Aquella tarde

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- Yo, Elizabeth Middford, prometo amarte, honrarte, y apreciarte siempre. -

Su cabello, brillaba debido a los tragaluces de aquella iglesia.

El momento, con el que toda mujer sueña.

- Prometo permanecer junto a tí, en lo bueno y en lo malo. Prometo ser una esposa fiel, y amarte. -

Su sonrisa destellaba, sus ojos, fijados en su amado, por fin, después de años de estar enamorada de él, su sueño se hacía realidad.

- Prometo entregarte mi alma. Prometo ser tu compañera y tu mejor amiga. Y prometo amarte con toda mi alma y corazón para toda la eternidad. -

Elizabeth pensaba que todo iba a la perfección, y decía palabras que ni siquiera consideraba a la perfección.

Hablar tan fácilmente de un alma, era algo que a muchos demonios y contratistas se les haría absurdo.

- Por favor, acepta este anillo como símbolo de nuestro amor, y nuestra amistad, te quiero, Ciel. -

El padre de aquella iglesia, observaba con detalle el amor y la entrega completa que la novia daba a su amado, más sin embargo, el padre se temía que estos, no fueran correspondidos.

- Ahora, Ciel Phantomhive, prosiga con su parte de sus votos. -

Ciel observaba aquel anillo de oro en su mano izquierda, mientras que sostenía uno pequeño en la derecha.

- Yo, Ciel Phantomhive... -

A Ciel ya no le importaba nada más, que sus sentimientos.

Elizabeth solamente lo miraba confundida.

- Estoy harto de estar fingiendo. -

Tiró con agresividad ambos anillos al suelo, tomó con su mano derecha aquel parche en su ojo derecho y lo arrancó de golpe.

El símbolo de su contrato brillaba con fuerte intensidad.

- Sebastian, ¡ES UNA ORDEN!, ¡ACABA CON TODOS LOS AQUÍ PRESENTES! -

Aquel lugar comenzaba a ser apoderado por la obscuridad, aquel demonio, se encontraba caminando por la alfombra roja que se encontraba en el camino al altar de bodas, el símbolo del contrato brillaba en aquella mano, que poco a poco desaparecía. Aquellos ojos color carmesí, encendidos a su mayor esplendor.

Todos, congelados ante tal escena.

Elizabeth retrocedía lentamente, rogándole a un dios que ni siquiera existe que, todo lo que estaba pasando, fuese un sueño.

Aquella figura sombría se acercaba lentamente a su joven amo, quien lo miraba con felicidad.

- Yes, my lord -

Aquella figura se arrodillaba, con la mano derecha en su pecho.

- No olvides hacerme recordar aquel día, día en el que te convertiste mío, Sebastian. -

Kuroshitsuji: Hora del té [Yaoi] [Sebastian x Ciel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora