Capítulo 9.

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— ¿Cómo es manejar un arma? —su vista se posa en mi durante varios segundos antes de que se atreva a contestar a mi pregunta.

—Es una responsabilidad enorme—dice—, el servicio de las armas exige que el militar lleve el cumplimiento del deber hasta el sacrificio.

—Da miedo escucharte hablar de ese modo—digo en un murmullo.

Acaricia mi cabello una vez más. Estamos en un parque cercano a mi casa, me encuentro sentada en las piernas de Jos, sus manos están enrolladas en mi cintura, mientras las mías se aferran a su cuello. Ahora mismo no puedo recordar cómo fue que llegamos a esta posición pero tampoco me interesa averiguarlo.

Hace dos hora llegamos aquí, después del entierro de Bryan, Jos se la pasó llorando durante un largo momento, trate de tranquilizarlo y fue entonces cuando decidimos bajarnos del auto para sentarnos en el verde pasto. Desde ese momento nuestra conversación no se ha visto interrumpida y es que estando con él puedo hablar de lo que sea, siempre respeta mi punto de opinión aun cuando él este en desacuerdo conmigo.

—No tienes que tener miedo.

—Lo tengo—confieso sin pena alguna—. Tengo miedo de que te pase algo.

—Nada malo va a pasarme—acaricia mi mejilla—. La victoria pertenece a las personas con fe.

Une nuestras frentes en un tierno pero fallido intento por tranquilizarme.

—Astrid va a casarse—digo.

—Eso sí que es una sorpresa—sonríe sincero—. Me alegro mucho por ella.

—Quiero que vayas conmigo a la boda.

— ¿Cuándo es?

—En Junio.

—Faltan cuatro meses—dice divertido.

—Y tú te vas a ir —musito—. Te digo ahora porque quiero que cuando te vayas recuerdes que no me puedes dejar plantada.

Sonríe ampliamente mientras se dedica a observarme por varios minutos para luego asentir.

—Iré contigo.

— ¿Bailaras toda la noche conmigo?

—Sam, te dije que no bailo. Pero iré ¿no es eso suficiente?

—Si, por ahora.

Sonríe y el primer largo silencio de la tarde se instala entre nosotros, pero no es incómodo. Estando con él nada es incómodo. Nuestras miradas están conectadas y es como si creáramos nuestro propio lenguaje, se siente como leer tu libro favorito por primera vez.

— ¿Podemos continuar con la conversación de ayer?

— ¿Sabes que tienen Tom y Liz? —pregunto en un intento desesperado por desviar el tema de nuestra platica.

—No—dice rápido—. Y no has contestado a mi pregunta.

—De acuerdo—digo tras unos instantes—. En que nos quedamos.

Sonríe mientras niega con la cabeza.

—Deja de hacer esas caras, es un tema serio.

Hago viscos con mis ojos provocando su risa.

—Sam ya basta.

—De acuerdo, pero que quede claro que mis caras son involuntarias.

Sonríe al igual que yo. Su pulgar acaricia mi mejilla por un largo rato hasta que continua hablando.

Recuerda aquel Diciembre|Jos Canela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora