IV

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CUATRO

-❝Hijo de... de... ¡Odín!❞


Para cuando creía que estaba jodida, violada, muerta y, peor, más muerta que la muerte, una alarma contra incendios sonó en el último piso. Darcy corrió en dirección contraria, haciéndole honor a esa frase que decía; «¡nunca caigas en la trampa del lobo!». No supo quién la activó, quizá algún niño o algún ángel guardián, pero bendito sea el suelo que pisa.

Hace exactamente veinte minutos, cuando Loki le explicaba sobre la piedra de no-sé-qué, aquella alarma demandó la atención del dios el tiempo suficiente para que saliera de la sala, investigando el raro sonido. Darcy aprovechó ese momento para salir corrieron fuera del departamento, activando la alarma contra incendio de todos los pisos por los que pasaba. Hizo sonar todas las alarmas y evacuó a todos sus vecinos. La gente salió corriendo, aterrada.

Y aquí estaba. Corriendo para ver si quedaban personas dentro de su edificio. Buscó rezagados, cualquier persona que pudiera ser usada por Loki y su piedra mágica.

Cuando se hubo asegurado de que nadie quedaba, salió del edificio, con el maldito vestido rojo aún puesto y sus zapatos de tacón de casi un metro. Afuera, la gente murmuraba y llamaba a los bomberos, confundidos y ataviados. Algunos la miraron y le preguntaron si estaba bien.

—Sí, sí —respondía—, tan bien como un toro.

Los bomberos no tardaron en llegar, pero ella entró en pánico cuando vio a más gente llegar al edificio. Mierda. Debió haber salido por su cuenta, pero, la alarma ya había sonado por alguien, así que la gente de por sí, ya debía de haber estado evacuando los pisos; ella solo hizo todo más rápido.

En eso, cada una de las ventanas, de autos y de los edificios visibles, explotaron. La gente gritó, nerviosa. Se oyeron lamentos y chillidos atemorizados. Los faroles de la calle también explotaron, lanzando chispas por gran parte de la muchedumbre, quien se cubrió y dispersó igual que hormigas bajo la lluvia. Darcy solo se cubrió la cabeza, sin despegar la mirada de la entrada.

Y con razón, las puertas del edificio salieron disparadas en diferentes direcciones; una cayó sobre el costado del carro de bomberos y la otra derrapó por la calle, sin golpear a nadie. Otra vez, la gente soltó chillidos.

Darcy vio todo el proceso, desde el calor que hizo explotar las puertas hasta su aterrizaje. Todo hecho por una sola persona. Justo allí, apareció Loki, caminando con elegancia y gracia. Le recordó a una pantera negra, con unos ojos brillantes y sedientos de desbarajustes. Su forma de desplazarse, sus movimientos... eran hipnóticos. Sin embargo, esos ojos felinos, estaban en un solo objetivo, como un halieto, jamás despistando su objetivo, jamás dejándolo ir.

La miraba fijamente a ella.

Corre, le gritó su mente. ¡Corre, atraviesa el océano y piérdete! ¡Salva tu vida!

—Buena partida. —habló él con una sonrisa. Darcy no podía creer que pudiera oírlo, aun estando a esa increíble distancia. Pero lo oía fuerte y claro, como si estuviera a su lado.

Frunció el ceño. Debía ser un truco raro de esos.

Asgardianos, pensó.

—Bastardo —escupió ella, esperando que pudiera oírla también—. Eres un... un...

La animó.

—Te reto, midgardiana. Termina la frase. A ver si te atreves.

Sus temperamentos chocaron en ese momento. Casi pudo ver las descargas de sus miradas colisionar. Ella furiosa. Él inmutable. ¿Quién entendía a ese hombre?

WINTER LOVE • Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora