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Hace más de quinientos años atrás...

Se encontraba sentado en una de las ramas más altas de un árbol, alimentando los pajaritos que se le acercaban. Tarareaba mientras veía cómo el cielo poco a poco se iba aclarando, colocándose en la sombra al sentir la molesta luz solar tocar su pierna.

Su cabello anaranjado se vio hermoso ante los rayos de sol, pero a él no le gustaba mucho, y, antes de bajar por completo, el olor a sangre llegó a él. Alertándolo.

Escuchó una rama quebrarse y, los pajarillos que estaban por los árboles, salieron volando hacia el cielo; asustados.

— ¿Ha-hay alguien ahí? — escuchó la voz de un niño y varios sollozos acompañados. De un parpadeo llegó al suelo, detrás del pequeño humano.

— ¿Qué haces tan adentrado al bosque, mocoso? — habló, sobresaltándolo y haciendo que pegara un leve grito. El niño peliazul dejó salir varias lágrimas acompañado de sonrisas de alegría.

— M-me perdí. — murmuró, calmándose un poco. Yoshimura Ren parpadeó algo confuso ante su presencia, sintiendo su garganta arder. ¿Por qué olía tan dulce? —. ¿Podría llevarme donde mis padres?

— Solo sigue recto por allí, llegarás a la aldea en unas horas. — dio media vuelta, dispuesto a disfrutar de su mañana, pero el niño tomó de su polera, parándolo.

— ¡Po-podría perderme si no me lleva!

— ¡Sólo sigue el camino y ya, mocoso!

— ¡Por favor! — comenzó a llorar nuevamente, el pelinaranja dejó salir un sonoro suspiro de fastidio.

Silbó y un pájaro llegó a su mano, lo miró a los ojos y se lo dio al niño entre sus manos.

— Te llevará a casa, ¿vale? Solo síguelo, adiós.

— ¡Espere!

Yoshimura frunció el ceño, pero antes de decir alguna palabra, un lápiz apareció ante su rostro.

— Por agradecimiento.

— ¿Ha?

— ¿En serio no me llevará usted?

— No y punto. — tomó el lápiz, a regañadientes—. Ahora vete, es peligroso estar en el bosque, ¿sabes?

El menor lo observó sin decir nada más y asintió, dispuesto a irse, no sin antes parar de golpe.

— ¿Cómo se llama señor?

Yoshimura apretó la mandíbula, ¿era en serio?

— Yoshimura Ren, ahora shu, vete.

— ¡Entonces, Ren-san! Yo me llamo Kageyama Kazuki, muchas gracias.

— Ok, ok. ¿Te vas a ir o no?

Kazuki se alejó siguiendo al pájaro, despidiéndose con ambas manos, sonriente de que no pasaría otras horas en el bosque.

En cambio, el pelinaranja, mientras lo miraba, su sed se apoderaba de él mientras el menor más se alejaba. Apretó su garganta, rozando sus uñas por su piel, rasgándola levemente.

Su garganta quemaba, la sangre de ese chico era muy...dulce.

Nuestro destino | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora