Sarah Collins era gerente de una empresa de sistemas de seguridad, trabajaba para Cerraduras Smith, los cuales no solo vendían cerraduras, de hecho una cerradura era lo más pequeño y primitivo que podrías comprar de la empresa.
Trabajaban procurando los mejores sistemas de seguridad de alta tecnología, asegurando que los compradores tuvieran sus posesiones más valoradas escondidas y seguras, para jamás ver la luz del sol otra vez.
Al menos esa era la tapadera de Marina.
Cerraduras Smith, técnicamente, no existía. Técnicamente, si investigabas lo suficiente, o si simplemente investigabas, no te saldría en ninguna parte. Pero el Profesor James Huron solo quería su muy única y especial joya en una muy única y especial caja fuerte.
Así que eso sería lo que ella le diría.
"Oh, le puedo asegurar, Profesor Huron, que nada, absolutamente nada, excepto usted, será capaz de abrir esa caja fuerte. Sus joyas son de máxima importancia para mí y mi equipo." Marina señaló a los hombres detrás de ella. Decidió que Sarah Collins era el tipo de mujer que hacía gestos con las manos. "Nos aseguraremos que tanto usted, como su casa y sus joyas estén completamente a salvo."
El Profesor asintió. Ese hombre no hablaba mucho.
Marina miró a su alrededor rápidamente, las esmeraldas por si solas serian extremadamente fáciles de coger enfrente de las narices del hombre, pero necesitaba las falsificaciones primero, y pronto.
Justo en ese momento sonó un teléfono, era el suyo.
Marina metió su mano en el bolsillo y sacó el teléfono. Rusty la estaba llamando.
"Un momento." Sonrió al Profesor, quien asintió y le hizo señas para que atendiera la llamada.
"¿Sí?" Preguntó al teléfono manteniendo su perfecto acento británico.
"¿Un O'Malley, Marina? Que aburrido." Ella sonrió un poco, aunque no lo suficiente para que los demás lo notaran.
"¿En qué puedo ayudarte?" Ella podía oír de fondo lo que parecía ser alguien aclarándose la garganta.
"Estamos planificando un golpe y te necesitamos Mar." Rusty estaba... ¿Suplicando? Algo no encajaba.
"Estoy en medio de un trabajo importante, querido, tal vez en otro momento." Estaba a punto de colgar cuando lo escuchó.
"Está fuera, Mar, ha salido." Pestañeó, destapando su tapadera por un momento antes de vacilar y sujetar el altavoz del teléfono contra su hombro, bloqueando el sonido.
"Chicos," llamó a sus hombres y ellos la miraron "por favor enseñad al Profesor algunos de los planos que tenemos para los sistemas de seguridad." Todos parecían confundidos. No eran muy inteligentes estos ladrones británicos. "Ahora." Añadió severamente y todos se fueron dejándola sola.
Levantó el teléfono de nuevo, automáticamente cambiando su acento británico por su acento americano natural.
"Más te vale decirme dónde demonios estáis los dos, ahora mismo."
***
Después de un ligeramente emotivo reencuentro en el aeropuerto, y unos cuantos golpes en el coche, Marina, Rusty y Danny estaban arreglados e iban de camino a la casa de Reuben.
Le explicaron el plan mientras él comía fuera, al lado de su piscina. Ellos simplemente le miraban, con caras impasibles.
"¡Habéis perdido todos la cabeza! ¿Me oís? ¡Los tres estáis locos! Sé más sobre la seguridad de los casinos que cualquier otro hombre con vida. ¡Yo la inventé!" Marina solo le miraba, recorriendo con su dedo el lateral de sus gafas de sol. "Y no puede ser burlada. Tiene cámaras, guardias, cerraduras, temporizadores, cajas fuertes..." Rusty miró a Danny, cuya expresión no había cambiado. "¡Tienen suficiente personal armado como para ocupar París!" Metió un poco de ensalada en su boca y luego levantó las manos. "Vale, mal ejemplo."
"Nunca lo han intentado." Señaló Danny.
Reuben se rió, mofándose. "Oh, sí que lo han intentado. Algunos casi lo consiguen." Dejó su tenedor sobre la mesa. "¿Sabéis la historia de los tres robos más exitosos en toda la historia de Las Vegas?" Se recostó en la silla, hora de contar cuentos.
"Numero tres, la medalla de bronce. Un idiota cogió una caja de seguridad y salió corriendo. Llegó dos pasos más cerca a la puerta que nadie antes que él. El segundo robo: El flamenco, en el 71. Este chico en realidad llegó a respirar el aire del exterior antes de que lo cogieran. Por supuesto estuvo respirando a través de un tubo las tres semanas siguientes. Jodido hippie. Y lo más cerca que un hombre se ha acercado jamás a robar un casino de Las Vegas fue a las puertas del Cesar en el 87." Marina recordaba la historia vagamente de alguna parte. "Él vino... el cogió... ellos conquistaron."
"¿Pero qué estoy diciendo? vosotros sois profesionales, los mejores." Todos sonrieron humildemente. "Estoy seguro que podréis salir del casino." Volvió a su ensalada. "Por supuesto, no nos olvidemos que una vez sales por la puerta principal, ¡Sigues en medio del jodido desierto!"
"Tienes razón." Rusty miró a Marina, quien sonrió. "Tiene razón."
"Reuben, tienes razón." Añadió ella.
"Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos." Añadió Danny.
"Eso es exactamente lo que es, puro ego." Rusty suprimió una sonrisa.
"Sí, sí, blah, blah, blah." Reuben los despidió con un movimiento de cabeza.
"Gracias por la comida." Marina limpió su boca con la servilleta, los chicos la imitaron y empezaron a levantarse. "La Nicoise estaba deliciosa."
"Discúlpanos por haberte molestado." Dijo Danny, levantando su mano para darle un apretón de manos a Reuben. Marina y Rusty lo imitaron.
"Mirad, tenemos historia... Y os lo debo por esa cosa con ese tío del Palace. Y nunca lo olvidaré."
"Fue un placer." Sonrió Danny.
"El mercado de ahí era el premio gordo." Comentó Marina.
"Nunca antes había ido a Belice." Añadió Rusty.
"Dadle a Dominic vuestra dirección. Tengo algunos muebles que quiero enviaros." Reuben gritó mientras ellos se alejaban. "Ey, por simple curiosidad, ¿Qué casinos habíais elegido para robar?"
Pararon y se miraron los unos a los otros. Danny se enderezó las mangas del traje y dijo "El Bellagio, el Mirage-"
"Y el MGM Grand." Terminó Marina.
Se giraron y empezaban a andar cuando escucharon el ruido de un tenedor cayendo sobre un plato.
"Esos casinos son de Terry Benedict."
"¿Lo son?" Rusty preguntó con una sonrisa de suficiencia.
"Lo son." Confirmó Danny mirando a Reuben, quien se había levantado y se les acercaba a través del patio.
"Chicos, ¿Qué tenéis en contra de Terry Bennedict?" Marina sonrió.
"¿Qué tienes tú en su contra?" Preguntó Danny inocentemente.
"Bombardeó mi casino." Reuben suspiró, metiendo las manos en los bolsillos. "Me echó. Y ahora va a derrumbarlo el próximo mes para hacer camino para una monstruosidad." Dijo las palabras con desgana, como si le doliera decirlas. "No creáis que no sé lo que estáis haciendo."
"¿Y qué estamos haciendo?"
Reuben miró a Rusty lentamente, eligiendo las palabras cuidadosamente. "Si vais a robar a Terry Benedict, mejor que sepáis lo que estáis haciendo. Esto antes se hacía de manera civilizada, le pegabas a un tío y él te la devolvía, fin. Pero con Benedict... al final más os vale que no sepa que estáis metidos en esto. Que no sepa vuestros nombres, o que crea que estáis muertos, porque si no os matará."
Danny dio un paso al frente "Eso es por lo que tenemos que ser muy cuidadosos, muy precisos."
Rusty hizo un ruido en acuerdo.
"Y muy bien financiados." Marina se metió, inclinándose hacia delante.
Reuben la miró "Sí, debes estar loca también. Y vais a necesitar un equipo igual de loco que vosotros."
"¿A quién tienes en mente?"
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La ladrona
FanfictionMarina siempre ha sido y siempre será la hija de Daniel Ocean, un príncipe entre ladrones. Pero después que su madre los abandonara y su padre fuera enviado a la cárcel, ella ha estado participando en atracos fuera de América. Ahora Danny Ocean ha v...