Capítulo 9

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*Narra Jack*

Me quedé sentado en las escaleras escuchando las palabras entre sollozos por parte de Mirana y de su madre. Tenía los codos sobre las rodillas y las manos agarrándome el pelo. Me levanté de golpe y bajé las escaleras con paso ágil. Llegué al piso de abajo y me paré en el umbral de la puerta de la cocina.

- Mamá, este es Jack.- ambas me estaban mirando. Saludé con la mano y me acerqué a ellas.

- Hola, Jack. Veo que ya sabes todo sobre esta familia.- sonríe y la imito. tiene la misma sonrisa que su hija, ambas son hermosas. Su madre tiene el cabello ondulado, moreno, y la roza los hombros. 

- Sí, espero que no la importe.- cogió la taza que tenía en la mesa y le dio un sorbo a algo que parecía té rojo.

- Para nada. Mi ex marido también se enteró cuando me até a él.- abrí los ojos sorprendido, eso no me lo esperaba en absoluto.

- Mamá, ¿es cierto que estamos atados?- desvió la mirada de la taza a los ojos de Mirana.

- Es muy probable. Normalmente estas cosas están marcadas por el destino, es decir, si estabais destinados a estar juntos, o a conoceros, probablemente os hayáis atado. también afecta la clase de relación que tengáis.

Mirana y yo nos miramos sin saber cómo contestar o reaccionar a eso. abrí la boca para decir algo pero me agarró la mano y me callé. 

- Jack, yo soy Jessica.- me tiende la mano y noto que Mirana se lleva una mano a la cara, a lo que yo reí y apretamos las manos.- Un placer.- miró a Mirana, esta vez estaba hablando con ella.- Un chico muy mono...

- ¡Mamá!- se levanta dela silla y se coloca la camiseta. Jessica y yo nos reímos, pero Mirana tenía una cara seria e intenté parar y callarme, pero resultaba difícil con su madre por detrás, realmente su risa era contagiosa.

- ¿Le has contado ya lo que quieres hacer?

- No, pero me parece un buen momento. Mamá, estoy pensando en ir a ver a papá.

Ambas se miraron, ¿están haciendo lo que creo que están haciendo?. Sí.

- Jessica, no creo que las peleas mentales sean buenas para alguien que acaba de descubrir sus "dones".- un escalofrío recorrió mi espalda, sabía que esa voz no podía ser buena. Miré a Mirana, que miraba a su madre buscando ayuda, podía apreciar el miedo en sus ojos. Me giré a ver a Jessica, que estaba mirando al lugar del que procedía la voz.

Agárrala bien, Jack. No la sueltes.
Me acerqué a Mirana y la agarré por la cintura.

- Jack...

- Tranquila, estoy aquí.

Jessica se levantó de la silla y cerró la puerta del jardín, y todas las ventanas.
Algo pasó corriendo por nuestro lado y el pelo de Mirana se movió hacia delante. Un escalofrío me recorrió cada vértebra de mi columna. Busqué la mirada de Jessica, que estaba contra la puerta ya cerrada.

- Jack, tu brazo...- me empezó a escocer. Cuando lo miré vi el corte limpio causante de mi dolor. De él salían gotas de sangre que descendían manchando así mi brazo.

- Veo que tu hija se ha echado novio, Jess.- Volvió a hablar la desconocida voz.

- ¿Qué es lo que quieres?- gritó Jessica.

- Tú hija quiere verme, ¿no es así? Recuerdas la maldición, ¿verdad?...- solo con escuchar el tono en el que lo dijo pude sentir unos dientes manchados sobresaliendo y brillando en una tenebrosa sonrisa.


- Ya no quiero verte, papá. Vete.

- A pesar de eso, sigues llamándome papá, cariño...

- Eso es porque no puedo cambiar mi genética.- espetó sin ningún remordimiento.

- Jack... deberías curarte eso, es un corte muy feo.- No contesté.- ¿Tienes miedo?

- Tengo miedo por Mirana, no por mí.- ella me hizo callar.

- Qué bonito...- una figura oscura se colocó por detrás de Jessica y la acarició el pelo.- ¿Lo recuerdas, Jess?...

- ¡No le escuches, mamá!

- ¡Cállate, maldita sea!

Salí volando y me golpeé a cabeza y el hombro con un mueble. Cuando caí al suelo busqué a Mirana, estaba apoyada en la encimera con la cara entre las rodillas. Jesssica acudió para ayudarla. La figura se acercó a mí y por fin pude ponerle cara a esa estúpida voz, tenía los ojos grises, una sonrisa burlona que se dejaba ver detrás de unos finos labios.

- ¿Te has hecho daño?...- me acercó la mano a la cabeza y me acarició el pelo, poniéndolo hacia un lado.

- No me toques.

- ¡No lo toques!- Mirana lo arrolló hacia un lado y comenzó a golpearlo sin parar. Él no dejaba de reír hasta que desapareció y se colocó detrás de Jessica.

- Hasta otra.- Tal y como llegó, desapareció. Sin rastros, sin ruidos, dejando olor a sudor, sangre y dolor. Llevándose al pilar de la familia, a la madre de Mirana, a todas nuestras respuestas...

- Mamá...- Todas las lágrimas que acumulaba, rápidamente salieron, dejando al descubierto a una persona frágil, y triste. Debía protegerla, y rodeé mis brazos alrededor de su cuerpo como si fuese su única armadura.





Me encontraba haciendo la maleta, y buscando algo significativo en la habitación de Jessica, como su perfume, o algún broche. Seguía órdenes de Mirana.

Iba acariciando cada mueble a medida que pasaba, encontré su joyero, y lo levanté. Había una foto, con tres personas, a todas las conocía: Mirana, Jessica, y su padre. La dejé a un lado, pero había otra foto, aparecían cuatro personas sentadas en un jardín trasero de una casa. El que parecía ser el padre llevaba una camiseta con un broche que decía "Tus hijos te quieren", la madre llevaba un jersey de color rosa, con los hombros descubiertos y se aferraba al hombre, los niños abrazados a los cuellos de sus padres y con una gran sonrisa. Era realmente hermosa.

Había, dentro del joyero, una chapa con una flor, y dentro una "M", lo cogí y me llevé la maleta abajo.

- Voy a preparar comida para llevarnos, ¿alguna sugerencia?- no me contestó, estaba mirando la televisión apagada. Me quedé mirándola fijamente, esperando una respuesta. Ella levantó su mirada y se posó en mis cansados ojos, sin decir nada se levantó para pasar por mi lado y meterse en el baño. Suspiré y volví a centrarme en la comida.

Preparé algunos sandwiches y los guardé en la mochila, pero dejé dos fuera para comer ahora.

Me acerqué a la puerta del baño y toqué.

- Mirana, ¿estás bien?- silencio.- Está todo listo, podemos irnos.- sollozos.- Voy a entrar.- Abrí la puerta y encontré a Mirana en el suelo y abrazándose las rodillas. Me puse junto a ella y me acuclillé.

- No soy humana. Mi madre tampoco lo era. Mi padre lo fue... maldita sabandija... ¿sabes? Me han quitado el privilegio del dolor.- se levantó la manga y dejó al descubierto unas cuantas cicatrices sobre sus muñecas.

- ¿Ha sido ahora?- asintió.

- No he sentido lo que necesitaba.- Cogió la cuchilla que tenía en el costado opuesto a mí y se hizo un corte profundo, las venas se desgarraron y la sangre comenzó a salir borboteante. Rápidamente la herida comenzó a cerrarse, como si se hubiese cosido, la herida desapareció, dejando como recuerdo una fina cicatriz que hacía juego con los sentimientos de su portadora.

Valor, dolor...todos los sentimientos ya no importan...

La puerta sonó con mucha insistencia y me levanté a abrir, fui lo más rápido que pude y abrí.

Un hombre corpulento, moreno, con el pelo negro y los ojos azules esperaba junto al umbral.

- Hola, soy Bennet.- una sonrisa vanidosa asomaba por sus gruesos labios.

ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora