - Amaría despertar todas las mañanas así.

Mi corazón dio un vuelco y sentí como mi respiración se aceleraba. Capaz era una manera de demostrarme que algo sentía por mí, que algún día podríamos llegar a ser más que una pareja forzada al casamiento.

-Eso fue tierno. -dije y abrí los ojos.

Di la vuelta entre sus brazos y quedé de frente a él. Su pelo desordenado le daba un toque hermoso a su perfecto rostro y sus labios humedecidos por su propia saliva, invitaban a darle un beso.

-Ahora si te veo. -sonrió.

-Veo que estas de buenas, Maslow. -dije. Rió y volvió a rodearme con sus brazos. - De muy buenas. -añadí.

-Si, se llaman ataques de ternura. -dijo. Sonreí. - ¿A ti también te dan? -preguntó.

-No lo sé. -dije y reí. - Me gusta que estés así.

-Me suena extraño. -sonrió. Asentí. - ¿Quieres que salgamos a desayunar? -preguntó.

- ¿No querías quedarte en la cama todo el día? -pregunté. Rió.

-Si tú quieres. -dijo. Reí. - De todas maneras, yo quería otra cosa. -dijo haciendo morros. Reí.

- ¿Y qué quieres? -pregunté. Arqueó una ceja. - No respondas, cerdo. -añadí causando una pequeña risa de su parte.

-Desayunemos. -dijo y besó mis labios. - Ya, en serio me ha dado hambre y serás tú la que deberás sufrir las consecuencias. -sonrió. Se puso de pie y estiró sus brazos.

-Tengo una pregunta. -dije. Me observó y se frotó los ojos. - ¿Siempre piensas en lo mismo?

-Desde que te vi. -sonrió. - Hey, vamos a ti también te gusta. -dijo y arqueó una ceja. - La has pasado de lo mejor el otro día. -río. - ¿Entonces quieres que pida el desayuno a la habitación en vez de ir a desayunar juntos por las calles de Paris?

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora