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¿Recuerdas cuando me ofrecí a acompañarte?

Era viernes. Lo sé porque ese día el equipo organizaba una fiesta antes del próximo partido, al igual que todos los viernes.

El timbre que marcaba el fin de clases sonó para alivio de muchos. Corrí hacia mi casillero con la intención de encontrarte allí.

Y sí estabas. Metiendo y sacando apuntes. Cuando notaste mi presencia, rodaste los ojos. No te caía bien. ¿Por qué?

Cerramos nuestras taquillas a la vez. Me puse a caminar a tu lado y te saludé. Me devolviste el saludo. Pero no te alejaste. Sentía que estábamos avanzando.

Al salir al estacionamiento, me dirigí hacia mi auto. Y noté que te marchabas. Me ofrecí a alcanzarte hasta tu casa. Pero me rechazaste. Aseguraste que preferías caminar, que era más sano para ti y el planeta.

No lo pensé. Guardé las llaves del auto en mi bolsillo y me dispuse a acompañarte hacia tu casa. Frenaste en seco y me detuviste. No querías que te acompañara.

Diste media vuelta y estabas lista para continuar tu camino. Pero te volviste hacia mí. No olvidaré jamás tus palabras, tan frías y duras como el mismo invierno. "No necesito tu compasión".

Si entonces hubiese sabido que tus salidas al aire libre estaban contadas, créeme cuando te digo, que te habría acompañado hasta el fin del mundo.

Lo que debí decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora