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Esto quizá no lo recuerdes, porque no estabas allí.

Entre sollozos, acompañé a tu madre hasta tu cuarto.

Yacías ahí, tan bella como la primera vez. Tan bella como siempre.

Parecías dormida, no muerta.

Dejé a tu madre para que se pudiera despedir de ti. 

Caminé por todo el hospital, hasta que encontré la azotea. Había un banco de plaza, donde me senté. Y empecé a reflexionar.

Sobre como la vida es un instante. Estás ahí, pestañeas, y ya no. 

Sobre como las mejores personas son las primeras en dejarnos.

Y recordé lo que me dijo mi abuela antes de morir. Ella estaba recostada en su cama y pidió que me acercara. Entonces me dijo que ella no se iba a morir. Que las personas no mueren. Sólo aprenden a amar, y se van a otro mundo.

Así que te imaginé en otro mundo. Un mundo donde no existiera el cáncer.

Aprendiste a amar, por eso te fuiste.

Aprendiste a amarme, por eso te alejaste. Pero esta vez no ibas a volver.

Si entonces hubiese sabido que lo nuestro era amor verdadero, créeme cuando te digo, que no hubiera permitido que te alejes.

Lo que debí decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora