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Estoy aún alucinando con todo lo que me ha dicho Adrien. No puedo creermelo, no es posible. ¿Cómo puede que yo sea otra persona, que mi alma no sea mía? ¿Soy sólo un envaso, una caja que guarda dentro de sí algo mucho más grande de lo que me imagino?

Miro a Adrien, miro su mano que aún está apoyado sobre mi pecho y me alejo bruscamente.

- No quiero participar en ninguna guerra. - declaro.

- ¡Tienes que hacerlo! - insiste. - O el reino estará--

- No es mi reino, no es mi tierra. No.

Me giro y voy decidido hacia la puerta. Me iré de aquí, no sé como pero lo haré; volveré a casa y me olvidaré de toda esta locura.

La mano del rubio envuelve mi muñeca y me impide avanzar.

- Nathaniel, por favor...

Me muerdo el labio inferior y miro sus ojos que me suplican quedarme. Suspiro.

- Yo... No quiero.

- Iremos a hablar con los espíritus, ellos darán una solución. - empieza a empujarme hacia la puerta con una sonrisa en la cara.

- ¿Los espíritus?

- Sí. Ya verás, será muy divertido. - se ríe.

- La última vez que me dijeron eso perdí la virginidad...

***

Este reino es alucinante.
Todo los habitantes son súper simpáticos (creo que eso es porque soy el rey para ellos pero bueno...). Además, todo lo que hacen el viento los ayuda y respectan la naturaleza. ¡Los coches flotan gracias al viento! Además las casas tienen formas muy peculiares y todo es en tonos de azúl y mucho blanco.

¡Es como un cuento de hadas! Lo siento, no debería ponerme tan eufórico pero siempre quise estar en un lugar así. Siempre me gustaron estas cosas tan abstractas. ¡Es increíble!

- ¡Wow! - dejo salir un grito lleno de emoción, puede que demasiado alto porque un par de personas se giran hacia mí con una expresión confusa.

- ¿Te gusta? - pregunta Adrien mirándome con una sonrisa.

- M...Me encanta. Es bellísimo.

- Todo esto va a ser destruido en muy poco tiempo si no hacemos algo.

Me quedo en silencio, no sé que decir. ¿Cómo puedo gobernar un reino si ni siquiera puedo recoger la ropa de mi cuarto? Además, una guerra está mal. Debe haber otra alternativa. Sin que nadie o nada salga lastimado.

Adrien envuelve mi mano con la suya y me guía entre la gente. Mientras estamos caminando miro toda la gente feliz, a todos los niños, el cielo, la tierra bajo mis pies y una gran tristeza se acumula en mi interior. Es como si conociera este sitio, a las personas que lo habitan. Es demasiado, esta presión en del pecho. Una lágrima se me escapa.

- Hemos llegado. - me dice el rubio y entramos en una tienda gris y tétrica, diferentes a las otras.

Una vez allí dentro me doy cuenta de que es una tienda de espejos. Entramos en ella: las paredes están llenas de espejos, ¿qué estamos haciendo en una tienda de espejos?

- ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos!

Una voz nos saluda, miro a mi alrededor para entender de donde viene. Es una tienda pequeña de pocos metros, además de que no hay puertas... ¿de dónde vendrá? Me giro detrás de mí y casi no me golpeo contra un tío que sale de uno de los espejos.

- ¡Clientes! - exclama con una gran sonrisa y se cae al suelo. - ¿Qué les puedo ofrecer? - pregunta mientras se levanta.

Tiene el cabello rubio recogido en una cola que le cae sobre el hombro izquierdo, los ojos amarillos y las pupilas como las de un gato. Lleva un traje como el de un camarero.

Es bastante singular y gracioso su aspecto.

- La pregunta es: ¿qué no nos puedes ofrecer?

- ¡Hombre, Adrien! - su sonrisa se amplia y levanta los brazos contento. - ¿Qué mal viento te trae a mi maravillosa tienda?

- ¿Mal viento? ¿Por qué un mal viento? - pregunta extrañado el rubio.

- Porque la gente viene a mi tienda sólo cuando - el chico se sube en una silla y entra en uno de los espejos hasta la cintura. Se oyen ruidos como si estuviera arreglando algo. - se han metido en un buen lío. - termina saliendo del espejo y limpiándose las manos con un pañuelo.

Un deseo para Lucifer [Adrinath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora