III

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TRES

-❝Eones, metabolística... ¿bruja dijiste?❞


Darcy despertó en su habitación, recostada en el centro de su cómoda y especiosa cama matrimonial. La madrugada apenas entró por las rendijas de su ventana, la persiana estaba bien cerrada, pero la luz se filtraba entre la tela color crema, haciéndose notar, reclamándole que despertara. Algunos pájaros comenzaron a cantar con devoción, se oían revoloteando cerca, lo cual la mantuvo embobada un buen rato. Estaba tan apacible.

Estaba en ese momento en que no sabía quién era o dónde estaba. Típico.

Cuando logró reaccionar como se debe, asumió que debían ser las diez u once de la mañana, pero esa lógica la hizo pensar más allá, empujar con más fuerza: ¿cómo llegué aquí anoche? ¿Me teletransporté o qué demonios?

No lo recuerda, pero no le dio muchas vueltas al asunto, sino que decidió tomar una ducha e ir a desayunar. 

Se apartó las mantas a un lado y aguantó un jadeo de sorpresa cuando se miró los pies. En ellos estaban sus zapatos de tacón negros con diseños de flores moteadas, aquellos zapatos tan lindos que sólo prometió usar cuando conociera a un chico caliente que fuera ese "dios del sexo" que su mamá le prometió cuando adolescente. No antes.

Y, una cosa más... ¿por qué narices estaba vestida con su vestido rojo de gala?

Abriendo la boca con asombro, se levantó de la cama de un salto, tropezando con las ropas esparcidas en el suelo. Así que sí: cayó de bruces. Con un dolor de pechos que la hizo gemir, se giró para verse el cuerpo completo, batallando contra la maldita lógica.

Traía su vestido rojo ajustado, ese que la hacía lucir como una bomba ardiente de sensualidad y locura. Lo había comprado para una ocasión especial, pero jamás tuvo la oportunidad de usarlo. Jane muchas veces le dijo que tenía la apariencia de "oh, infierno, sí. Dame tu número, chico lindo", pero aquí a que lo usara, era una brecha demasiado grande.

¿Por qué traía puesto el bendito vestido?

—Pero, ¿qué...? ¿Por qué? —empezó a balbucear, intentando recordar la noche anterior. ¿Salió por sexo? ¿Tomó más de la cuenta? ¡Cuándo bebió? ¿Qué demonios hizo? Confusa, se sacudió las ropas que la habían hecho tropezar, tratando de volver a levantarse, pero una voz, la paralizó.

—Yo que tú, no me muevo, midgardiana.

La voz hizo que pegara un salto involuntario, así que ante los ojos del nuevo extraño-psicópata debió de verse como un pez fuera del agua. O una lagartija con espasmos.

Torció su mirada al lugar donde provino esa británica voz y, oh, genial; espantaba ahí el jodido dios del engaño. Ahora recordó cómo llegó a la cama. Loki. En la Tierra. Lo había noqueado con el táser y creyendo que estaba inconsciente, se descuidó. Él la sorprendió hablando con Jane por teléfono luego de un rato.

Fin de sus recuerdos, un manto, una bruma cubría su mente después de eso.

Loki estaba de pie en la esquina más alejada de la habitación, con los brazos cruzados y una mirada tan intensa que ella sintió el tacto recorrerle cada parte del cuerpo, cada extremidad y zona sensible tembló ante su estudio corporal. Al principio solamente sintió un escalofrío, pero luego se sintió deseada, de alguna extraña y ortodoxa manera. Loki la miraba de tal forma que dudó de su virginidad y eso era mucho. Su flor se había perdido hace mucho, así que...

WINTER LOVE • Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora