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Me estoy perdiendo en este laberinto de palacio, parece que no tenga fin. Me estoy poniendo nervioso y me estoy asustando, además estos pechos enormes no ayudan para nada, rebotan a cada paso que doy. ¿Cómo harán las chicas para vivir con estas cosas?

Miro a mi alrededor, todo me parece exactamente igual. Me apoyo contra la pared y dejo salir un grito de frustración, ¡maldito sea Jacob y maldita sea mi maldita impotencia! ¿Cómo se me ocurre hacer algo así? Más idiota no se puede ser, soy un imbécil.

De repente, mi atención viene captada por un gato negro que viene hacia mí con paso elegante. Sus ojos son bastante peculiares: son de color rojo y la pupila de su ojos derecho es a forma de corona. Tal belleza me deja sin palabras, llega delante mío y se sienta. Me mira fijamente.

Me da mucho mal rollo.

- ¿Qué pasa gatito? ¿Te has perdido? - le pregunto y él me sigue mirando como si se hubiera transformado de repente en una estatua. - Vale... Yo tengo que irme, ojalá encuentres a tu dueño. - ¿de verdad estoy hablando con un gato?

Me levanto y él como respuesta saca la lengua, noto que en ella hay incrustada una rubí rojo sangre. De repente una luz intensa sale de él, envolviendo al animal y poco a poco empieza a tomar una forma. Cuando se apaga un niño de cabello negro me mira con una sonrisa muy poco amistosa, lleva una camiseta negra que le deja descubierta la barriga, sobre ella hay un triángulo blanco al revés. Los jeans que lleva son estrechos, en los pies tiene unas botas negras de militar. En los guantes negros que cubren sus manos tiene dibujados dos círculos y lleva también una riñonera redonda negra.

- Señorita Helena, ¡cuánto tiempo! - exclama con una emoción más falsa que el culo de una modelo. - Qué sorpresa verle en el palacio de nuestros enemigos.

¿Enemigos? Lo miro confuso, él entiende inmediatamente que no tengo ni idea de lo que está hablando.

- Joder, ¿ya consiguieron lavarte el cerebro? Me esperaba más de ti, guapa. Después de todo eres mi esposa.

- ¿Perdona? - pero si este tipo tiene más o menos doce años, pienso, ¿cómo puedo ser su esposa?

- ¡Helenita, despierta! - dice impaciente moviendo su mano delante de mi cara. - Soy Ricardo, tu esposo. ¿Me reconoces?

Suspiro después una sonrisa se apodera de mi cara. - Claro que no. - digo haciéndola desaparecer.

- Vamos, ven conmigo. - me abraza y me carga sobre sus hombros como un saco de patadas. - Volvamos a casa.

¿A casa?

- ¡No, espera, yo no quiero ir a ninguna parte!¡Quiero quedarme aquí! - protesto golpeando su espalda con ligeros puños. Después de todo es un niño y no quiero hacerle daño.

- No seas pesada. - suspira molesto.

Se para delante de una ventana y con un salto consigue salir y empezamos a caer y caer, creo que este edificio tendrá como sesenta metros y nosotros estábamos en la mitad. Empiezo a gritar cubriendome los ojos, imaginándome la caída dolorosa a la que nos vamos a afrontar. Pero no, Ricardo cae elegantemente y sin ningún esfuerzo, igual que un gato...

- ¿Todo bien Helena? - pregunta con tono de preocupación.

Le voy a matar. Lentamente.

- ¡Sueltame o empiezo a morder! - le amenazo.

- Sueltala, Ricardo. - no me hace falta girar la cabeza para saber que es Sore. No os imagináis la sonrisa que tengo ahora en la boca.

No es porque me guste o algo por el estilo sino más bien porque si me alejo del palacio no podré encontrar el espejo y volver a casa.

- ¿O qué? - dice el muy imbécil haciéndome caer de su hombro. Estoy por escapar cuando me agarra rápidamente por el brazo. - Es de Eros y lo sabes.

- Él nunca la amó. - intenta defenderse Sore mientras yo estoy más que confuso.

- Eso no te da derecho a secuestrarla.

- Yo no la secuestré, ella vino conmigo. - un viento ligero empieza a levantarse, mi mirada y la del rey se chocan. Trago saliva. - ¿Verdad Helena?

- Yo...

- Le lavaste el cerebro como a todos los demás, claro que va a responder que no. - Ricardo me empuja hacia el suelo y con un gesto de la mano hace aparecer una especie de círculo de fuego entorno a mí. - Si no me dejarás pasar con las buenas, tendré que obtener mi billete de salida con la fuerza. - sucesivamente sus manos vienen envueltas en llamas.

- No hay necesidad de pelear.

Sore intenta calmar la situación pero que se lo está diciendo más para si mismo porque se pone en posición de lucha.

- Será divertido acabar contigo. - ríe maligno Ricardo.

Y como un fuego salvaje el joven se lanza contra Sore que esquiva y responde a sus ataques con mucha agilidad. Es intocable, como el viento. Pero un poco extraño ver a estos dos elementos combatir, quiero decir; el viento siempre ha ayudado al fuego a expandirse. Ahora sólo quiere sofocarlo, aniquilarlo.

Sore mueve su brazo creando una onda de viento que consigue expulsar a Ricardo a varios metros de nosotros. El polvo se levanta pero eso no basta para parar al ser de fuego. Los dos hacen movimientos extraños con las manos, como si estuvieran invocando algo.

Esto está yendo demasiado lejos, acabarán haciéndose daño.

Intento salir del círculo de fuego pero cada vez que doy un paso un muro de llamas se levanta ante mí. Miro a los dos chicos... Debo hacer algo, ¡rápido! Salgo del círculo con rapidez procurandome algunas quemaduras, pero eso no me impide sentir una sensación enorme dentro de mí, una fuerza que lentamente me corre a través del brazo hasta los dedos.

Alzo el brazo y un muro de hielo aparece entre los dos, mientras un '¡Parad!' se me escapa de entre los labios.

Alucinado miro mi mano, ¿cómo lo he hecho?

Un deseo para Lucifer [Adrinath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora