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«Preciada Tris Thomson... escucha mis súplicas»

Septiembre, 2013.

Me gustaría contártelo todo para que conozcas mi verdad, así que trataré de recordar lo que ocurrió con exactitud, cada palabra, cada emoción y cada pensamiento. Sé que te será aburrido leer todo... o puede que no, quién sabe. Podemos tomarnos la formalidad de decir que esto es mi diario, exclusivamente, para ti, para abrirme por completo y que conozcas aquella verdad que nunca fui capaz de articular frente a ti, a pesar de que prometí hacerlo.

Así que empezaré por el último año de instituto, aunque dicha historia empezó mucho antes, pero la nuestra por así decirlo, por tu parte, no.

—¿Qué coño te pasa? —preguntó Mia chasqueando los dedos y colocándolos cerca de mi cara para llamar mi atención—. Llevas callada desde que has pasado a recogerme. Te he contado cosas que, seriamente amiga, eran para articular más de tres palabras.

—Estaba pensando... —susurré y sacudí bruscamente la cabeza para alejar los pensamientos malos.

—Mira que eres rara... No te entiendo en ocasiones —dijo negando y volvió a verse en el espejo—. Este año será el último y el mejor. Tengo que pensar a cuál de todas estas zorras miserables les dejo el legado que me dejó Jane—. La miré mal pero no se percató y siguió parloteando—: Nuestras esclavas son poco refinadas, este instituto no se merece que sean tan inservibles, por dios. Merezco a una servidumbre mejor —dijo para su misma y asintió como dándose la razón.

—Son niñas... Pero igualmente tienes razón. Piensan que con esa mentalidad en algún punto de su vida podrán llevar los negocios de sus padres o su influencia, deberían darse cuenta a la sociedad a la que pertenecen y madurar antes, la vida se las comerá.

No mentía, algo que había comprendido con el paso de los años era que a pesar de ser niños privilegiados teníamos que aprender desde una temprana edad que aunque lo tuviéramos todo... aún podían pisotearnos los que tenían más que nosotros o incluso nuestros propios padres.

—Extraño a mi inocente y pura Ann. —Rio con una pizca de maldad y salió del coche.

Observé por un pequeño instante mi imagen en el espejo del conductor y sonreí, percatándome de que ya no era la misma. Aquello, sí te digo la verdad, llenó hasta el rincón más pequeño de mi ser.

Mia no era mala, la conoces, solo estaba llena de avaricia y con ansias de poder que por fin había conseguido... pero no por méritos propios. Aspiraba a la grandeza, a llegar a lo más alto, aunque tuviera que pisar a cualquiera para hacerlo. Era la hija que cualquiera quisiera tener. Era lista, inteligente, buena académicamente, tenía manera de líder y podía hacer que cualquiera temblase con tan solo una palabra que ella dijese. Su intelecto sobrepasaba los límites de lo que muchos conocían y eso la hacía incluso más grandiosa. Y recalco... No era mala, a veces podía parecerlo pero su dulzura la hacía ser todo pero a la vez nada.

Tras cerrar mi coche, ambas caminamos por el gran campus, pasando por el puente y llegando al edificio principal.

—Hola chicas, cuánto tiempo sin teneros cerca —nos saludó Ashley a la vez que Beca no paraba de sonreír a su lado dando saltitos.

Insoportables.

Las de segundo sabían que este año Mia tendría que escoger a alguna de ellas para continuar con la tradición del Consten, pero no contaban con todo lo que ocurriría ese año escolar.

Never Say Goodbye © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora