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CINCO

-❝¿Qué mosco te picó?❞


Llevaba dos semanas enteras con Loki y aún no capturaba la naturaleza de su verdadera esencia.

Había días en los cuales era un idiota; gritaba que odiaba este mundo y odiaba a cada ser humano que se le cruzaba por el frente. A ella incluida. Darcy trataba de aminorar sus rabietas con golpes e insultos, pero, por extraño que pareciera –ja–, eso lo cabreaba más.

Pero luego parecía andar pacífico, tranquilo, como un anciano disfrutando de su libertad y paz mental. Inclusive podía llamarlo gentil en esos días; le preguntaba constantemente a Darcy si tenía hambre o si necesitaba algo, cualquier cosa, observaba los paisajes por los cuales pasaban de forma serena, reía cuando ella decía comentarios sarcásticos y, con cierta lejanía, le ofrecía regalos. No, no, aún era muy pronto para llamarlo un pan de Dios, pero era cierto cuando decía que le ofrecía cosas.

Una vez, pasando frente a una tienda de joyas, Darcy se detuvo y observó un broche precioso con terminaciones en esmeralda y diamantes. Se parecía mucho al de su abuela, así que era lógico que se hubiera pegado al cristal de la tienda, hiperventilando cual loca frenética por haberlo visto.

En eso llega Loki, quejándose que no debería quedarse atrás o la matará, blah, blah, blah, lo de siempre. Cuando notó el charco de baba que tenía inundando la calle y que, por cosa obvia, tenía como principal fuente su boca abierta, le dijo:

—¿Tanta impresión por una piedra tan sucia?

Darcy ni siquiera dejó de derretirse por el broche cuando respondió hostilmente.

—Cállate, ignominioso plebeyo —como él siempre decía que era el amo, Darcy disfrutaba llamarlo esclavo y tales apodos degradantes para un príncipe—. Es hermoso, ¿no lo ves?

—Desearía no verlo. Allá en Asgard hay piedras diez veces más hermosas que esas. Éstas ni siquiera brillan apropiadamente. Nada que pudiera ser digno de una princesa.

Ahí captó el cambio de su actitud. Bueno, el que haya aceptado su capricho de quedarse a contemplar el broche ya era importante, pero que escuchara sus palabras sin reclamar que debían seguir avanzando era mucho.

Le había seguido a robar una tienda de ropa para pasar inadvertidos –ya que el vestido rojo y sus ropas de gitano eran algo que llamaría definitivamente la atención– y otras más para zapatos y comida, pero siempre utilizando la piedra Norn, ahora, sólo la enseñaba como amenaza. Él sabía que le haría caso, independiente del lugar o situación.

Pero ya no lo veía como un castigo seguirlo, siendo sincera, Darcy se imaginaba como la niñera de Loki, un villano que por poco no destruye la Tierra con su ejército de alienígenas. Tenerlo vigilado le tenía, al menos, una posibilidad de evitar que haga cosas perjudiciales para los humanos.

—Mi abuela tenía uno igual —contó Darcy con añoranza—. Prometió que cuando muriera, pasaría a mis manos, ya que provenía de un antiguo linaje de mi familia. Según cuenta, nosotras proveníamos de un linaje de brujas.

—Ya me lo esperaba con esa cara.

Ella le plantó su codazo, tan fuerte como pudo, pero él rió burlándose de su débil intento.

—Contaba que los hombres Lewis no portaban el gen, ya que venía solo en las mujeres, gracias a una bendición de la diosa arcadia Aradia, una antigua diosa de la brujería. Y por cada cien años, nacía una mujer. Aquella mujer, tenía el don de la magia. Mi abuela se sorprendió cuando nací yo, ya que ella creyó haber sido la primera mujer en cien años. Claro, hizo fiestas, celebró hasta que cumplí siete años —se rió un momento—. Mi abuela era especial; todos creían que estaba loca, pero era especial.

WINTER LOVE • Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora