Número 8. En Tus Ojos.

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Kora

Llevé los vasos a la barra y aspiré por la nariz.

Paul no se cruzó en mi camino en toda la noche, lo agradecí porque no quería explicar la marca roja en mi cara. No podía explicármelo a mí misma sin sentir el estómago darme vueltas.

Un puñal en la espalda. O en mi caso, una cachetada. Bill se había vuelto loco; al fin lo habíamos perdido, al menos yo lo perdí.

Me detuve en la barra y lo repasé en mi mente. Solo le había preguntado por Tom, no pensé que fuera a ponerse histérico. Era como ver a un animal molesto, sentí que podría calmarlo si lograba tocarlo. Por un segundo pensé que lo lograría, se quedó quiero observándome...pero luego me insultó y cuando me atreví a abrir la boca me volvió a gritar con los ojos rojos y llenos de lágrimas. Lo siguiente que vi fue el piso de madera y el cabello que cayó sobre mi rostro. Alcancé mi mejilla que ardía como una quemadura que punzaba en cada milímetro de piel de forma distinta.

Lloré en el suelo con los pies de Bill frente a mí, Melanie y Mitch entraron en seguida, el silencio en la habitación solo se quebraba para dejarme escuchar el sonido de la agitada respiración de mi amigo, el mismo que me acababa de golpear.

Melanie cogió mi brazo y me ayudó a levantarme al mismo tiempo de que Mitch me dejara apoyar mi otro brazo en su hombro. Me sentí estúpida, completamente inutilizada por una maldita cachetada. El hecho era que estaba temblando de dolor, no del físico, no del mismo que me molestaba la noche anterior, sino un dolor en la boca del estómago. Me resultó difícil tragar y por horas estuve abrazada a Mel, que no dijo nada en todo el tiempo.

Salí de mi ensoñación; ya casi terminaba en el club. El dinero era bueno, lo malo era la gente. Si no iba con cuidado podrían apretarme el culo en una esquina.

La mala música a volumen tan alto me había ayudado toda la noche, no podía concentrarme en nada por mucho tiempo, así que lo único que me quedaba por hacer era terminar de llevar los vasos y botellas vacías a la barra.

El lugar había sido una casa en algún punto, pero ahora estaba convertida en un antro de mala muerte; a Paul no le enorgullecía su pequeño negocio, simplemente era una forma de subsistir para algunos de "sus chicos". Supuse que si no fuera una drogadicta me hubiera dado un bonito empleo como dealer.

Maldita coca.

Cuando regresé a casa los chicos estaban tumbados en la sala, Mitch estaba tumbado sobre una mujer posiblemente mayor, tenía el cabello desordenado y los pantalones abajo, su pálido trasero sobresalía entre las piernas morenas de su acompañante de esa noche, que parecía dormir también. Caminé por el pasillo con la mano apretada en la cinta de mi mochila, era difícil seguirle el paso a Bill, se terminaba los gramos más rápido de lo que los pagaba, y no podía seguir aumentando las dosis que pedía, no podía comprar más hasta el día siguiente, Paul no le permitía a nadie venderme más y sus competidores no eran de fiar.

Al fondo, del pasillo busqué la habitación de Mel y Albert, abriendo la puerta lentamente. Él dormía a su lado, pero nunca se tocaban. Hasta donde sabíamos, Albert prefería hacerse pajas que acompañar a "su novia" en la cama. En ese punto, preferí cerrar con cuidado la puerta de su habitación y buscar sitio en el piso de la cocina.

Caminé hacia atrás y me apoyé en la pared, mirando hacia el techo.

Intenté mentalizarme para cruzar la sala, lo que menos quería era despertar a los amigos de Mitch; suspiré y cerré los ojos. No había hablado con Bill desde el incidente, habían pasado casi dos días.

Feel It All (Tokio Hotel/Tom y Bill Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora