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Seúl, un año atrás.

Minho era consciente de que tenía pocos días para entregar su último trabajo de investigación. Su equipo confiaba en él y era un tema importante que se llevaría a cabo en el juicio. Un acuario había sido desmantelado, puesto que usaban el lugar como una pantalla para tráfico de sustancias, dónde los animales vivían en situaciones deplorables, y los dueños se llenaban los bolsillos de dinero a costa de engañar a la gente. Él no podía fallar y lo sabía.

¿Entonces por qué no podía apartar los ojos de la pantalla mientras leía una novela publicada en un sitio web?

Llevaba su segundo café de la noche. Se encontraba en el sillón sentado en la posición de indio, vestido con un cálido pijama y calcetines largos. Hacía más de media hora que había jurado en voz alta: “este será el último capítulo por hoy” y no cumplía su propia palabra. Culpaba a ese escritor anónimo por crear tan buenas historias.

Su móvil comenzó a vibrar a un lado de su pierna. Era pasada la medianoche. Debía ser realmente importante como para que alguien llamara. Frunció el ceño cuando vió el nombre que apareció en la pantalla.

—¿Diga? —preguntó Minho a quien estaba al otro lado de la línea.

Lee, lamento importunarte. Sé que debes estar ocupado con la investigación, y siento tener que ponerte más presión pero el juicio se adelantó. —la voz del otro lado se escuchaba realmente agotada.

—¿Eso que significa?

Que necesito la carpeta lista para dentro de dos días.

—Mierda —murmuró Minho sin poder evitarlo.

Lee. —advirtió el doctor Bang al otro lado de la línea.

—Tendré todo listo, no te preocupes. Y deja de regañarme como si fueras mi padre, que trabajemos juntos no quiere decir que dejamos de ser amigos.

Soy tu superior y estás trabajando para mí, si en dos días no tengo esa carpeta en mis manos te cortaré las bolas. Seas mi amigo o no, ¿entendido?

—Si señor. —se medio burló el menor.

Bien, eso es todo. Ah, y Minho, deja de leer esas estúpidas historias. Te fríen el cerebro. —pronunció el mayor antes de finalizar la llamada.

Minho se ruborizó. Preguntándose como es que su amigo sabía eso. Observó la pantalla frente a él un momento más. Sus ojos fijos en aquél seudónimo.

¿Quién eres J.One? ¿Por qué no puedo apartar tus escritos de mi mente?

Con esas preguntas rondando su cabeza apartó el iPad de su vista para colocar el computador en su lugar, y terminar finalmente con lo que debía. Notando que en sus veinticinco años de vida jamás había deseado con tanta fuerza conocer a una persona.

Quién se podría imaginar que él se había convertido en la musa de su escritor favorito. Y que quizás ya lo había conocido hace mucho tiempo, pero estaba muy perdido aún para notarlo.

Coffee and Whispers (Minsung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora