Capítulo 9

182 11 0
                                    

El día que Benedict fue tras ellos, Marina era felizmente ignorante a todo. Se despertó cerca del mediodía, como casi siempre, comió un cruasán con miel mientras leía el periódico, como siempre. Tenía su café italiano con crema de malvavisco de Illinois, tal y como lo tomaba desde que tenía dieciséis. Su día prosiguió con normalidad. Se dio un baño en las aguas que rodeaban su casa, añadiendo una sombra o dos a su moreno. Solo fue hacia las cinco de la tarde que algo se salió de lo ordinario.

El mayordomo, Leo, fue pisoteando los escalones de mármol, mientras ella se secaba, con el teléfono en la mano, estaba sonando.

"Hay una llamada para usted, signora," le dijo él.

"Grazie," le agradeció ella con un asentimiento de cabeza, intentando practicar al máximo su italiano. Estaba un poco oxidada.

Hablando de Rusty, parecía que era él el que la llamaba.

(Broma no traducible, en inglés oxidado es rusty, y hace referencia al nombre de su amigo, Rusty)

***

Decir que Marina no había mantenido el contacto con los del grupo en algunos casos era una exageración, y en otros (al menos en su opinión) una mentira absoluta.

Llamaba a su madre una vez al mes y envía postales cada vez que le era posible. Ocasionalmente, Tess le pasaría el teléfono a su padre y hablarían un rato. Principalmente, Danny le pediría desesperadamente todos los detalles del último trabajo en que estuviera implicada, buscando la emoción del robo.

Hablaba con Rusty en ocasiones. Al fin y al cabo, su relación no había cambiado mucho desde el golpe hacia Benedict. Él le enviaría un mensaje contándole algo acerca de sus hoteles, alguna chica que habría conocido o algún coche que habría comprado. Ella le llamaba cuando sabia que él estaba durmiendo y hablaba durante horas de cualquier cosa que sabía que él encontraría aburrida.

¿Los Malloy? Ella estaba atenta a los Malloy. Había recibido un email invitándola a la boda de Virgil, ya que él no sabía cuál era su dirección. Ella le dijo educadamente que no sería capaz de ir, lo cual era verdad. Aunque ella estaba triste de tener que perdérselo.

Yen parecía que lo hacía bastante bien por sí solo. La había invitado a algunas fiestas y galas pero Marina no las había considerado dignas de conseguir un permiso de visado. Aun no había estado tentada de abandonar Italia por nada menos que un millón de dólares el trabajo. A parte, si le interesaba saber cómo le iba a Yen tan solo debía buscarlo online, ya que parecía estar en los titulares cada semana.

Frank en realidad mantuvo bastante el contacto con Marina. Siempre respondía sus postales con cartas de su puño y letra, le enviaba emails hablando de cualquier cosa que él creía que a ella le gustaría, le pedía que probara nuevos tratamientos para las uñas y la invitaba a volver siempre con la misma firma "si alguna vez estas en la ciudad....".

Basher y Marina nunca habían sido muy cercanos, lo cual era irónico considerando que eran los únicos que se habían quedado en el mismo continente. Pero él le enviaba sus demostraciones gratis, y ella siempre le enviaba sus entusiastas críticas. En más de una ocasión, ella se hacía pasar por una crítica de música profesional y le daba una gran cantidad de estrellas online. Él siempre le enviaba flores cuando lo hacía.

Ella sabía que Saúl seguía estafando. Había llevado a su mujer a Nueva York a vivir como solo el 1% podía. Ella le envió una postal, él le envió un collar de diamantes.

Livingston en realidad le había dicho que no quería mantener el contacto con nadie de la banda. Le dijo que aunque ella le gustaba como persona, no quería más ataduras a la vida del crimen. Una vida que, aparentemente, había dejado atrás.

Marina era más lista como para contactar a Reuben demasiado. A él le gustaba oír historias y también ir en aventuras, pero demasiada atención y él la vería como la peste. Ella le enviaba recetas que sabía que le gustarían y caros relojes cada vez que podía hacerse con uno. Su mayordomo le enviaba notas agradeciéndoselo.

Marina se estaba construyendo un nombre propio. Ella no había abandonado esa vida para nada, al contrario, ella lo hacía cada vez mejor. Desde el golpe a Benedict, ella se había vuelto un poco más notoria, y lo usaba entre el mundo de los ladrones también. Todo el dinero que conseguía con sus trabajos lo guardaba en una cuenta que controlaba uno de los contables de Reuben.

En cuanto a Linus, bueno, Marina no estaba evitándolo expresamente. Ella sabía que él había vuelto a Chicago, básicamente a hacer lo que había estado haciendo antes del golpe. Ella sabía que estaba viviendo tranquilamente, y había estado involucrado en un golpe, aunque mayormente se quedaba de ladrón casual.

Ella bostezó y desbloqueó su teléfono.

"Marina al habla," dijo mientras bostezaba.

"Hey, Mar." La voz de Rusty sonó por el teléfono, sonando un poco preocupado.

"¿Qué pasa, Rus?" Se estiró, intentando despertarse un poco para la conversación.

"¿No habrás sido contactada por Terry Benedict pidiendo su dinero de vuelta por casualidad, verdad?"

"¡¿Qué?!"

Bueno, ahora ella estaba despierta.

La ladronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora