Capítulo 7

10 3 0
                                    

*Narra Mirana*

El autobús nos dejó enfrente de la puerta, y por lo que yo se, la casa debería de estar vacía, si no, la presentaría a Jack como mi novio, y nos iríamos por donde vinimos.
Llamé al timbre: Ding Dong...
Nadie respondió, pero Jack volvió a pulsarlo: Ding Dong, Ding Dong.
Su impaciencia me ponía nerviosa y no quería enfadarme, por lo que le agarré la mano para que parase, y saqué la llave de mi bolso para abrir la puerta.
Escucho una especie de gruñido que procedía del salón. Miré a Jack, que me miró a mí y se tensó.

- Ese sonido ya lo he oído antes, Mir, cuando tuve el accidente en la moto, un bicho hizo que volcase.

- Quédate aquí.- le apreté la mano y me dirigí al lugar donde procedían los ruidos. Caminaba despacio pero con seguridad. Podría no ser humana, pero mi miedo se juntaba con el de Jack, y sentía unas horribles ganas de vomitar. Entré por la puerta, pensando en deshacerme de lo que quiera que fuera eso. Encendí la luz y algo que parecía ser un híbrido entre animal y humano se movió hacia mí, pero no me hizo retroceder, se acercaba lentamente con una mirada que no podía descifrar. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí pude verlo mejor, tenía rasgos de persona, pero solo era un aire, los ojos, por ejemplo, además lo que este ser siente no me afecta, no se si solo es que me pasa con personas. De repente, cambió su forma y se convirtió en mi perro. ¡Adoptó la forma de mi maldito perro!

- Jack, solo era mi perro, al parecer es algo parecido a mí...

- Me estas vacilando, ¿no?- apareció por el umbral de la puerta y se apoyó en el marco.

- Es enserio.- miré al perro y lo acaricié.- tanto tiempo conmigo y guardabas este secreto...

- Cariño...creo que va a ser mejor ir a por lo que veníamos, antes de que venga alguien.

- En realidad, tendría que venir mi madre, darme una explicación.-suspiré y pensé bien en lo que estaba diciendo.- ¿sabes? Mejor vamos a buscar el libro.
Andamos por mi casa hasta llegar a la puerta más grande que había, el despacho de mamá. Abrimos la puerta con delicadeza y pasamos.
Escuché la respiración forzosa de Jack.

- Jack...relajate, huelo tu miedo desde aquí.- no pude evitar reír un poco ante mi broma.

- Mirana, no es gracioso. - yo me reí más fuerte.

Llegamos al lugar, la gran biblioteca de mi madre.
- Busca por la derecha, yo por la izquierda.- asintió.

- Mirana, no hace falta buscar, salta a la vista.- levanto la cabeza y veo un gran libro viejo. Me acerco a cogerlo, pero al moverlo solo escuchamos un ruido, como si estuviese siendo provocado por algo de metal.
Nos giramos prácticamente a la vez, y miramos el escritorio de mi madre. Estaba totalmente desplazado y dejaba ver una trampilla de metal, la que sería nuestra solución a la ignorancia, la salida a las dudas, el mar de respuestas.
Me adelanté, pero me agarró el brazo, y unas cosquillas aparecieron por mi estómago.

- Iré primero.- negué con la cabeza.

- ¿Estás loco? No sabes lo que puede haber ahí abajo. No.

- He dicho que iré primero, no quiero que entres sola.

- Eres un testarudo, Jack...- me acerqué a él de nuevo, pero esta vez solo nos separaban nuestros alientos.- si es lo que quieres, adelante.- susurré.
Tragó saliva con pesadez y no se quiso mover de su sitio. Se acercó a mí con la intención de cortar la distancia, pero me aparté y le besé en la frente. Le di un pequeño empujón para delante, y empezó a andar. Respiró profundo y se encaminó hacia la trampilla, bajó las escaleras y me llamó.

- Ven, estoy abajo.- bajé rápido, por si le pasaba algo. La qie tenía miedo ahora era yo.

- Estoy aquí, amor.- le agarré la mano, pero él se encaró a mí y me besó fuerte y lento, como una canción, una melodía de dos instrumentos.
Paró el beso, pero yo solo quería mirarlo, abrazarlo, y besarlo, siempre...tomé aire. - Te quiero...
Lo dije más como un susurro interior, más para mí que para él.

- No lo has dicho enserio.- río él.

- No te lo creas si no quieres.- le di un corto beso en los labios, pero él no dejó que me fuese, quería seguir viviendo en un pequeño mundo que habíamos creado, lleno de cariño. Juntó sus labios con los míos, de forma muy lenta, como si me pidiera permiso, su lengua quería entrar y lo la permití el paso, en beso más apasionado que los demás, donde no importaba nuestra naturaleza ni nuestros gustos, simplemente importábamos nosotros, él a mí, y yo a él. Juntos.

Seguimos andando y aquello parecía una cueva. La iluminación era bastante pobre, pero permitía ver el camino. Miro mi reloj, y me doy cuenta de que está parado, intento ver la hora en mi teléfono, pero no funciona.

- Jack, mi teléfono no funciona.

- El mio tampoco, ¿te ha pasado esto alguna vez?

- No.- lo miré, pero no paré de caminar hasta llegar a unas cortinas que separaban el pasillo, de la habitación. Las muevo para entrar, e intento no hacer ruido.
Allí hay un escritorio y una especie de piscina, pero el agua era de varios colores: blanca, verde, amarilla, y rosa. Supongo que mi madre la usa cuando se ausenta sin decir nada. Me arrodillo ante ese precioso conjunto de colores, que me encantaría tocar, incluso meterme dentro. Estoy justo al borde de la laguna, y poco a poco voy introduciendo mis dedos, que relucen colorines debido al agua.
De repente una sensación de relax se apodera de mí, el cuerpo entero me cosquillea, y quiero gritar de felicidad, me siento a gusto. Suspiro, y saco mi mano del agua. Se acaba, se va, me siento bien, pero la euforia que tenía ha desaparecido casi por completo. No puedo evitar sonreír, y miro a Jack.

- ¡Ven, Jack! Mete la mano, es increíble y estos colores, son hermosos.

- Es agua normal, Mirana, ¿sigues con tus bromas?

- Es de colores, Jack. - le miré seria.- ven.- le tiendo la mano, y el la agarra con desconfianza, me limito a inclinar la cabeza hacia un lado, y le agarro la mano con fuerza.- confía en mí.

- Confío en ti. - Se arrodilló junto a mí y metió la mano.

- ¡Qué! ¿Sientes algo? - Sonrío ampliamente.

- No siento nada, solo la noto congelada, y me hormiguean los dedos por el frío.

- Supongo que solo yo puedo sentirlo y verlo.

Me levanté y le tendí la mano, que agarró suavemente. Caminamos hacia la estantería, donde solo había un gran libro.

ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora