Esposo

901 92 51
                                    

Ambos se contaron la verdad, y recordaron aquella lastimosa tarde como si hubiera pasado a penas ayer.

Parecía que todo estaba comenzando a salir bien, tal y como lo era en un pasado. Al menos de esa manera era para Sebastian, quien justo ahora se encontraba comenzando a alucinar con un futuro al lado de su amado amo.

Sebastian acariciaba el pelo del ojiazul, mientras este poco a poco comenzaba a quedarse dormido debido a las caricias en el cabello.

Y hasta ese momento, en el que Sebastian observaba libremente el cuerpo de su amor, fue que se percató de aquellas marcas, se veían bastante recientes, como si hace un par de horas hubieran sido hechas.

Sebastian no pudo contener los nervios y celos que en ese momento estaba sintiendo, ¿Quién se había atrevido a tocar a su más grande tesoro? Aquel al que cuidó tanto, y respetó a pesar de tener tantas ganas de besarlo y llevarlo a su cama.

- Ciel. -

Lo llamó por su nombre para llamar su atención antes de que este se terminará durmiendo.

- ¿Sí? -

Le dijo aquel quien ya casi se había quedado dormido.

- ¿Quién te hizo esas marcas en el cuello? -

El silencio que antes inundaba la habitación era pacífico, al contrario de aquel que en este momento se estaba apoderando de la misma.

- Respóndeme... -

Sebastian, esperó un minuto, dos... Cinco y su paciencia se esfumó.

Puso a Ciel debajo suyo y lo desvistió rápido, encontrándose con un cuerpo lleno de marcas de mordidas y chupetones. Era más que obvio lo que había causado aquellas marcas.

- ¿QUIÉN FUE EL MALDITO? -

Exigió saber de manera inmediata, puesto a que su mente se hacía añicos de tan solo pensar en lo que su amado había estado haciendo hace poco, y de tan sólo pensar que alguien más ya le había robado la inocencia a su amado, aquella que lo caracterizaba, aquella que lo hacía único.

- S-Sebastian... Mi amor... Tranquilo. -

Decía Ciel con miedo, mientras observaba a Sebastian que se encontraba frente a él.

- ¿De verdad quieres saberlo? -

La habitación se llenó de oscuridad y Cimeries se hizo presente, mientras observaba aquella escena de manera muy molesta.

- Mi amor... ¿Cómo te atreves a decirle de esa manera a alguien que no es tu esposo? Pensé que me amabas, Ciel. -

Cimeries caminaba lentamente hacia Sebastian, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo empujó lo más lejos posible.

Tomó a Ciel de la cintura y lo cargó entre sus brazos.

- Escúchame bien, hermanito. -

Cimeries apretaba muy fuerte a Ciel.

- No me importa un carajo tu contrato con este niño de aquí, porque es mi esposo y me pertenece. -

Kuroshitsuji: Hora del té [Yaoi] [Sebastian x Ciel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora