VI

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SEIS

-❝Siento deseos de tocarte❞

Loki tomó a Darcy y la llevó hasta su cama. La dejó caer y se fijó en ella: estaba peor que hace unos instantes. Su piel ahora estaba cubierta por sudor y su respiración se había convertido en jadeos bruscos. Él desvió su mirada hasta su cuerpo. A él no le importaba mucho el cuerpo de las mujeres, sino más bien cómo es que lo lucían y lo disfrutaban, pero era obvio que Darcy no ejercía ni escatimaba en ninguna de esas opciones.

Sus ropas eran anchas y burdas, sin color ni decoraciones. Una pena, pensaba, mientras le empezaba a quitar la camisa que traía. Darcy era guapa, tenía labios generosos y una piel inmaculada que rebosaba con ciertos lunares en parte que encontraba levemente atractivo. Su cuerpo, por otro lado, con el vestido rojo de hace unas semanas, literalmente lo había dejado sin aliento, curvas prominentes, un busto perfecto... ella lo excitó.

Pero ahora no estaba para esas cosas. Se limitó a despojarla de las ropas húmedas, dejándola en ropa interior –también aburrida– y se concentró en enfriar su cuerpo.

Se imaginó que la reacción enfermiza que presentó Darcy de la noche a la mañana se debía a las horas incansables que pasó bajo el sol y el esfuerzo que hacía para encontrar ese estúpido broche.

—Qué imprudente. —murmuró.

Posó una mano sobre su estómago y la otra sobre su frente y utilizó el poder de los Gigantes de Hielo que residía en su interior para bajar su temperatura. Se pateó internamente por permitirle hacerlo durante todo el día. Si bien, Loki le había facilitado un bote y demás instrumentos, le había pedido varias veces que descansara, pero al ella negarse, desistió. Ahora tenía una fabulosa oportunidad para decirle: «te lo dije».

—Jane —gimió Darcy, sus labios rojos se abrieron para tomar una fuerte bocana de aire—. Esos son mis Doritos, cerda, dámelos.

—No me llamo Jane ni Doritos —respondió Loki en tono juguetón—, pero aún tenemos un trato, midgardiana.

Los ojos azules de la midgardiana se abrieron con lentitud y pereza, se enfocaron en el techo, frunció el ceño y segundos más tarde, cuando vio a Loki, volvió a gemir y rodó para darle la espalda.

—Ah, eres... tú —suspiró—. El loco.

Loki bajó sus pestañas.

—Y poderoso —respondió recitando—, dios del engaño: Loki.

—Pelele. —le refunfuñó.

Gruñó.

—Al menos me gustaría oír un «gracias» por regular tu temperatura. La fiebre puede conducir a la locura más rápido que mil años de grandes proezas.

Poco después, Darcy se incorporó, frunciendo el ceño ante su desnudez.

—¿Por qué? —preguntó con molestia. Algo le decía que estaba mejor... en cuanto ella trató de pararse, se mareó y volvió a acostarse, apretando su cabeza entre sus manos—. Maldita sea, ¿qué pasa?

—Pescaste un resfriado —le explicó, amablemente—. Muy peligroso, puede que mueras dentro de dos horas. Podrás pensar en la patética vida que tuviste y en cómo ahogar todos esos años de vida mojigata pidiéndome un poco de sexo, pero te daré una mejor opción: dime dónde está Jane Foster y te dejaré vivir. Sí, sí, lo sé, de nada. Soy generoso.

La mirada índigo de Darcy era fuego puro.

—Sólo estoy cansada —dijo y tosió. En cuanto se dio cuenta de lo que tramaba, trató de taparse con las mantas—. ¿Podrías ser tan amable de traerme un poco de té? Iba a hacer eso justamente cuando me empecé a sentir mal.

WINTER LOVE • Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora